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No podemos entender todo de las personas que queremos‏



De amor y de oscuridad

 por Fernando Iwasaki
Diario El Mercurio, Revista de Libros
Domingo 20 de abril de 2014



Hay líneas que uno preferiría no escribir, pero sus puntas afiladas se abren paso desde las entrañas, reabren antiguas heridas y horadan la memoria hasta descubrir los tesoros, los zulos y los secretos más íntimos. El narrador mexicano Rafael Pérez Gay ha escrito uno de esos libros dedicado a la figura de José María Pérez Gay, escritor, ensayista, filósofo, traductor, diplomático y periodista, fallecido después de una larga y dolorosa enfermedad degenerativa. El cerebro de mi hermano es un descenso a la sombría región de la enfermedad alumbrado gracias a la luz del amor fraternal. Es un libro extraño en las letras de cualquier país y al mismo tiempo un monólogo descarnado para lectores de todas las lenguas.
Rafael Pérez Gay debutó como novelista con Esta vez para siempre (1990) y luego publicó Llamadas nocturnas (1993),Me perderé contigo (1998) y Paraísos duros de roer (2012), libros de cuentos que lo han convertido en uno de los maestros mexicanos de la narrativa breve. Sus colaboraciones en prensa han sido recogidas en varios títulos y no es casual que él mismo sea escritor, ensayista, editor, traductor y periodista, pues lo primero que uno advierte al leer El cerebro de mi hermano es cuánto quería y admiraba Rafael Pérez Gay a José María Pérez Gay. Recuerdo libros maravillosos dedicados a los padres fallecidos o a las parejas perdidas, pero creo que puedo afirmar que estamos ante el primer gran libro dedicado a la memoria de un hermano.
Y sin embargo, El cerebro de mi hermano no es una apología ininterrumpida. Todo lo contrario, a través de sus páginas uno descubre que los temas del libro son tres: la educación sentimental, la convivencia con la enfermedad y la propia relación fraternal, los tres con sus correspondientes regiones de amor y oscuridad.
Lo primero que uno podría pensar es que los hermanos Pérez Gay -germanófilo uno y afrancesado el otro- crecieron en el seno de una familia de intelectuales o de profesionales liberales cultos y acomodados. Nada más lejos de la realidad. La familia era de una modestia rayana en la pobreza y padeció incluso períodos de ruina. No obstante, la forma como gorreaban [se colgaban de] la electricidad de los vecinos o cómo se las apañaban sin agua caliente aparecen narradas con tanta gracia, que uno casi no es consciente del mérito que conllevaba crecer como humanista en aquel ambiente de estrecheces, peleas, abusos y reconciliaciones tan brutales como los conflictos cotidianos. Rafael era catorce años menor que José María y fue testigo excepcional de los enfrentamientos de su padre contra su hermano mayor, de la terca vocación intelectual de José María y de su partida hacia Alemania como becario. Aquellas porfías, discordias y sobre todo aquel mítico viaje iniciático formaron parte de la educación sentimental del pequeño Rafael, quien adoraba la máquina de escribir que reposaba en un armario, el papel cebolla de la antigua correspondencia aérea, los restos de la biblioteca portátil del hermano ausente y una maleta llena de cartas que años más tarde, mientras la vida de José María se apagaba, Rafal Pérez Gay abrió, y de las cuales señala: "En estas hojas, pensé, hay un mensaje para mí, voy a buscarlo". La belleza de las páginas dedicadas a esa compleja convivencia familiar viene decantada de una novela anterior - Nos acompañan los muertos (2009)-, donde Rafael Pérez Gay exorcisó a sus demonios familiares.
La convivencia con la enfermedad abre en canal El cerebro de mi hermano , pues el autor reconstruye de forma obsesiva y minuciosa todos los momentos del implacable avance del mal que acabó con José María Pérez Gay: la confusión de los recuerdos, los problemas motores, las primeras caídas, la progresiva pérdida del habla, la amputación de la lectura y la noche oscura del alma antes del fin. La narración consiente digresiones literarias, comentarios sobre los diagnósticos y reflexiones que no me resisto a compartir: "Los descubrimientos extraordinarios del doctor de Viena cambiaron nuestra idea de la intimidad, de la sexualidad, del mundo, pero retrasaron los avances de la neurología. A veces una tomografía puede develar una enfermedad que quisimos entender solamente como parte del edificio de la mente freudiana".
Finalmente, El cerebro de mi hermano es un homenaje al amor fraternal en general y a José María Pérez Gay en particular, pero lo primero que sabemos es que entre 2006 y 2009 los hermanos Pérez Gay se distanciaron por razones políticas. Reunidos de nuevo por la enfermedad, las diferencias jamás desaparecieron y Rafael las resumió así: "No podemos entender todo de las personas que queremos. Las regiones oscuras de quienes amamos dicen tanto o más que los espacios transparentes, luminosos, y conviene que aprendamos a vivir con esas sombras. Seguramente él pensaba lo mismo de mí y de mis opiniones políticas, y murió decepcionado de esa parte de mi vida que consideraba inexplicable". No obstante, por las páginas de El cerebro de mi hermano corren en torrentes el humor de José María Pérez Gay, su inagotable sabiduría, esa prodigalidad que lo convirtió en un manirroto de su propio talento y también sus descuidos, sus despistes, sus excesos de confianza en los demás y consigo mismo. Rafael Pérez Gay admite que jamás necesitó acudir a un taller literario porque en casa siempre tuvo uno gracias a su hermano.
El cerebro de mi hermano está constelado de bellos pasajes, y quiero terminar enhebrando dos: "Esto es lo que yo creo que es la hermandad: dos niños jugando a que son eternos. Ese recuerdo me ha tranquilizado en la oscuridad", porque "ante el ataúd de mi hermano recordé que cuando yo tenía seis años y él veinte, montábamos un arte dramático en el cual él era el Santo y yo Blue Demon. En algún lugar siempre seremos esos dos enmascarados". En este libro también había un mensaje para mí y yo también lo encontré.

El cerebro de mi hermano
Rafael Pérez Gay
Seix Barral, México
2013, 141 páginas

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Rafael Pérez Gay
Escritor mexicano
Estudió letras francesas.
Ha sido fundador y director
de revistas y editoriales.
Ha publicado novela, ensayo
y numerosos artículos
sobre literatura francesa
y sobre la prosa 
y el periodismo mexicano
del siglo XIX.

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Los descubrimientos extraordinarios
del doctor de Viena (Freud)
cambiaron nuestra idea de la intimidad,
de la sexualidad, del mundo,
pero retrasaron los avances de la neurología.

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