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Lecturas equivocadas y simplistas‏

Lecturas

"Ojalá progresemos hacia una política construida a partir de lecturas más sutiles de la realidad social..entarios


Una de las metáforas más poderosas de nuestra civilización es aquella que se funda en la analogía entre el mundo y un libro. La visión de la naturaleza y los seres humanos y sus obras como una escritura compuesta de numerosos textos que descifrar es tan antigua como el libro e, incluso, anterior a este. En su ensayo acerca de La historia de la lectura, Alberto Manguel apela, en principio, a esta definición amplia de lectura: todo fenómeno debe ser leído, todo fenómeno se compone de signos y de una sintaxis según la cual debe ser interpretado. Leer es descifrar signos.

Un filósofo francés contemporáneo, Gilles Deleuze, a su turno, propone cuatro círculos de lecturas en nuestra vida, construidos en torno a cuatro niveles de signos que descifrar: el sensorial, el erótico, el social y el del arte, de ninguno de los cuales, nunca, se excluye la ambigüedad. Vivir es interpretar esos signos ambiguos y, por lo mismo, correr el riesgo permanente del equívoco, de la confusión y de la ofuscación. La educación puede ser entendida, a su vez, como un aprendizaje que ayuda a comprender esos signos y disminuye los riesgos de las malas interpretaciones.

En la política también se requiere efectuar lecturas y, por lo mismo, se corre el riesgo de caer en la ofuscación. Un político o un grupo de políticos que se aferran a leer de un modo dado la realidad (como si la realidad ofreciese un modo único y simple para su lectura) se extravía y pierde el rumbo de sus actos. Cuando los miembros del actual gobierno -y en concreto, el grupo ideológico más cercano a la Presidenta- leyeron las movilizaciones sociales meramente como un anhelo de sustitución del modelo de libre mercado por otro basado en fundamentos, convicciones y principios opuestos, leyeron mal. Cuando leyeron el "programa" como programa computacional y, por ende, pensaron que gobernar consistía en ejecutar al pie de la letra ese programa (en la mayoría de los casos consiste en el arte de evadirlo para alcanzar el bien colectivo), también leyeron mal. Cuando leyeron el caso Dávalos-Caval como un episodio privado, sin percibir su enorme dimensión pública y ética, leyeron mal. Esta secuencia de lecturas equivocadas constituye, sin duda, una ofuscación.

Los electores son de algún modo también lectores y, si padecemos de graves deficiencias en nuestra comprensión lectora, cabe, quizás, seguir esperando una confusa comprensión de nuestros problemas políticos, pero en la práctica -mi lectura- es que estamos cansados de las visiones unidimensionales o bidimensionales, en definitiva, simplificadoras. Ojalá progresemos hacia una política construida a partir de lecturas más sutiles de la realidad social.

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