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La prosperidad y el bienestar no se cimientan en el odio ni en las ruinas. Es menester cuidar con esmero lo alcanzado y custodiar la unidad de todos los chilenos.‏









por Adolfo Ibáñez
Diario El Mercurio, lunes 5 de mayo de 2014


Cuando un matrimonio de modesta condición alcanza el sueño de tener una casa propia, no se le ocurre desecharla por las deficiencias que presenta. Es un logro demasiado grande para perder esa oportunidad. De aquí que se ponga a la tarea de mejorarla y ampliarla desde el primer momento. Las grandes villas que han proliferado en todas las ciudades del país están marcadas por esta impronta de sus vecinos, que refleja su entrega, esfuerzo y tesón en beneficio del bienestar familiar. Esta actitud expresa fortaleza, sensatez y confianza en sí mismos.

Del mismo modo, cuando nacieron los actuales universitarios, en muchos casos sus padres tenían la ilusión de que llegaran a ser profesionales, pero no tenían los medios y, siendo realistas, sabían que eso estaba fuera de sus posibilidades. Sin embargo, hoy los hijos universitarios son una realidad en todos los grupos sociales. Este es un cambio que ha ocurrido en el país durante la corta vida de estos jóvenes.

Estos ejemplos y otros más son logros que es menester cuidar. Gobernar un país es como cultivar una planta: hay que regarla, limpiarla, podarla y guiarla constantemente, pero conforme con la naturaleza que le es propia. Y si ha estado mal cuidada y eso la tiene desmejorada, con mayor razón hay que dedicarle atención para recuperarla. Pero jamás se la desecha con el pretexto de que uno va a traer otra más espectacular: la historia nos muestra que siempre que se ha propugnado el reemplazo de lo existente por alguna ilusión maravillosa, se sume en la angustia a los más débiles y solo queda un reguero de ruinas y escombros.

El afán del Gobierno por introducir cambios radicales e inmediatos en numerosas materias, ofreciendo puras maravillas y apuntando con el dedo del odio a pretendidos culpables, manifiesta una debilidad intrínseca que apenas disimula el "Programa". Este camino contradice la prudencia y el tesón que ha exhibido la gente más modesta, y que les ha permitido lograr un bienestar y unas metas inalcanzables hasta hace poco. Así como el Transantiago olvidó la experiencia de la antigua Empresa de Transportes del Estado, las promesas en salud y educación olvidan también la pésima gestión estatal en esas materias. Del mismo modo, el extremismo político olvida la desgraciada experiencia revolucionaria y totalitaria que no tuvo otra salida que el Once. La prosperidad y el bienestar no se cimientan en el odio ni en las ruinas. Es menester cuidar con esmero lo alcanzado y custodiar la unidad de todos los chilenos.

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