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Hoy no sería razonable involucionar hacia una posición fetal que nos proteja de los riesgos propios de un período convulsivo‏


Diario El Mercurio, Miércoles 30 de abril de 2014

Profesores: hay que hablar

"Somos muchos miles y llegamos a cientos de miles de jóvenes. Y si nuestra posición es habitualmente de enorme influencia, cuando en el país se viven tiempos de confusión, nuestra responsabilidad es todavía mayor..."


La última información disponible afirma que el año pasado había algo más de 63 mil puestos de trabajo para profesores universitarios en Chile. Y la cifra real es aún mayor, porque hubo cuatro corporaciones que no entregaron sus datos.

Somos muchos miles y llegamos a cientos de miles de jóvenes. Y si nuestra posición es habitualmente de enorme influencia, cuando en el país se viven tiempos de confusión, nuestra responsabilidad es todavía mayor.

Hoy no sería razonable involucionar hacia una posición fetal que nos proteja de los riesgos propios de un período convulsivo; si lo nuestro es normalmente el ritmo pausado y la paciencia de los medianos plazos, las amenazas que ahora se ciernen sobre la naturaleza misma de nuestra actividad -educación superior- exigen de nuestra parte un cambio de ritmo: métale energía y velocidad.

Tenemos que hablar. Y hablar con convicción.

Habrá que hacerlo en charlas informales o en conferencias solemnes, en mesas redondas o en debates; a veces será útil una comida o un encuentro vespertino, entre cafés o cervezas; lo que sea, pero tenemos que hablar.

Hablar con nuestros alumnos más allá de las clases.

Porque la inmensa mayoría de los profesores universitarios chilenos sabemos que lo que le pase a la educación terminará pasándoles a todas las otras actividades. Y resulta que justamente nuestra característica -sí, la de los más de 63 mil que formamos personas- es que preparamos a los jóvenes para la totalidad de los mundos reales, para la vida entera: universidad, universalidad.

Por eso, tenemos la obligación de hacerlos pensar sobre algunos puntos centrales.

Estimados: Todo cuesta, nada es gratis; suponer que pueden beneficiarse de no pagar su educación superior implica acostumbrarse a pedirlo todo, a destruir el vínculo entre esfuerzo personal y logros. No es natural, no les conviene. Les jugará en contra a corto plazo.

Señores: La calidad no se decreta. Se trabaja desde la sumatoria de las capacidades y de los esfuerzos, es inspiración y transpiración. Cada uno de ustedes alcanzará plenitudes humanas desde sí mismo y con la ayuda de los demás, no desde el ministerio.

Jóvenes: Endeudarse es condición vital; todos los humanos somos deudores, desde la concepción a la muerte natural. Suprimir nuestra libertad para asumir ese riesgo es privarnos de la relación presente-futuro, determinar nuestros proyectos a la planificación del grupo hegemónico.

Alumnos: Ya han sido seleccionados, y seguirán siéndolo; también ustedes han seleccionado y seguirán haciéndolo. Lo importante es que esa evidente manifestación de libertad la realicen con justicia, dándole a cada uno lo suyo. Por eso, niéguense al sorteo, a la chuña, al azar, que son injustos.

Muchachos: 

Hoy no sería razonable involucionar hacia una posición fetal que nos proteja de los riesgos propios de un período convulsivo‏


1 comentario:

  1. Un comentario muy al margen.

    La discusión de fondo, a veces nos distrae de las formas que también tienen su valor.

    Un autor de una columna de opinión, no sólo se ve periódicamente enfrentado a plantear su parecer acerca de temas relevantes, desde su particular perspectiva, que como suele ocurrir con casos como Axel Kaiser y el propio Rojas, despiertan arduos y ardientes debates. Sin embargo, eso no es todo. También hay aquí un desafío permanente a la pluma de autor. Su estilo.

    Si bien Gonzalo Rojas Sánchez es conocido por el ardor y valentía con que defiende sus convicciones, las que ciertamente no tienen por qué ser compartidas; Gonzalo pareciera privilegiar el fondo de lo que le interesa plantear más que intentar lucirse con cuestiones de forma. Sin embargo, de vez en cuando constatamos, algo que no pasa completamente desapercibido para este humilde pelafustán: la calidad de su pluma desplegada en una que otra frase, funcional a lo que se dice, sin apelar a una retórica grandilocuente o efectista, sino inmersa en la dinámica de un lenguaje finamente calibrado, revelador de su cultura y lecturas.

    Obviamente no pretendo que otros compartan mi juicio de valor, pero al menos quisiera, aunque tardíamente, llamar la atención de este breve fragmento (de entre varios otros en los que he reparado en el pasado, sin decirlo públicamente): «Hoy no sería razonable involucionar hacia una posición fetal que nos proteja de los riesgos propios de un período convulsivo...»

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