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Guardando el sentido de las proporciones, las deserciones y la indisciplina han sido gratis‏



HÉCTOR SOTO, DIARIO LA TERCERA, 
SÁBADO 26 DE ABRIL DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/04/26/HECTOR-SOTO/EL-SENTIDO-DE-LAS-PROPORCIONES/1914274

El sentido de las proporciones


El desafío no es expresar lo distintos que somos, sino demostrar cómo, a pesar de eso, somos capaces de ponernos de acuerdo en algunas cosas para convivir en paz.
No está en absoluto comprobado que el Estado chileno puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo. El sistema político, que ya está bastante presionado con la reforma tributaria, por la enorme complejidad de los cambios propuestos y porque nadie conoce muy bien los alcances que tiene el sistema de base devengada desde las medianas empresas hacia abajo, deberá repartirse ahora entre los impuestos y el cambio del sistema electoral. A la gente de la calle, dado lo reducido del grupo afecto al global complementario, nada de esto le importa mucho. Sin embargo, no hay tema que a los parlamentarios les interesa más que el redistritaje y sistema electoral, de suerte que a este respecto habrá tanta o mayor tensión de la que trajo consigo la eliminación del FUT o el aumento del impuesto a las empresas.
El gobierno aduce que es ahora, cuando está partiendo el mandato legislativo y no cuando las elecciones parlamentarias crispen los ánimos y estén encima, que hay que entrar a conversar en serio del reemplazo del sistema binominal. El planteamiento es razonable. Lo que no lo es tanto es abrir el sistema electoral a mayor diversidad y fraccionamiento, sin generar en paralelo los incentivos para producir gobernabilidad facilitando la formación de mayorías.
Es posible que esto responda a que ahora todos, o casi todos, estamos embriagados con la idea de lo distintos que somos. Cuidado, eso sí, con deslumbrarnos con tanta paleta de colores. El desafío consiste en probar cómo, siendo efectivamente muy distintos, podemos ponernos de acuerdo en algunas cosas para convivir en paz y construir algo entre todos.
Es mentira -y más que mentira, una estupidez- repetir que el Chile de los últimos 30 años ha sido el reino de la desigualdad y de la exclusión. Este reduccionismo, que ni siquiera se sostiene al nivel de las consignas de las redes sociales, no es serio en términos políticos ni sano intelectualmente. Durante estos años, al país objetivamente le ha ido bien y lo que cabe hacer en adelante no es volver a fojas cero, no es volver al Chile del 73, sino a partir de aquí seguir construyendo.
Es cierto que el binominal, habiéndole dado estabilidad al sistema,contribuyó al desprestigio de la política, a la falta de competencia y al apernamiento de los parlamentarios. No es cierto que haya favorecido siempre a la derecha. Favoreció a los grandes bloques, sin duda, a costa de los independientes y los partidos pequeños. Era justo lo que se buscaba. Ahora vamos a ir al sistema proporcional. Sin embargo, sabemos que la proporcionalidad no es ninguna panacea. Chile la probó hasta los años 70 y lo que emergió de ahí, sin ser catastrófico, no fue estimulante: significó una constante atomización de los partidos, gobiernos en permanente pugna con el Parlamento o que partían con mayorías amplias que se iban debilitando. Esa fue la triste historia de González Videla, Ibáñez, Alessandri y Frei.
La miseria del presidencialismo chileno, exacerbada por la Constitución del 80, es que al final pone a los parlamentarios en una función tan secundona que la única manera que tienen para hacerse notar es siendo díscolos o yendo por la libre dentro de sus partidos. El factor ordenador que consultaba el sistema era el binominal, pero ya no estaba funcionando. Las deserciones y la indisciplina son gratis. A los parlamentarios no se les va la vida si al Ejecutivo le va bien o mal. En rigor, no es asunto de ellos.
El mérito que tenía el acuerdo DC-RN para reemplazar el binominal era que contemplaba un cambio del régimen político a un semipresidencialismo, que obligaba al Parlamento a generar acuerdos para formar gobiernos. En un sistema así, las deserciones, traiciones o indisciplinas tienen costos y pueden significar desde la caída de los gobiernos hasta elecciones anticipadas. En ese contexto, ser parlamentario comporta no sólo mayor responsabilidad, sino también más compromiso.
Comienza la discusión sobre el sistema electoral: buena oportunidad para abrirlo a mayor proporcionalidad, pero también para disciplinarlo con el sentido de las proporciones que entrega la experiencia histórica.

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