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La disputa por la clase media


El progreso ha traído como una consecuencia paradójica una mayor polarización política, pues entre los distintos sectores hay quienes reniegan de las causas de los avances recientes del país...


"Chile cambió", suele ser la explicación para muchas de las reformas que está impulsando el gobierno de Michelle Bachelet. Como el país ha pasado a ser diferente, requeriría de una nueva Constitución, un nuevo sistema tributario, un cambio radical en la educación, en la salud, en la previsión y posiblemente en otros campos. Pero los cambios más llamativos de Chile han sido los que corresponden a un progreso económico continuo por cerca de 30 años, que nos ha conducido de ser un país con una alta proporción de pobres a uno dominado por la clase media. Si el resto de América Latina aún no sale de la primera etapa de superación de la pobreza y continúa con una proporción superior al 30 por ciento viviendo en esas condiciones -con algunos países con más de la mitad de su población afectada-, en Chile los principales problemas son los que corresponden a una clase media preocupada por perseguir sus variados intereses, entre ellos la educación de sus hijos, sus condiciones materiales de vida o sus futuras pensiones.

No obstante, el progreso ha traído como una consecuencia paradójica una mayor polarización política, pues entre los distintos sectores hay quienes reniegan de las causas de los avances recientes del país. Ha surgido así cierta falta de diálogo que ha conducido a un debate áspero entre las dos corrientes principales. En tales circunstancias, cabe esperar la aparición de una disputa por la representación de la clase media, menos politizada y naturalmente refractaria a los extremos. En ese contexto, ciertos grupos políticos comienzan a enfrentar el cambio que ha experimentado Chile con posturas diferentes, tratando de interpretar el carácter nacional y las aspiraciones más sentidas de las capas medias, sin renegar de las políticas que hicieron posible el progreso conseguido.

Así, Andrés Velasco, anterior mano derecha de la Presidenta Bachelet, plantea un discurso conciliador, algo a la izquierda del centro, pero cuyo interés fundamental es representar a la clase media. Preocupado por las pequeñas y medianas empresas, que viven en gran medida del éxito de las grandes, y de los jóvenes estudiantes que desean surgir en instituciones tales como el Instituto Nacional, expresa una actitud que en los hechos se plantea como alternativa al discurso y medidas que la Nueva Mayoría impulsa. En la UDI, la renovación de su directiva ha permitido alcanzar el primer plano a una nueva generación de políticos, que también aspiran a representar al mismo grupo medio de la sociedad desde una perspectiva de derecha. Su recién asumido presidente, Ernesto Silva, ha dicho: "La clase media nos necesita hoy como nos necesitaron ayer los más pobres de Chile y a esas personas tenemos que hablarles". Su propósito es dirigirse a quienes enfrentan las dificultades e inquietudes propias del tránsito al desarrollo, para responderles desde la libertad y las oportunidades. Renovación Nacional, a su vez, lleva tiempo abogando por el mismo mensaje.

No es extraño que en medio de esta crispación política por la que atraviesa el país surjan dirigentes medidos que declaran su intención de otorgar voz a los sectores más moderados. Por ahora parecen estar organizándose, pero dentro de poco podrían tener un impacto mayor en la discusión. Por cierto, se extraña en esta disputa por la clase media un rol más protagónico de la Democracia Cristiana, siempre interesada en reflejar el pensamiento dominante en ese sector social. En ese partido se han producido divisiones internas, en las cuales algunas de sus figuras que reivindican los procesos de modernización vividos por el país se han acercado hacia los planteamientos de Andrés Velasco. De hecho, tanto en el centro de estudios como en el movimiento que el ex ministro impulsa, Fuerza Pública, aparecen participando dirigentes DC. Los esfuerzos de la actual directiva democratacristiana por marcar matices respecto de las grandes reformas impulsadas por el Gobierno evidencian la preocupación que el tema suscita, pero resultan limitados por el rechazo que ante esa actitud expresan los parlamentarios y dirigentes de la disidencia interna.

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