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No cofundir el ciclo con la tendencia y pensar que lo transitorio es permanente - no hay atajo hacia el desarrollo...‏

¿Una nueva trayectoria de crecimiento?
por Jorge Marshall
Ex ministro de Economía.
Decano de la Facultad de Economía Universidad Andrés Bello
Diario El Mercurio, Economía y Negocios
Martes 25 de Enero de 2011
http://blogs.elmercurio.com/economiaynegocios/2011/01/25/una-nueva-trayectoria-de-creci.asp
 
Las perspectivas de la economía chilena para los próximos años son muy
favorables, principalmente por la acción de factores que impulsan la
demanda interna, más que a causa de que estemos alcanzando una
trayectoria superior de crecimiento.
Hacer esta distinción es clave para mantenernos enfocados en las
reformas importantes, ya que la autocomplacencia y el triunfalismo son
los peores enemigos para nuestro anhelo de alcanzar el desarrollo.
 
El crecimiento del producto y de la ocupación muestran cifras
positivas, sin embargo el gasto privado lo hace a un ritmo mayor
porque estamos gozando de términos de intercambio excepcionales, que
superan en más de 20% al promedio 1990-2005, lo que significa que
aumentó el poder adquisitivo de lo que producimos. Adicionalmente, la
demanda interna todavía recibe los estímulos introducidos durante la
crisis y que comenzaron a mostrar efectos positivos a mediados de
2009: el gasto público (como porcentaje del producto) está muy por
encima, y la tasa de interés real muy por debajo del promedio que
ambas variables tuvieron en los 20 años anteriores.
 
El panorama externo relevante para Chile se viene recuperando, primero
por el dinamismo de las economías emergentes y ahora por el optimismo
que generan las mejores noticias de Estados Unidos.
 
La crisis de la deuda soberana en la Eurozona se mantendrá como una
fuente de incertidumbre por un tiempo, pero la probabilidad de que un
efecto de contagio estropee la recuperación de la economía mundial es
cada día más baja.
 
Hay varios desafíos en este nuevo escenario, entre los que destaca la
necesidad de estar vigilantes ante los flujos de capitales
especulativos que pueden conducir a una apreciación excesiva; así como
mantener el control de la inflación en medio de alzas en los precios
de los productos básicos y de cierre en las holguras de capacidad.
 
Pero el mayor peligro es pensar que encontramos un atajo que nos
podría llevar directamente al desarrollo, lo que significa ceder a la
antigua tentación de confundir el ciclo con la tendencia y de pensar
que lo transitorio es permanente.
 
Este riesgo está muy presente en el análisis de las autoridades
económicas, especialmente cuando comentan las cifras de crecimiento o
la creación de más de 300 mil puestos de trabajo en el último año. En
este último caso, no sólo se saltan el contexto, sino también el hecho
de que el INE actualizó hace muy poco el concepto de población
ocupada, lo que impide sacar conclusiones definitivas con esta
información.
 
Pasar a una nueva trayectoria de crecimiento requiere de una agenda de
reformas estructurales en diversas áreas, como las definiciones para
las inversiones energéticas, la reforma del Estado, el mercado del
trabajo y la calidad de la educación.
 
En estos temas se juega la posibilidad de dar el salto final al
desarrollo y los avances en ellos se reflejarán en nuestra posición
competitiva en los mercados internacionales, donde las exportaciones
chilenas llevan bastante tiempo creciendo por debajo del comercio
mundial y la canasta de nuestra oferta en los mercados internacionales
está basada en empresas que producen más de lo mismo.
 
El panorama actual refleja que estamos bien preparados para crecer con
el impulso de la demanda, pero tenemos debilidades para pasar a una
nueva trayectoria de crecimiento, lo cual es imposible sin resolver
los desafíos estructurales que desde hace tiempo están bien
identificados, pero respecto de los cuales no encontramos la manera de
enfrentarlos con éxito.
 
Lo que se requiere es reforzar las capacidades para actuar
colectivamente como sociedad. Los bajos niveles de confianza nos
juegan en contra, por lo que debemos suplirlos con un buen
funcionamiento institucional en el Estado, mejores relaciones entre
todos los actores relevantes y nuevos liderazgos, tanto en el sector
público como en el sector privado, que promuevan visiones comunes y
fomenten la colaboración como una forma distintiva de hacer las cosas
en el país.

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