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Chile y la Guerra de las Malvinas por Ernesto Videla Cifuentes


Diario El  Mercurio, Viernes 06 de Abril de 2012   

http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/04/06/chile-y-la-guerra-de-las-malvi.asp


El general argentino, Mario Benjamín Menéndez, quien fuera Gobernador militar de las Malvinas durante la guerra, acaba de decir que "los chilenos no se portaron como hermanos, se portaron como cerdos". Es una ofensa inaceptable, fruto seguramente de su frustración por haber sido él quien firmara la rendición de su país ante el Reino Unido, viendo cómo se arriaba el pabellón argentino izado en las islas desde el 2 de abril hasta el 14 de junio de 1982. Sin duda experimentó el acto más oprobioso para un militar. Pero él mismo se encargó de desvirtuar su imprudente comentario al admitir que Argentina no estaba preparada para "una guerra en una isla, sino para una guerra con Chile". Por cierto, aunque eso fue efectivo, los chilenos nunca ofendimos a los argentinos tratándolos de "cerdos".
Una guerra se sabe como empieza, pero no como termina. De los triunfos todos son autores, no así de las derrotas. Sin embargo, en el segundo caso, los jefes militares en general hacen honor a sus instituciones y al país, cuando asumen sus responsabilidades, en vez de buscar las excusas del fracaso: un acto de honor.
Argentina perdió la guerra por la exclusiva responsabilidad de quienes la llevaron a emprender una aventura que, a juzgar por las propias declaraciones de sus actores, era tan inviable como irresponsable. En ella, nada tiene que ver Chile. En efecto, la Fuerza Aérea argentina tuvo los mayores éxitos en términos militares por el número de navíos ingleses que hundió y averió, tarea que no habría podido cumplir si, como se afirma, la información que se entregaba desde Chile hubiese sido tan importante. Resulta una ofensa a la calidad profesional de la Armada argentina sostener que el hundimiento del crucero Belgrano se debió a la información de inteligencia chilena porque su mando, sin duda, debería saber el peligro que significaba la presencia del submarino nuclear inglés. Que un lord británico pretenda hoy inmiscuir a Chile en la responsabilidad que le cabe al Gobierno inglés en aquella operación, es ofensivo para la Real Armada inglesa y un aprovechamiento político pequeño, propio de la coyuntura informativa que ha despertado la guerra al cumplirse su trigésimo aniversario.
En 1982, cuando se produjo la ocupación argentina de las Malvinas, ambos países participaban en la mediación de la Santa Sede sobre el diferendo austral.
El 8 de enero de 1979, gracias a la intervención del Papa Juan Pablo II se evitó la guerra de Argentina contra nuestro país, que contaba con un respaldo popular tan significativo como el que recibió el general Galtieri cuando anunció en la Plaza de Mayo la ocupación de las Malvinas, incluyendo la quema de banderas chilenas. En una encendida intervención dijo: "Que saquen el ejemplo de lo que estamos haciendo ahora, porque después les toca a ellos". Según él, era el comienzo de la recuperación de "las islas" (Picton, Nueva y Lennox). Lo que se conoció luego como el Plan Rosario que, para fortuna de los chilenos, empezó por las ocupadas por los británicos.
El Gobernante argentino había dicho que se le podía decir "no" al Papa polaco. Efectivamente, desde el 12 de diciembre de 1980 su gobierno no daba respuesta a la propuesta del mediador. El 29 de abril de 1981, el general Galtieri, siendo tan sólo comandante en jefe del Ejército, cerró la frontera con Chile.
En enero de 1982, el Gobierno argentino había anunciado que denunciaría el Tratado de Solución Judicial de Controversias de 1972, por el cual ambos países estaban obligados a someter sus diferencias a la Corte Internacional de Justicia. Eso significaba dejar pasar el tiempo hasta que expirara la vigencia del mencionado instrumento de solución de controversias, y que sin responder al mediador, conduciría al fin de la gestión del Santo Padre. Fracasada la mediación y sin solución pacífica de controversias, Chile habría estado obligado a negociar de manera directa, bajo la eventualidad de la amenaza o del uso de la fuerza.
En estas circunstancias, el Gobierno militar argentino previó que Chile podía aprovechar militarmente su debilidad y, para neutralizarla, destinó al Quinto Cuerpo de Ejército con sede en Bahía Blanca, la "joya" de la institución que había sido potenciado para enfrentar a Chile. Pues bien, los chilenos, a los que el general califica con tan grosero apelativo, hicieron honor a su compromiso con la paz, la hermandad con el pueblo argentino y respeto por el Santo Padre que luchaba por zanjar nuestras diferencias.
La historia es larga y basta concluir que, como se dice en los informes de las FF.AA., luego de la derrota en Malvinas, Argentina no estaba dispuesta a aceptar la propuesta papal. Sólo el 2 de mayo de 1985 se aprobó y se canjearon los instrumentos de ratificación del Tratado de Paz y Amistad, con dificultades hasta el último minuto. Poco más de siete años habían pasado desde que cinco jueces elegidos de común acuerdo y por unanimidad acogieran la posición chilena en el juicio sobre el Canal Beagle, y el Gobierno argentino declarara "Insanablemente Nula" una sentencia inapelable y cuyo cumplimiento estaba entregado al honor de ambas naciones. ¿Tiene sentido seguir hurgando en la eventual incidencia que tuvo Chile en el resultado de la guerra? Sólo le hace daño a unas relaciones que tanto ha costado reconstruir y, en especial, a la labor que han realizado los mandos de las FF.AA. de ambos países construyendo confianza. Los comentarios del general Menéndez ofenden tanto a su institución como al hermano pueblo argentino. Más aún, daña los intereses de su país en el caso, porque afecta negativamente las condiciones para que Argentina fortalezca el respaldo político que requiere para su reclamo por la soberanía de las Malvinas

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