Diario El Mercurio, Domingo 01 de Abril de 2012
Entre las causas de la pobreza y del subdesarrollo está la facilidad con que las políticas públicas se dejan guiar por visiones de moda, sin sustento en la realidad y muy nocivas en sus resultados. El delirio marxista fue un caso extremo de ello y causante de los peores dramas humanos de la historia. Hoy está de moda en Chile aseverar que el crecimiento económico no ayudó a los pobres, que la desigualdad aumentó y que sólo el Estado con más gasto público e impuestos a las empresas lo puede corregir.
Para apreciar qué espejismo existe detrás de esas aseveraciones es necesario mirar las cifras. Aún no conocemos los datos de la última encuesta CASEN -sin duda interesantes por corresponder a un período de crecimiento- pero sí existen cifras nuevas como las de producto, empleo y datos fiscales.
El crecimiento de los últimos dos años es de 6% aproximadamente. Sin embargo, debido a que se parte de un periodo recesivo, el 2009, no es posible decir que se ha establecido una nueva tendencia de crecimiento elevado, como la que existió por más de una década hasta el año 1998 y se moderó a partir de ese momento. Los datos de productividad e inversión son consistentes con ello. La primera, si bien un poco mayor a lo estimado previamente, sigue estando cercana a cero hasta el 2009, muy lejos del 2,3% antes del 97 y sólo fue levemente positiva el 2010 y 2011.
La inversión bordea el 23% del PIB, insuficiente para crecer aceleradamente, lo que requeriría un aumento de unos 5 puntos. Si queremos cerrar esa brecha se necesita mayor ahorro interno, ya que aún con los actuales precios del cobre tenemos déficit externo. El ahorro proviene en dos terceras partes de las empresas y es evidente que con más tributos se hará difícil, sino imposible, progresar más rápido.
Por su parte, las cifras fiscales indican cuán relevante es un mayor crecimiento para aumentar la recaudación: La estimación inicial de los ingresos fiscales para el 2011 fue superada por la realidad, sin contar impuestos mineros, en más de US$ 1.800 millones.
Por otro lado, si miramos el programa original de Gobierno, el aumento del precio del cobre de largo plazo de US$ 2,13 a US$ 3,02 por libra dan al fisco ingresos estructurales adicionales de US$ 4.900 millones anuales. Las cifras anteriores hacen empalidecer los supuestos US$7 00 millones que el Gobierno pretende recaudar con su propuesta tributaria, castigando a empresas que como porcentaje del producto ya pagan más que la mayoría de los países de la OCDE y poniendo en riesgo con ello el círculo virtuoso del crecimiento. Desgraciadamente nadie parece percatarse en el intertanto de que el fisco subió su gasto en 6 puntos del producto entre el 2007 y el 2009, sin que se perciban beneficios equivalentes al esfuerzo.
Aún con su moderación después de 1998, el progreso ha llegado a todos y especialmente a los más pobres. A partir de 1985 el ingreso per cápita subió en 150%; por ese solo hecho alguien al borde del último quintil el año 90 habría subido sobre la mediana de la época. Las mejoras de expectativas de vida, mortalidad infantil, disponibilidad de agua potable, acceso a la educación, han sido todas más pronunciadas en los más pobres y con ello nos hemos hecho cualitativamente más iguales.
Es interesante destacar que aplicando la metodología de la Unión Europea a los datos de gasto de la encuesta de hogares del INE, imputando valores por arriendo, el coeficiente de desigualdad GINI se estima en 0,41 en vez de 0,53 de la encuesta CASEN para ingresos monetarios, cifra que es la que se difunde normalmente. Esa diferencia significa mejorar 40 países en el ranking .
La tarea pendiente es aún muy grande y hay que saber cómo encararla. El país pasó de tener un 23% del PIB per cápita de EE.UU. en 1980 a tener 34% hoy. Pero otras naciones como Argentina y Venezuela lo habían hecho aún mejor antes, pero al sucumbir en ideas populistas quedaron estancadas o retrocedieron. Es de esperar que por seguir quimeras de moda no tengamos el mismo destino.
Si queremos cerrar esa brecha se necesita mayor ahorro interno, ya que aún con los actuales precios del cobre tenemos déficit externo. El ahorro proviene en dos terceras partes de las empresas y es evidente que con más tributos se hará difícil, sino imposible, progresar más rápido".
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