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¿Descontento social en Chile?


El banco japonés Nomura identificó a Chile -basado en parte en el coeficiente Gini de distribución del ingreso del Banco Mundial y en el índice de corrupción de Transparencia Internacional- como uno de los 10 mercados emergentes vulnerables a descontento social. De acuerdo con el correspondiente informe de su analista Alastair Newton, Chile se encuentra en compañía de Egipto, Turquía y Tailandia, pero también, Argentina, Brasil y Venezuela.
La primera reacción es rechazar el análisis de Newton. Hay buenos motivos para hacerlo. El cientista político hace un trabajo casuístico y no establece una relación causal rigurosa entre los indicadores que él usa y el descontento social.
No obstante, y a pesar de que en Chile -al contrario de todos los demás países identificados por Nomura- la percepción de corrupción es muy baja, la distribución del ingreso es desigual. Además, hay desconfianza en las instituciones, hemos tenido significativas movilizaciones estudiantiles, se han detectado prácticas abusivas y las expectativas económicas inmediatas no son buenas, como lo auguran la abrupta caída en la tasa de inversión y el comportamiento de la Bolsa de Valores.
El descontento social se produce cuando una proporción significativa de la población se siente injustamente postergada, abusada y/o se frustran las expectativas de progreso. Chile es hoy el líder indiscutido de la región en términos de crecimiento económico, estabilidad de precios, generación de empleo, aumento de salarios reales e incluso movilidad social y reducción de las desigualdades.También lo es, aunque no pareciera ser el caso, en educación.Pero existen los abusos mencionados, nuestra sociedad es menos inclusiva de lo que podría ser y hay la sensación mayoritaria -en buena medida errada- de que la clase media podría progresar en lo económico y social a una tasa mucho mayor, si sólo la clase política hiciera su tarea.
En este último sentido, el gobierno de Sebastián Piñera defraudó a parte de la población y ahora, una mayoría de los votantes está cifrando sus esperanzas en la Presidenta electa. Tal como sucedió en el caso del primero, las expectativas que se han formado ahora son probablemente exageradas y la probabilidad de que se vean frustradas es muy alta.
Una clase media emergente defraudada por un significativo mejoramiento económico-social relativo esperado que nuevamente no se da, y una situación macroeconómica desmedrada por el término del súper ciclo de materias primas y por las negativas expectativas de los inversionistas, es el caldo de cultivo perfecto para el descontento social. Este descontento se puede evitar manteniendo las altas tasas de crecimiento del PIB, del empleo y de los salarios; aumentando -dentro de lo posible- definitiva pero paulatinamente la inclusión social; reformando las instituciones para fomentar la competencia política y económica; evitando los abusos y ajustando las expectativas de progreso de la clase media a lo posible. Chile no necesita de ningún modo caer en la trampa de los países de ingreso medio, pero por las expectativas creadas no será fácil evitarlo. Hacer lo último pasa por revalorizar la Política, así, con una “P” mayúscula

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