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La revolución del gas de esquisto o Shale Gas (Wall Street Journal)‏

La revolución del gas de esquisto

La explotación de yacimientos en EE.UU. tiene el potencial de cambiar profundamente el panorama del sector energético global

Por Daniel Yergin
Wall Street Journal (en Español), Updated April 8, 2011
A comienzos de los años 80, George P. Mitchell, un productor independiente de energía de Houston, se dio cuenta de que su empresa pronto se quedaría sin gas. Casi tres décadas después, los resultados de su esfuerzo por solucionar el problema están cambiando el panorama de la energía en Estados Unidos —el principal consumidor global— y los cálculos de los analistas de todo el mundo.
En esa época, la empresa de Mit­chell transportaba gas natural desde Texas a Chicago. Pero las reservas de las que dependía se estaban agotando y no estaba claro dónde podría encontrar más gas. Sin embargo, Mit­chell tenía una fuerte corazonada, derivada de un informe geológico que había leído recientemente.
Tal vez el gas natural que estaba atrapado en esquisto (una densa roca sedimentaria) podría liberarse y fluir. Mitchell estaba preparado para respaldar su corazonada con una inversión. El laboratorio para su experimento fue una extensa formación geológica llamada Barnett Shale alrededor de Dallas y Fort Worth. Casi todas las personas con las que trabajó se mostraron escépticas, incluyendo sus propios geólogos e ingenieros. Pero él no tiró la toalla.
La recompensa llegó una década y media después, a finales de los 90. Con el uso de una versión especializada de la técnica llamada fracturación hidráulica, su equipo encontró una forma económica de crear o expandir las fracturas en la roca y lograr que el gas atrapado fluyera.
Hoy, en una era desesperada por innovación en el sector energético, el avance de Mitchell ha abierto la puerta a un cambio potencialmente profundo en la energía global.
Lo que se conoce como la "revolución del gas natural no convencional" ha convertido una escasez en un superávit y ha transformado el negocio del gas. Es más, esta revolución se da en momentos en que los precios del petróleo, afectados por la agitación en Medio Oriente y la crisis nuclear en Japón, han intensificado el nerviosismo sobre la seguridad energética. Gobiernos y productores, especialmente en EE.UU., han vuelto a concentrarse en recursos internos.
En 2000, el gas de esquisto representaba apenas 1% de los suministros de gas natural de EE.UU. Hoy es casi 25% y podría elevarse a 50% en dos décadas. Los estimados totales de los recursos base de gas natural, incluyendo el de esquisto, se ubican en 2.500 billones (millones de millones) de pies cúbicos más otros 500 billones de pies cúbicos en Canadá. Esto equivale a más de 100 años de suministro de gas natural, que es usado entre otras cosas para cocinar, generar electricidad, en procesos industriales y productos petroquímicos semielaborados. Según un informe de 2010 de la Agencia de Información de Energía de EE.UU., la demanda de gas natural en Centro y Sudamérica aumenta a una tasa promedio de 2,3% al año. La agencia prevé que el consumo se duplique de 4,6 billones de pies cúbicos en 2007 a 8,6 billones de pies cúbicos en 2035.
Los efectos del gas de esquisto se están sintiendo más allá de EE.UU., al influir en las economías del negocio del gas natural licuado. La revolución ha sido por etapas.
La fracturación hidráulica usa la presión concentrada del agua, arena y una pequeña cantidad de químicos para promover el flujo de crudo y gas en un yacimiento. El logro de Mitchell Energy consistió en aplicar un enfoque particular, "fracturación de arena ligera", para entrar en lo que antes parecía impenetrable: roca de esquisto dura.
Con esta técnica, la producción de gas de la empresa se disparó, pero capitalizar sobre la innovación requeriría una buena cantidad de dinero. En 2002, Mitchell unió su empresa a una más grande e independiente, Devon Energy.
Devon tenía experiencia en una segunda tecnología que sería clave en la revolución del gas de esquisto, la perforación horizontal. Avances en el control y la medición le permitían a los operadores perforar hasta cierta profundidad y luego seguir en un ángulo o incluso hacia los lados. Esto deja al descubierto más área del yacimiento y permite la recuperación de una cantidad mucho mayor de gas (o petróleo). "En esa época", dijo Larry Nichols, el presidente de la junta directiva de Devon, "absolutamente nadie creía que la perforación en esquisto funcionaría, aparte de Mitchell y nosotros".
Espada de doble filo
Devon experimentó con la combinación de las dos tecnologías. En 2003, la empresa perforó 55 pozos en Barnett Shale, lo que optimizó la unión de la fracturación con la perforación horizontal. Poco a poco, empresas grandes y pequeñas empezaron a usar la técnica y para 2008 y 2009, la producción se disparó. A medida que el volumen subió, pasó lo inevitable, los precios bajaron sustancialmente. Hoy en día, el gas natural cuesta menos de la mitad de lo que costaba hace tres años.
El gas de esquisto cambió la dirección estratégica de la industria. Compañías más grandes han mantenido sus compromisos multimillonarios en proyectos de gas natural licuado alrededor del mundo, pero ahora quieren enviar ese gas a Europa y Asia, no América del Norte. Al mismo tiempo, han hecho inversiones millonarias en la extracción de gas de esquisto en EE.UU. y Canadá.
Fuera de EE.UU., reservas potenciales de gas de esquisto han sido identificadas en países como México, Argentina y Argelia. El interés chino está rápidamente cambiando hacia el gas de esquisto y hacia otra forma no convencional de gas natural, el metano de yacimientos carboníferos. Se cree que el potencial de Europa en gas no convencional es tan grande como el de América del Norte.
La abundancia y el bajo precio del gas lo convierten en una fuente alternativa de energía altamente competitiva frente a la energía eólica y nuclear, e incluso a la generación de electricidad con carbón. Y tiene la ventaja extra de emitir menos contaminantes.
Pero, ¿podría cambiar también la ecuación del transporte? Esto es un desafío mayor. Las automotrices y la industria de suministro de combustible ya enfrentan muchas exigencias (autos que consumen menos gasolina, más biocombustibles, vehículos híbridos y enteramente eléctricos). Empezar a ejercer presión por vehículos que funcionen con gas natural añadiría otra carga, incluyendo la creación de una nueva y costosa infraestructura de suministro.
Es más, la ventaja de precio del gas natural sobre la gasolina se reduce a medida que se fabrican autos más eficientes en el consumo de combustible. El área de más obvio crecimiento para el gas natural es el transporte público en centros urbanos (taxis, buses) que tienen acceso a estaciones de reabastecimiento.
Algunos ambientalistas aplauden el gas de esquisto como una fuente de electricidad con baja emisión de carbono. "Es una bendición", dijo Tim Wirth, presidente de la Fundación de las Naciones Unidas. "Pero es un regalo que tiene que ser administrado de forma apropiada", agregó. Wirth ha instado a la industria a establecer estándares y crear un acuerdo de operación con los reguladores.
A otros ecologistas, sin embargo, les preocupa la cantidad de agua usada en el proceso. Pero el año pasado, los 3.500 yacimientos de gas de esquisto perforados en EE.UU. usaron sólo 0,02% del total de agua usada en ese país.
También ha habido preocupación ante la posibilidad de contaminación de acuíferos por parte de la fracturación hidráulica. Pero la fracturación ocurre por debajo de estas reservas de agua.
Todos estos asuntos han surgido recientemente y se necesitará algún tiempo para solucionarlos. Pero no debemos perder de vista el panorama más amplio: el potencial de un siglo equivalente de energía barata y ambientalmente atractiva. En una época de nerviosismo energético, la revolución del gas de esquisto es tanto una innovación como una adición extraordinaria al suministro de energía.
—Yergin es presidente de la junta directiva de IHS Cambridge Energy Research Associates, una firma de investigación energética. Su nuevo libro 'The Quest' será publicado en EE.UU. en septiembre. Fue ganador del premio Pulitzer por su libro 'La historia del petróleo'.

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