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EL TEMBLOR DEL ESPÍRITU

8,8: el miedo en el espejo
por Rodrigo Pinto
Diario El Mercurio, Reviista Sábado
15 de enero de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/01/15/el_sabado/leer/noticias/163B3637-537C-4B0C-9981-1D1C3ADAC3D4.htm?id={163B3637-537C-4B0C-9981-1D1C3ADAC3D4}

El 27 de febrero de 2010, Juan Villoro estaba en Chile, participando
en un congreso de literatura infantil.
Pudo entonces anotar en su bitácora vital un raro registro: sobrevivió
al terremoto de México en 1985,
de 8,1 grados Richter, y al de Chile, de 8,8. Como visitante venido de
un país con cultura sísmica
y educado en el rigor de la observación que viene de su carrera de
escritor, se convirtió
en un testigo privilegiado del cataclismo que aquel día sacó a
millones de chilenos de sus camas.

Privilegiado porque, sin duda, Villoro es un cronista excepcional,
pero también porque sabe cómo hablarle a personas muy distintas.
Así, aunque este libro puede despertar resonancias muy diferentes
según si el lector vive o no en un país sometido a la fuerza de los terremotos,
todos podrán entender y revivir, de alguna manera, el descalabro
físico y anímico
que la violencia de la tierra desencadena en quienes la sufren.
Villoro no carga las tintas con imágenes apocalípticas ni se solaza en
la desgracia
como, lamentablemente, buena parte del periodismo televisivo chileno;
va un poco más allá, va a apresar ese otro movimiento que desencadena
el terremoto,
ese temblor del espíritu que suele ser, nada más, la percepción de la
inminencia de la muerte,
esa cita definitiva para la que, al igual que con los terremotos, sólo
sabemos que "falta un día menos".

Lo hace tanto a través de sus vivencias como de las de amigos suyos,
algunos chilenos y otros extranjeros que, como él, estaban de paso en Chile,
convocados por los libros, y también a través de la literatura,
particularmente en un capítulo dedicado al cuento "Terremoto en
Chile", de Heinrich von Kleist.
El tono del libro conjuga bien la percepción de lo terrible con la alegría
y la calidez de los sobrevivientes que han descubierto algo nuevo
sobre sí mismos.
Uno de los testimonios mejor trabajados es una historia que parece
estar al margen del hilo central,
que incluso se desmarca por el uso de una sintaxis atropellada, como
de notas tomadas al paso,
sin mayúsculas y sin signos de puntuación. Una historia que también
remite, y con más fuerza aún,
a la presencia inexorable del azar que algún día tocará a tu puerta y
que en esa madrugada
del 27 de febrero se puso la máscara de la tierra agitándose en ondas
bajo una luna rojiza.

Juan Villoro. Ediciones U. Diego Portales, Santiago, 2010. 85 páginas.

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