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Martín Hopenhayn y su gusto por los aforismos por Francisco Véjar


Diario El Mercurio, jueves 3 de julio de 2014

El ensayista y filósofo, 
quien ha escrito numerosos artículos 
relativos a la crisis de la modernidad, 
lanza "Atajos para no llegar", 
bajo Tajamar Editores, 
un libro dedicado a estas sentencias, 
que le permiten conciliar 
la reflexión filosófica 
con la belleza de la escritura. 

………………………………………………………………….

Martín Hopenhayn 
(Nueva York, 1955, 
de familia chileno-argentina), 
después de ocho años sin publicar, 
vuelve a retomar una de sus pasiones: el aforismo. 

El libro lo acaba de publicar Tajamar Editores 
y lleva por título "Atajos para no llegar". 

Al preguntarle por qué le acomoda 
este género literario, responde: 

"Yo tengo una personalidad 
cargada de ambivalencia y dudas, 
y a través de estos aforismos 
he encontrado la manera 
de conjurar o dar sentido 
a estas ambivalencias, 
en un trabajo 
de 'alquimia del sentido'. 

Aquello me permite conciliar 
la reflexión filosófica 
con la belleza de la escritura. 

Esto, además, 
me da la posibilidad 
de transitar entre múltiples temas, 
sin temor a la inconsistencia, 
porque hay en este género 
una libertad tremenda 
de pensamiento y forma, 
posibilidades estéticas insospechadas, 
y sobre todo juego, 
mucho, mucho juego e ironía".

He aquí un ejemplo: 

"Ese no sé qué de soliloquio 
que retumba en la palabra jubilación". 

También aparece lo reflexivo y nostálgico: 

"Los tantos fraseos de la soledad. 
El no me agobien del misántropo 
y el no se vayan del gregario. 

El ¿queda alguien aquí? 
después de la catástrofe. 

El guarde su distancia 
en las señales de las autopistas 
y en los pudores de la intimidad. 

Late latente, la soledad, 
bajo la burbuja de multitudes 
que se aglomeran para espantarla. 

Se engolosina 
en el ensimismamiento, 
tiembla con el desamparo. 

Cierra la cortina pero no baja los párpados". 

Aquí se da la conjunción 
entre observación y poesía. 

Por lo mismo, 
el final es sugerente 
y queda abierto 
para que el lector 
reconozca algo de sí mismo 
que siempre tuvo, 
pero que ahora 
se le presenta 
de manera casi inédita, 
cuando se confronta con el texto.

Sin embargo, 
en otros aforismos 
es más sentencioso. 

Allí apunta: 

"Las insoportables jaquecas 
que persiguieron a Nietzsche: 
el costo de filosofar a martillazos 
poniendo su cabeza sobre la mesa".

Cabe recordar 
que Martín Hopenhayn 
es ensayista y filósofo. 

Se graduó 
en la Universidad de París VIII en 1979 
bajo la dirección de Gilles Deleuze. 

Ha publicado numerosos artículos 
relativos a la crisis de la modernidad 
o referentes al desarrollo de América Latina. 

Entre sus publicaciones destacan: 

"¿Por qué Kafka? 
Poder, mala conciencia y literatura" 
(Paidós, Buenos Aires, 1983, y Lom, Santiago, 2000); 

"Ni apocalípticos ni integrados: 
aventuras de la modernidad 
en América Latina" 
(Fondo de Cultura Económica, Santiago, 1994, 
y México, 1996, Premio Iberoamericano de LASA); 

"Después del nihilismo: de Nietzsche a Foucault" 
(Andrés Bello, Barcelona, 1997 y 2005, 
finalista del Concurso Ensayo Anagrama 1995); 

"Así de frágil es la cosa" 
(Aforismos, Norma, Buenos Aires, 1999); 

"Crítica de la razón irónica: de Sade a Jim Morrison" 
(Sudamericana, Buenos aires, 2001); 

y "Del vagabundeo y otras demoras" 
(Crónicas, Andrés Bello, Santiago, 2006).

[Falta consignar el excelente ensayo
"El mundo del dinero" (Norma, Buenos Aires, 2002).]

Pero volviendo a "Atajos para no llegar", 
podemos decir que en este volumen 
Hopenhayn logra tender un puente 
entre el ver y el pensar. 

Su lectura es amena y fluye 
con la difícil naturalidad 
con que caen las hojas de los árboles.

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