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Te están avisando

ASCANIO CAVALLO, DIARIO LA TERCERA, MARTES 9 DE SEPTIEMBRE DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/09/09/ASCANIO-CAVALLO/TE-ESTAN-AVISANDO/


La bomba casera detonada ayer en la tarde no es, por supuesto, la primera. Pero sobre todo, y aún más por supuesto, no es la última. Es sólo un cierto punto -todavía no sabemos cuál- dentro de una escalada con la cual un nuevo grupo antisistémico está usando el terrorismo como forma de acumulación de fuerza. Aún no es “propaganda armada”, porque el grupo no está todavía en condiciones de revelar su identidad política. Pero aunque sea oscura y aún difusa, sin duda la tiene.
Todos los aparatos insurgentes del último medio siglo han seguido el mismo patrón. En el caso chileno, los bombazos contra iglesias y comisarías han marcado los objetivos ideológicos. El atentado de ayer prolonga el de la estación Los Dominicos y ambos señalan la voluntad de envolver a capas más amplias de la población. Siguen la médula espinal del Metro, lo que indica que los violentistas han identificado a ese medio de transporte como el principal sistema nervioso de Santiago. Y aumentan de modo gradual su violencia, porque sin esa progresión corren el riesgo de languidecer.
El primer problema es siempre el financiamiento. En los 80, los grupos insurgentes acudían a los asaltos a bancos. En los últimos años se ha producido una epidemia de ataques al formato más moderno de la banca, los cajeros automáticos. Es seguro que en ello comparten blancos con los delincuentes comunes y estos últimos han de estar notificados -igual que en el pasado- de que les ha salido competencia al camino.
¿Y quiénes son? Obviamente, no están en los partidos que compiten por el voto, el gobierno y la escena pública. Son contrarios a este gobierno, al anterior y probablemente a todos los gobiernos. La matriz anarquista, vecina del ultraizquierdismo, tiene una larga historia en Chile y ha producido tanto intelectuales de fuste como anchas pandillas de coeficente cero.
La experiencia internacional muestra que son los mismos que desatan y administran la violencia en los actos masivos, desde los encapuchados de las marchas hasta las barras bravas. Y también otra cosa: que sus líderes casi nunca vienen de las clases pobres o del lumpen -que es la carne de cañón-, sino de las clases medias y medias altas, profesionales o a punto de serlo, suficientemente instruidos para dar alguna razón a sus actos.
El viejo prurito de la izquierda, que la violencia se explica por motivos sociales, como si algún hecho público no se pudiera explicar por las mismas razones, fracasa penosamente ante un fenómeno como el que detonó ayer. También fracasa el prurito de la derecha, según el cual estos delitos sólo se combaten con “mano dura”, como si la represión fuese más importante que la inteligencia.
Pero del mismo modo se desploma la idea de que se trata de estallidos aislados que se apagarán por falta de oxígeno, como parecen haber creído los últimos gobiernos. Al menos desde ahora, Chile -o Santiago, hasta que la “propaganda armada” decida desbordar sus episódicas incursiones en La Araucanía- se ha vuelto un lugar inseguro, y negarlo carece de credibilidad. El grupo que dirige estas acciones está consiguiendo el objetivo primordial de aglutinar a facciones dispersas, el objetivo lateral de insegurizar a los santiaguinos y, salvo que sufra un golpe decisivo en su conducción, seguirá avanzando en ese proceso. Es un aviso.

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