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"Ningún gobierno es demasiado perfecto como para ignorar la opinión de los que no lo ejercen", decía sabiamente Lincoln.‏


Diario El Mercurio, Domingo 27 de abril de 2014

Impuesto y desigualdad


Señor Director:

Reconozco que a menudo la izquierda tiene propósitos nobles -como el de aminorar la desigualdad- que yo personalmente comparto. A mí también me perturba esa brecha. Sin embargo, compartiendo tal objetivo, aprecio que la izquierda se equivoca -aquí y en la quebrada del ají- en la elección de la herramienta para lograrlo.

Es el caso de la actual reforma tributaria. No conozco ningún país que haya elevado los impuestos en un 100% (17% a 35%) en tan solo unos años. Sospecho que subir la tasa de impuestos en esa magnitud -además de otros tributos específicos y eliminación del FUT- nos va a conducir a una especie de "Transantiago económico-tributario", que en mi opinión las autoridades no están sopesando debidamente. Ello simplemente porque, con tal visión estática, están ignorando esa dinámica y virtuosa cadena económica conformada por expectativas-ahorro-inversión-crecimiento-mayor empleo-mayores salarios-mayor consumo y finalmente mayor recaudación tributaria. Muy pronto, cuando el crecimiento se ralentice y el desempleo comience a empinarse, las actuales autoridades van a caer en cuenta de haber elegido la herramienta equivocada para conseguir un propósito que -reitero- me parece noble y correcto.

Por otra parte se dice que tal reforma busca allegar ingresos fiscales para la otra -la educacional, sin duda el más adecuado remedio contra la desigualdad-, objetivo que también comparto. Pero, ¿cuál reforma educacional? Se ha hablado y luego retrocedido en tantas propuestas.

En la actividad privada, cuando una empresa recurre al mercado para un aumento de capital buscando recaudar recursos para un nuevo proyecto, lo primero que hace es explicarles detalladamente ese plan a los eventuales aportantes. El Estado simplemente no lo hace y, por tanto, esa eventual mayor recaudación termina indefectiblemente en un saco roto sin ningún resultado positivo palpable. La historia reciente de los sectores de salud y educación son un ejemplo patético de aquello.

La así llamada bancada educacional, debiera abogar por una combinación inteligente entre subsidios a la oferta (hacia los establecimientos educacionales debidamente acreditados) combinada con un aporte directo hacia los estudiantes o a sus padres, para que ellos elijan lo mejor. Solo así se incentiva la calidad que tanto se busca y nunca se encuentra. ¡Me parece que se está colocando la carreta delante de los bueyes!

Me consta que sectores empresariales y también de la actual oposición política, simpatizan con el objetivo global del Gobierno a este respecto. Me consta también que simpatizantes de la actual coalición gobernante están silenciosamente preocupados por las consecuencias que este par de reformas precipitadas pueden acarrear en Chile. Es el momento de consensuar, dejando de lado el voluntarismo y conduciendo también con inteligencia y liderazgo la -a mi juicio atendible- opinión de la calle. "Ningún gobierno es demasiado perfecto como para ignorar la opinión de los que no lo ejercen", decía sabiamente Lincoln.

Fabio Valdés C.

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