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¿Qué sabemos de los personajes que conservan, pierden o recuperan el alma?‏



HECTOR SOTO, DIARIO LA TERCERA, 
VIERNES 16 DE MAYO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/05/16/HECTOR-SOTO/MUERTE-DE-UN-DOCUMENTALISTA/Malik Bendjelloul

Muerte de un documentalista

Vaya uno a saber qué demonios lo acosaron. Tenía apenas 36 años y un documental en su trayectoria que le contó al mundo una historia increíble. La de un músico y cantante norteamericano de origen mexicano, Sixto Rodríguez, que no obstante su calidad no alcanzó a calificar en su momento, en los años 60, en términos de viabilidad profesional, y que después de grabar dos álbumes notables terminó desertando de la música. Su trabajo a nadie le llamó la atención y sus discos nunca se vendieron. No se vendieron en Estados Unidos, pero sí poco tiempo después, cuando Sixto Rodríguez ya no era nadie, fueron un hit en Sudáfrica. El problema es que él nunca lo supo y esa es la historia que contó Searching for Sugar Man. La película de Bendjelloul, amable, algo tramposa, pero no por eso menos emotiva, porque Sixto Rodríguez llevó una vida muy oscura como obrero en Detroit, pudiendo haber sido una estrella al otro lado del mundo, le valió el Oscar al Mejor Documental del 2013. Fue una buena recompensa a los cinco años de obstinación, de paciencia e indagaciones por cielo, mar y tierra, que su autor invirtió para sacarla adelante.
Con la vida, en cambio, no se la pudo. Siempre se podrá aducir que fue un accidente. La modernidad se ha vuelto muy fecunda en estas explicaciones que, en el fondo, reducen un poco la estatura trágica del suicidio. Quién no sabe que el uso más o menos extendido de drogas duras mezcladas con alcohol puede llevar a lugares donde no necesariamente el consumidor quiera ir. Con esa sensación nos quedamos tras la muerte de Philip Seymour Hoffman, que es la misma que antes habíamos tenido con River Phoenix. Pero son sólo sensaciones porque sabemos poco. Fassbinder, que murió a mediados del 82, también dejó plantada una interrogante descomunal e incluso mayor. De hecho, había entrado a una fase tan crítica y autodestructiva de desdichas, aislamiento y excesos, que es lícito preguntar a su respecto si cabía otro desenlace. Hasta la muerte de Pasolini, que no fue por suicidio sino por asesinato, podría haber tenido algo de acatamiento al destino y a una sentencia que estaba dictada desde hacía mucho antes. Hacía meses que el realizador no estaba siendo una figura viable, por decirlo así, en la escena cultural y política italiana. Pero tampoco hay que darlo por hecho. Sabemos poco y está bien que así sea: no tenemos por qué saber más.
Alguna vez Scorsese, orillando estos temas, habló de personajes que conservaban, perdían o recuperaban el alma. Sí, es una categoría demasiado inasible, no obstante que todos intuimos hacia dónde apunta. Se podría decir que Travis Bickle pierde su alma en Taxi driver, que Jake LaMotta la recupera en Toro salvaje o que Jordan Belfort no va a parar hasta que vuelva a perderla en El lobo de Wall Street. Aunque pueda ser un reduccionismo plantearlo así, quizás la disyuntiva va por ahí: ¿Valdrá la pena vivir sin alma cuando alguien, algo o tú mismo la rompiste? ¿O incluso cuando nunca la tuviste? Algunos dirán que sí. Otros no. 

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