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Una cosa es tener los votos y otra tener la razón...

HÉCTOR SOTO, DIARIO LA TERCERA, JUEVES 10 DE JULIO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/07/10/HECTOR-SOTO/PAREN-LAS-RETROEXCAVADORAS/La-reforma-tributaria2



Hubo probablemente dos factores que obligaron al gobierno a sentarse a negociar la reforma tributaria. El primero fue la gradual distancia que fueron tomando muchos de los impulsores de la iniciativa respecto de las complicaciones prácticas que tenía su implementación. Se trató de un proyecto hecho a la rápida, con más hoyos de lo que se pensaba, abierto a no pocas incertidumbres, redactado con un cierto revanchismo académico y poca imaginación empresarial y fiscalizadora, y cuyos efectos iban a contrariar consideraciones mínimas de sentido común en Chile, como que nadie -por ejemplo- debiera estar obligado a pagar impuestos por ingresos que no haya recibido.
El segundo factor fueron las encuestas. La reforma tributaria fue perdiendo apoyo ciudadano. La garantía de palabra ofrecida por la propia Presidenta el 21 de mayo, en orden a que la reforma en ningún caso iba a afectar a la clase media, fue cediendo al poder persuasivo de los sondeos que mostraban que sí la afectaban. El episodio envuelve una lección que el aparato comunicacional del gobierno no debiera subestimar. Es un riesgo abusar de la credibilidad de la Presidenta. Es una imprudencia hacerla decir cualquier cosa porque, por muy confiable que sea su palabra y su figura, al final siempre será ella la dañada diciendo que las cosas son lo que no son.
Puesto que el gobierno, en principio al menos, tenía los votos en el Parlamento para sacar la reforma tal cual el proyecto se había presentado, la mezcla de estos dos factores selló el destino de las retroexcavadoras. Párenlas. En todo régimen político, pero especialmente en democracia, una cosa es tener los votos y otra muy distinta es tener la razón. El gobierno esta vez temió abrir un frente de ruptura a través del cual no sólo iba a cosechar descontento ciudadano unido a depresión económica.
Por ese mismo filón el gobierno corría el riesgo de enajenarse la simpatía y el respaldo de la clase media, que ha sido históricamente la variable que peor han manejado los gobiernos de izquierda en América Latina. Esta circunstancia, sumada a un horizonte económico que se ha estado ensombreciendo, hicieron que Hacienda tirara la toalla.
RN puede sentir el legítimo orgullo de haberse anotado una victoria porque dio esta pelea con prudencia y discreción. Su gente trabajó en serio con la del gobierno y la negociación, al no ser por los diarios, no fue ni de tejo pasado ni tampoco para la galería.
Aunque el acuerdo interpreta y complace a una gran mayoría ciudadana, no hay duda que será visto con sospecha por la izquierda más dura. Para ellos es una claudicación. Eran muchos los que ayer pensaban que este protocolo equivalía a un acuerdo parecido, el de las manos en alto por la Loce, que se logró después del pingüinazo del 2006 y donde las cosas se maquillaron un poco para la foto, sin hacer los cambios sustantivos que los estudiantes habían demandado. Eran muchos también los que ayer con buenas o malas razones fantaseaban diciendo que asistíamos al regreso de los muertos vivientes, porque la vieja Concertación había terminado por capturar a la Nueva Mayoría.
Qué duda cabe. El acuerdo anticipa una ruptura que de todas maneras ya estaba dibujada en el horizonte. Sobre todo en temas como educación, era inevitable el quiebre del gobierno con la izquierda ultrarrepresentada por la minoritaria pero muy efectiva dirigencia del movimiento estudiantil. Ahora se agregaron nuevas razones para el desapego. Los caminos de la izquierda dura y La Moneda comienzan a bifurcarse y es todavía prematuro anticipar los efectos que este distanciamiento tendrá en la Nueva Mayoría. La coalición ya está muy presionada en términos de liderazgo y confianzas internas. Lo que fue bueno para ganar la elección -decir cosas muy generales, apañar cuanta demanda social se encontrara en el camino, jugar a la inflación de las expectativas- ya no es igualmente bueno para gobernar, y esta disfuncionalidad va a pasar la cuenta ahora. La política es así. O estás con unos o estás con otros. No se puede estar con todos.
Raya para la suma. Confianza empresarial en que la economía pueda retomar su dinamismo. Satisfacción en Hacienda, porque se despejó al camino para recaudar lo que se necesita. Alivio en el equipo político del gobierno, porque el incendio que ya había comenzado pudo ser controlado a tiempo. Conformidad en los partidos de derecha, porque entendieron que a veces tener buenas razones puede ser mejor que tener grandes bancadas. Desaliento, por supuesto, en el oficialismo más autoflagelante. Y una sonrisa de satisfacción muy amplia en figuras como ME-O, a las cuales se les despejará la cancha. El programa se desacraliza. Bachelet de paso se achica. Y el viejo Chile de los tres tercios, por la inversa, se agranda.

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