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Cambio radical del paradigma tributario




por Patricio Arrau
Diario La Tercera, sábado 19 de abril de 2014

Desde hace más de 35 años, 
Chile ha venido desarrollando 
un paradigma tributario 
que apuntaba a recaudar impuestos 
para financiar políticas sociales y bienes públicos 
que ponía especial énfasis en que el sistema tributario 
no genere distorsiones en los agentes económicos. 

De hecho, la profesión de los economistas 
había mantenido hasta hace poco tiempo 
una recomendación bastante consensual: 
la redistribución de ingresos 
debe hacerse principalmente con la política social 
y no con los tributos. 

En particular, en el paradigma de tributación chileno 
se ha intentado evitar la distorsión entre ahorro 
y consumo de parte de los contribuyentes, 
lo que se logra poniendo un mayor peso 
en la base consumo y liberando 
o reduciendo temporalmente las tasas de impuestos 
para la parte de los ingresos que van al ahorro, 
hasta que no se realice un desahorro para el consumo. 

La primera pieza de este paradigma 
es la introducción del IVA en los 70.  

El IVA grava el consumo final de los chilenos, 
es simple de recaudar y representa 
cerca del 50% de la tributación. 

El segundo elemento de este paradigma 
es el sistema de tributación a las empresas, 
con una tasa que grava a las utilidades retenidas 
por los empresarios a una tasa menor 
que la tasa marginal de los tramos altos de ingresos. 

En los 80 se introdujo 
el novedoso sistema del FUT 
para permitir registrar las utilidades retenidas 
y hacer consistente 
el impuesto a las personas de base retirada 
con el impuesto a las empresas de base devengada. 

Se rescataba así la integración de impuestos 
entre empresas y personas y se evita 
gravar dos veces los retiros y dividendos a las personas. 

Jamás fue un sistema de subsidio alguno 
para empresas en crisis. 

Muy mala interpretación de muchos colegas. 

Es la única forma de mantener integrado, 
es decir sin doble tributación, 
el impuesto de base devengado de las empresas 
con el impuesto de base retirada de las personas. 

El tercer elemento de este paradigma 
llegó principalmente 
en el gobierno del Presidente Lagos 
con las reformas de capitales I (MKI), 
reconocidas en su momento 
como un “Big Bang Financiero”, 
que permitió expandir 
el Ahorro Previsional Voluntario, 
deduciendo lo que se ahorra para la vejez 
de la base imponible de las personas, 
y también eliminó la distorsión 
que se produce cuando se grava 
la ganancia de capital accionaria. 

Si se grava la ganancia de capital 
y está gravado el flujo de utilidades 
que es la fuente de valor de las acciones, 
se grava doblemente la misma renta. 

Aunque el argumento es válido 
para todas las acciones, 
esa corrección se aplicó sólo 
a las acciones con alta presencia bursátil 
por motivos de control tributario 
y evitar fuentes de evasión. 

Asimismo, en el mismo gobierno 
se expandió la ley de fondos de inversión 
de 1989 a fondos privados, los llamados FIP, 
con el fin de apoyar la industria del emprendimiento. 

La ley de FIP también libera del impuesto 
a la ganancia de capital 
a los proyectos de emprendimiento exitosos 
que se venden a un importante múltiplo 
respecto de la inversión. 

Corfo desarrolló en la década pasada 
un agresivo programa de apoyo a esta industria.  

En la recientemente aprobada ley única de fondos, 
se corrigió el diseño, cerrando los espacios de evasión, exigiendo entrega de información que permite hacer responsables a los administradores de figuras elusivas. 

El nuevo proyecto cambia 
radicalmente el paradigma descrito. 

La redistribución pasa a ser 
el eje central del nuevo paradigma. 

En el caso de las empresas, 
cuya retención de utilidades 
es el principal componente 
del ahorro nacional, se elimina el FUT 
y el ahorro que representa 
la retención de utilidades 
pasa a estar gravada a la tasa marginal 
del impuesto global complementario 
del empresario o accionista, 
una de las tasas de acumulación de capital 
más altas del mundo 
para grandes empresas y empresarios. 

El capital de riesgo se grava al 35%, 
lo que lo hace imposible de sobrevivir. 

El cambio es demasiado radical 
para hacerlo sin una adecuada deliberación. 

De un momento a otro, 
el debate profundo y trasparente 
dejó de ser un prerrequisito para reformas de fondo.

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