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En el último trimestre hemos tenido al menos seis estallidos de bombas, y en los últimos 10 años el número se eleva a 300. Si pensamos que se trata de eventos aislados, sin darnos cuenta de lo que realmente está pasando no es difícil aventurar cómo va a terminar la historia y lo difícil que será para el país lograr revertirla...‏

GONZALO SANHUEZA,


El ataque terrorista ocurrido el lunes pasado en la Estación Escuela Militar nos hizo recordar los ataques terroristas en Madrid y Londres, ocurridos en 2004 y 2005, respectivamente. Si bien es cierto que la magnitud de lo trascendido en Santiago fue significativamente menor, las posibles consecuencias para la sociedad son muy profundas, sobre todo porque nuestra historia reciente no registra un evento de similares características.
Desde el punto de vista económico, el costo que tendrá este atentado para nuestra economía va a depender de la evolución que sigan los acontecimientos.
Sabemos que ataques terroristas puntuales, donde un país es capaz de controlar la situación rápidamente y evitar nuevos ataques, en la práctica no se traducen en un menor crecimiento económico. La excepción a la regla sería el ataque a las Torres Gemelas, ocurrido en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, en el cual la magnitud del ataque provocó una fuerte caída en la confianza de los consumidores y un aumento de casi un punto porcentual en la tasa de desempleo, además de un fuerte impacto en las industrias relacionadas a los viajes, y la interrupción de las transacciones financieras por casi una semana. No obstante, en términos generales, pareciera ser que las estructuras económicas de los países son lo suficientemente fuertes como para soportar eventos de esta naturaleza y se requiere de ataques de la proporción del ocurrido en Estados Unidos para mermar el crecimiento económico de un país.
Ahora bien, distinta es la historia cuando un ataque no es controlado a tiempo y el país se sumerge en una ola terrorista como son los casos de Colombia, Israel o la Región Vasca, en España. En estos casos se afectan fuertemente las expectativas de los consumidores y empresarios, lo que reduce la demanda agregada. Los gobiernos, por su parte, tienen que destinar importantes recursos para aumentar la seguridad del país reduciendo la inversión en otras áreas, lo que disminuye el crecimiento de largo plazo. Al mismo tiempo, la inversión en áreas económicas de mayor riesgo, como son el turismo y la aviación, y en zonas geográficas que podrían estar más expuestas a ataques terroristas, como podría ser el caso de la IX Región en Chile, también disminuye.
En el caso de Chile, de continuar los ataques terroristas, los sectores más afectados serían el turismo y la inversión extranjera. De hecho, varios países ya han advertido a sus ciudadanos de los riesgos de ataques terroristas en Chile. Basta con visitar la página web del gobierno de Inglaterra que advierte a sus ciudadanos que van a viajar a Chile que existe una amenaza terrorista en el país y que,aunque los ataques son poco probables, estos incluyen los lugares visitados por los extranjeros como cajeros automáticos y el transporte público. No debemos olvidar que en el último trimestre hemos tenido al menos seis estallidos de bombas, y en los últimos 10 años el número se eleva a 300.
Así, esperemos que el país logre reaccionar a tiempo y. que no nos pase lo que alguna vez un colega colombiano a fines de los 90 me comentó respecto de lo que ocurría en ese momento en su país, en el sentido de que ellos nunca se dieron cuenta de la situación en la que estaban hasta que gran parte del sistema estaba corrompido por el terrorismo y el narcotráfico, mientras que por mucho tiempo pensaron que sólo se trataba de eventos aislados, sin mayor trascendencia. Todos sabemos cómo termino esa historia y lo difícil que ha sido para ese país lograr revertirla…

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