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Marx, un pasatiempo

Marx, un pasatiempo
por Juan Guillermo Tejeda
Diario Las Últimas Noticias, miércoles 30 de abril de 2014

La majestuosa imagen de Marx
dominó ampliamente el siglo veinte.

Era él una especie de viejo pascuero moreno
y con cara de "tiemblen, burgueses".

Acompañado a veces en la foto
por su amigo y auspiciador,
el empresario Federico Engels,
fundó la Internacional Comunista,
cuyos símbolos eran una hoz
que se clavaba en el escote
de las viejas chicas
o estaba presta para cortar
la cabeza de los oligarcas
y todo aquel que no 
sintonizara con esta praxis
y un martillo que golpeaba
la calva lustrosa y las dedos
ávidos de los banqueros.

Marx le dio nuevo nombre a todo.

Los pobres pasaron a llamarse proletarios,
a los ricos les puso burgueses,
la clase media pasó a ser la pequeña burguesía
y la religión fue el opio del pueblo.

Temer o amar a Marx ha sido fácil.

Leerlo, en cambio, es complicado,
sobre todo su tratado El capital,
en tres densos tomos de párrafos acorazados.

Allí dio la vuelta a las teorías económicas,
mostrando que mientras los proletarios
sólo tienen a su prole y se ven forzados
a vender su fuerza de trabajo,
los capitalistas acumulan ganancias
gracias a la plusvalía.

El Manifiesto comunista, eso sí,
es una lectura nutritiva y sencilla
para revolucionaros, indignados e insumisos.

El texto es un panfleto incendiario
que anticipa ya en 1848 
los procesos de internalización,
revolución y globalización.

En clave más humanista están
sus Manuscritos económico-filosóficos.

Trabajar, según Marx, es hermoso
cuando se hace desde la libertad
con el fin de dominar a la naturaleza.
[Hay otros que prefieren coexistir
pacíficamente con ella y consideran
el trabajo, sin duda como algo necesario,
aunque en la práctica lo sienten más bien
como una intromisión en la vida privada].

Si llueve y me mojo, puedo seguir
acurrucado en una cueva oscura,
o puedo quizás construirme una cabaña.

Es un trabajo que hago
para disfrutar de sus resultados.

En cambio trabajar doce horas
en una fábrica espantosa
me convierte en un esclavo.

Es trabajo enajenado.

La explotación de unos por otros
a través del trabajo no es
un buen sistema para la humanidad,
sostiene Marx.

Cuando se terminó la dote de su esposa,
vino la miseria, muriendo dos de sus hijos
de desnutrición y frío.

Marx sufría 
de dolencias psicosomáticas,
entre ellas las derivadas 
de unos poderosos furúnculos
que le impedían estar sentado.

El comunismo por él propuesto
no fue tal vez una buena idea.

Cada vez que llegan al poder
los comunistas no saben cómo
conjugar su sistema sin explotación
con la democracia, y a poco andar
empiezan a gobernar policialmente
o militarmente, siempre muy enojados.

El saldo de víctimas de los comunismos reales
es atroz; lo calculan los especialistas
en hasta cien millones de vidas humanas,
sin contar detenciones, exilios, torturas,
campos de concentración, censuras
y otras asquerosidades.

Hoy, la lectura de Marx
es un pasatiempo vintage.

Sin embargo, mientras subsista
la injusticia y haya algunos
que se hagan más y más ricos
en tanto otros apenas logren
ser pobres, seguirá habiendo
un interés por las hoces,
los martillos y el puño en alto
[con las consecuencias previsibles].

[Parece que por ahí no va la cosa.]

[Siga participando...]

1 comentario:

  1. Y una verdadera pesadilla.
    Cuando veo banderas rojas
    con la hoz y el martillo,
    inmediatamente se me vienen
    a la mente los ríos de sangre.

    Es como ver banderas nazis
    con swásticas y no pensar
    en la devastación de la
    Segunda Guerra Mundial,
    en campos de concentración
    y cámaras de gas.

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