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Chéjov escribe libros tristes para lectores con humor:


“Es decir, sólo el lector provisto de sentido del humor 
sabrá apreciar  verdaderamente su tristeza”.

POR ANDRÉS GÓMEZ, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 4 DE ENERO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/01/04/ANDRES-GOMEZ/CHEJOV-EL-TRAVIESO/

Chéjov el travieso


No lo tomaban en serio. Podían reírse con sus cuentos, celebrar sus juegos de palabras, sonreír con sus bromas, pero no le reconocían gran talento. Es más: le recomendaban que no cometiera la locura de abandonar la medicina por las letras. Su destino estaba en los hospitales, no en la literatura. “Tengo en Moscú cientos de conocidos, entre ellos dos docenas que escriben, y no puedo recordar ni a uno solo que haya visto en mí a un artista”, decía Chéjov. Tenía entonces 26 años y en los siguientes 18 se transformaría en un dramaturgo fundamental y acaso en el mayor cuentista de la historia.
La mejor noticia para un lector de Chéjov la dio el sello español Páginas de Espuma. En las próximas semanas publicará el primer volumen de una nueva edición de sus Cuentos completos. Es una edición monumental, que por primera vez trae a nuestro idioma toda su narrativa, con mucho material inédito. Gran parte de esa producción desconocida corresponde a sus trabajos más subvalorados: sus relatos breves publicados con seudónimo en la prensa rusa.
Nieto de un siervo que compró su libertad, hijo de un comerciante católico, Chéjov nació en 1860 y murió en 1904, hace 110 años. Tuvo una vida breve y a menudo difícil: el fantasma de la pobreza y la enfermedad lo persiguió hasta la muerte. Pero en sus 44 años construyó una obra de enorme riqueza, hecha de personajes a ras de suelo, de sutilezas, melancolía y humor. Una obra de enorme influencia.
Chéjov escribió en el siglo de oro de la literatura rusa, el siglo de Tolstoi, Dostoievski y Gogol. A diferencia de ellos, escribió sobre seres comunes y corrientes, ni héroes ni protagonistas de la historia: soldados, mujeres, funcionarios públicos. Comenzó a los 20 años en la pequeña prensa: publicaciones populares ajenas a la narrativa seria y dramática de sus antecesores. En ellas experimentó las distintas posibilidades del relato corto: fueron su taller literario. En los textos de esta época Chéjov se muestra juguetón, divertido, a veces sarcástico. Y según los editores de sus nuevos Cuentos completos, esos son los rasgos que más destacan entre los inéditos.
Se suele asociar a Chéjov con la tristeza, las tribulaciones y la muerte. Y si bien esos temas están muy presentes en su obra, lo están fatalmente unidos al humor. Ese es, entre muchos otros, uno de los aportes que lo distingue en la narrativa rusa: su mirada jocosa de la vida. Según Vladimir Nabokov, Chéjov escribe libros tristes para lectores con humor: “Es decir, sólo el lector provisto de sentido del humor sabrá apreciar  verdaderamente su tristeza”.
Chéjov era médico y conocía bien los problemas humanos. “Como médico, necesito los pacientes y el hospital. Como literato, necesito vivir entre el pueblo”, decía. Sabía también que la risa no es menos noble que el drama. Diversos testimonios lo retratan alegre y bromista. De hecho redactó aforismos empapados de ese espíritu. “Déme una mujer que, como la Luna, no aparezca todos los días en mi cielo”, escribió a su editor. “A una mujer le es mucho más fácil encontrar muchos maridos que uno solo”, anotó otra vez.
Desde luego, su obra tiene más capas, texturas, atmósferas y emociones. Una muestra de ello podrá verse también en estos días en la versión de El jardín de los cerezos que dirige Héctor Noguera y que forma parte del festival Santiago a Mil. Es otra oportunidad de encontrarse con este autor entrañable, que nunca escribió una novela y que a la hora de su muerte -dice la leyenda- tuvo un último deseo: una copa de champaña.

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