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Educando a Ojeda


En un spot publicitario del programa Chile Atiende, Ojeda entra a la oficina del jefe a las nueve de la mañana  a pedir permiso para hacer trámites en horas laborales. El jefe se lo da: “Vaya no más, Ojeda, pero aquí, a las 12 en punto”. Luego Ojeda come algodón dulce en el zoológico, pasea por la plaza y se corta el pelo. Cuando son las 11 recién va a Chile Atiende a hacer los trámites. De vuelta en la oficina, el jefe se asoma y lo celebra con la frase: “La hizo corta, Ojeda”. Ojeda se regocija de cómo engañó a su jefe y abusó de su buena fe, eludiendo sus obligaciones y compromisos laborales.
Chistoso el spot, ¿no? La “chilenidad”, la malicia, la picardía y todo eso. Bueno, yo pienso que no. Que no es gracioso que ante los desafíos de productividad y reforma educativa, una campaña de gobierno celebre abiertamente a los pillines. Más bien es alarmante que no preocupe a educadores, políticos y expertos en medios. ¿Será porque piensan que los subtextos de campañas como éstas no tienen efectos ideológicos sobre los niños? ¿Será porque piensan que da lo mismo lo que valida implícitamente el Estado en su publicidad?
Hace unos meses circuló un aterrorizante spot de Falabella en que un niño de unos 10 años va llegando al cumpleaños de una amiga. A la distancia, desde el auto de su papá, ve que todos los que llegan tienen regalos más grandes que el suyo. Inmediatamente hace uso de un sistema de compras online y consigue un regalo aún  más grande, con lo cual conquista la admiración de la niña. No sé si el spot se dio en TVN, pero no soy tan iluso como para creer que no.
Hace poco, Radio Cooperativa tuvo invitado a Benito Baranda. Como siempre ocurre cuando habla Benito, se llegó al consumismo, el clasismo, la desigualdad y la pobreza. Luego, todos sentimos la fatiga e incomodidad en la voz de Sergio Campos cuando tuvo que interrumpir con la campaña publicitaria de KLM fomentando viajes a Europa. Esa publicidad desdibujaba en paradojas muchas de las cosas dichas. ¿Por qué? Porque insinuaba que Benito sólo podía hablar gracias al consumismo y todo lo demás que criticaba.
La reforma educativa no es sólo la carrera docente, recuperar la educación pública, la gratuidad, el fin de la segregación y todo lo demás. Será un gigante con pies de barro si no nos esforzamos por cambiar la matriz valórica que a diario reproducen los medios y el Estado.
¿Queremos una educación que enfrente el deterioro de los valores públicos, el consumismo, la cultura de la deuda, la irresponsabilidad y el individualismo? ¿Queremos una educación que fomente la sobriedad, la ciencia, el esfuerzo, el mérito, el arte, el culto a las ideas o incluso la espiritualidad? ¿Será posible eso sin hacerse cargo de la gigantesca maquinaria publicitario-educativa que todos los días fomenta lo contrario? ¿Será posible hacerlo ignorando los contenidos que entregan los esfuerzos publicitarios públicos? ¿Será posible sin medios públicos, desvergonzadamente deficitarios, fanáticamente anticomerciales, sin publicidad, pero capaces de sostener la mirada y el espinazo en la batalla por conquistar los sentidos, alma y mente de las audiencias?
¿Creemos realmente que los medios públicos y la publicidad estatal no forman parte de la reforma educativa?
Sí forman… Bueno, debieran.

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