Lo primero que debe hacer la autoridad es dar una señal política de compromiso para la reconstrucción, haciendo público un presupuesto holgado, un plan y un cronograma con metas explícitas. Lo segundo, en lugar de nombrar delegados presidenciales que entorpecerán la acción, debería haber empoderado a su intendente regional para que conforme una “fuerza de tarea” con los mejores urbanistas, arquitectos e ingenieros porteños, que en concordancia y autoridad sobre todos los equipos sectoriales públicos y proveedores de servicios, diseñen un plan maestro de reconstrucción o relocalización parcial de las comunidades en los cerros. Dicho plan no debería tomar más de 90 días y debiese ser un “puente de certidumbre” sobre el cual la comunidad pueda participar y entender las ganancias o sacrificios que cada uno deberá hacer para volver en forma segura a los cerros.
Una de las premisas del plan de reconstrucción sería determinar los “ajustes de tierra” necesarios para reformular la estructura de calles, vías de evacuación, barreras cortafuego, equipamiento social y espacio público para un retorno seguro. Esto redefinirá los límites prediales de muchos vecinos, “cesiones” que deberán compensarse vía expropiación o bonos de densificación, para que donde había una casa puedan reconstruirse viviendas multifamiliares, con opción preferencial para los allegados damnificados. Esta fue la clave del éxito en Kobe (Japón) y fue estudiado por el centro ProUrbana de la UC luego del 27/F.
Una vez determinada la nueva estructura urbana, se deberá avanzar rápidamente en la reconstrucción en sitio propio para ese 60% de propietarios formales de sus terrenos, y establecer un plan de vivienda temporal -arriendo y aldeas de emergencia- mientras se acompaña a las familias de campamentos en buscar soluciones de localización en zonas seguras lo más cerca posible de sus tomas originales. Estas alternativas pueden ser proyectos de redensificación urbana en el plano de la ciudad, o densidad y baja altura en terrenos del cerro aptos y donde procuren mantener la identidad del barrio.
Si creen que esto es imposible, los invito a visitar Dichato, donde un equipo local empoderado por la intendencia y liderado por el ahora Premio Nacional de Urbanismo, Sergio Baeriswyl, logró en menos de cuatro años reconfigurar el espacio público para proveer infraestructura de mitigación de riesgos, erradicar y relocalizar en zona segura a miles de familias de allegados y tomas que vivían en riesgo, redensificar el borde costero con edificios diseñados para evacuación vertical y orientados a familias de damnificados, diseñar viviendas seguras para que los pescadores volvieran al mar y procurar espacios públicos para recuperar la economía de la ciudad. Lo hemos hecho, y podemos hacerlo mejor, no sigamos evadiendo la responsabilidad nombrando delegados sin poder; volvamos al cerro aprendiendo de las experiencias previas y confiando en la capacidad local.
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