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Darle un lugar en la ciudad a lo incalculable‏

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ÓSCAR CONTARDO, DIARIO LA TERCERA, DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DE 2013HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2013/11/24/OSCAR-CONTARDO/MUNICIPAL-EN-LLAMAS/



El lunes, luego del incendio en el Teatro Municipal, una de las bailarinas contemplaba con los ojos hinchados y la cara lavada un montón de escombros allí donde antes habían existido salas de vestuario y ensayo. Rodeada de bolsas en donde habían rescatado lo que pudieron, dijo a la prensa sin titubear: “Hubiera preferido que se quemara mi casa”. Y uno no podría dejar de creerle. Los artistas son gente rara, más aún los de países como el nuestro en los que el arte es por un lado un lujo y por otro, un túnel rumbo a la pobreza y el anonimato. Se le considera un lujo, porque es juzgado como un gasto superfluo que debe ser recortado al máximo, ante la lluvia de urgencias de todo tipo. Y es un camino con el peligro constante de desamparo, porquequien se dedica a una disciplina como la de bailarín o músico, es decir algo que exige dedicación total y altos grados de rigor, lo debe hacer a contrapelo del ambiente hostil a las actividades sin beneficio en efectivo inmediato.
La importancia del Municipal no es sólo su edificio, es la idea de civilización que sostiene, esa que le hace anteponer a la bailarina su salón de ensayos a sus pertenencias domésticas. Es aquella idea de urbanidad y progreso que se eleva por sobre lo incalculable y que se extiende desde los ensayos eternos y repetitivos hasta que se cierra la función con un aplauso cerrado. Un ciclo permanente que no se agota en las grandes galas, sino que persiste en las funciones populares.
En todo esto hay patrimonio material, inmaterial, hay progreso, hay educación y hay desarrollo. El Municipal, más que un inmueble, es una cultura que debe ser asegurada en su continuidad. Si el incendio hubiera sido mayor, debería ser inconcebible otra ruta que no fuera la reconstrucción. Del mismo modo, si el edificio debe cerrar momentáneamente, el recinto -su programación, aquello que les da vida a los ladrillos- debería tener un plan B, algo que le asegurara a la ciudad la supervivencia del espectáculo. Ese lugar pudo haber sido el Teatro del GAM proyectado por el arquitecto Cristián Fernández.
La Gran Sala del GAM -que estaría al costado oriente del edificio actual- fue anunciada como la segunda fase del centro cultural en 2010 y fue refrendada por el entonces ministro de Obras Públicas en 2011. Sin embargo, y pese al compromiso inicial del gobierno, los trabajos nunca arrancaron y actualmente en lugar de un gran teatro hay sólo un agujero.
No existe en Santiago una sala comparable al Teatro Municipal que, construido en 1870, representa algo así como el último gran esfuerzo público por crear un espacio de proporciones digno en la capital. Más de un siglo después, la voluntad por continuar ese esfuerzo, por expandirlo y renovarlo, parece estar suspendida.
Los teatros existentes apenas podrían equiparar el aforo de recién siniestrado edificio -con algo más de 900 personas con buena visibilidad- y menos aun las condiciones técnicas para montar uno de sus espectáculos. El suspendido proyecto del centro cultural Gabriela Mistral tenía una capacidad de 1.600 personas y era una apuesta por el incremento sostenido en la demanda de espectáculos, arte y ocio en la capital y el país. Sobre todo en un Santiago que intenta lucir hacia fuera como un destino atractivo comparable con Sao Paulo o Buenos Aires.
El éxito mismo del GAM en estos años de funcionamiento demuestra que esa cultura del Teatro Municipal podría tener una contraparte con sello propio, pero con un mismo horizonte: darle un lugar en la ciudad a lo incalculable.

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