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En la sombra de los palos borrachos



por David Gallagher
Diario El Mercurio, Viernes 10 de Febrero de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/02/10/en-la-sombra-de-los-palos-borr.asp 

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Me gusta ir a Buenos Aires en febrero. La gente ya ha vuelto de sus vacaciones de verano, por lo que están los amigos, y hay como tener reuniones de trabajo productivas. Por otro lado la ciudad se ve muy bien, gracias sobre todo a los palos borrachos, árboles que en esta época están en plena floración. Coloradas o rosadas, con atisbos de amarillo, las flores, con sus cinco pétalos horizontales, parecen hélices, y donde quiera que estén, levantan el ánimo. Estos árboles le dan a Buenos Aires un colorido que no tiene ninguna otra capital en febrero, por lo menos ninguna que yo conozca. Por cierto también hay algunos, más escasos, de flor blanca, cuyos troncos son muy especiales: se van ensanchando hacia arriba, para después adelgazarse, como si fueran jarrones, o floreros. Desde los taxis que me llevan de una reunión a otra, me dedico a buscarlos, preguntándome cuánta agua han logrado almacenar en sus troncos, porque esa es la función biológica de su abultamiento.
El tema no es menor en un país en que se ha sufrido este año una tremenda sequía. Se cree que la cosecha de cereales va a caer mucho en volumen, lo que es una pésima noticia para el modelo económico que ha prevalecido desde que gobiernan los Kirchner. Porque por voluntaristas que ellos hayan sido, siempre se ocuparon de que hubiera un sustancioso superávit en el comercio exterior y en las cuentas fiscales. Una baja en la cosecha produce un deterioro en ambos frentes.
En realidad, desde la reelección de Cristina Fernández en octubre, el modelo de los K ha estado en crisis. Antes de las elecciones, había un masivo boom de consumo, producto del atraso cambiario, de una política monetaria muy holgada, y de sueldos cuyos incrementos superaban con creces la inflación. Esta confluencia de factores se venía acumulando desde el comienzo de la era K, pero se había acrecentado en 2010-2011. Según un excelente informe de M&S Consultores, desde 2002 la inflación ha sido del 400 por ciento, y la devaluación de sólo 330 por ciento, pero sólo en el bienio 2010-11 los salarios crecieron 72 por ciento, los precios 57 por ciento, y el tipo de cambio apenas un 12 por ciento. La sustentabilidad del resultante boom de consumo, y su corolario en una pérdida progresiva de competitividad, ya no era ni remotamente creíble. Por eso se dio una fuga de capitales de 24 mil millones sólo en 2011, más de un cuarto de los 90 mil millones fugados en total desde 2003.
Algunos tenían la esperanza de que, con la legitimidad de su triunfo, la Presidenta iba a imponer políticas más ortodoxas, para transitar hacia una economía más viable. Pero sus instintos voluntaristas la han conducido a atacar los síntomas y no las causas. Por tanto se están instalando en Argentina nada menos que controles cambiarios y de importaciones. Éstas, en Argentina, son casi todas de bienes intermedios, esenciales para la industria, lo que hace que su control sea absurdo; para qué hablar de las represalias que seguramente vendrán de países que compran productos argentinos.
Todo hace pensar que el 2012 va a ser difícil. El boom de consumo ya no da para más, lo que va a tener a la gente de mal humor. Los sindicatos ya se están preparando para rechazar cualquier reducción en los salarios reales. Habrá más huida de capitales y, como consecuencia, los guerreros de la Casa Rosada querrán identificar a más y más enemigos, lo que ahuyentará aún más la inversión. Ya están en la mira Repsol-YPF, los bancos, los ejecutivos en general, por sus sueldos excesivos y, desde luego, Gran Bretaña.
Mientras todo esto ocurre, los palos borrachos irán perdiendo sus flores, pero ellas reaparecerán dentro de un año. Para que florezca de nuevo la economía, habrá que esperar mucho más.

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