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La demolición del placer por parte de los anglosajones es fruto de un trabajo duro...‏


Pedalear hasta que duela
por Juan Guillermo Tejeda
Diario Las Últimas Noticias, miércoles 7 de mayo de 2014

Los ciclistas surcan la ciudad 
en diferentes estilos y modos,
y llama la atención un tipo de ciclista,
él o ella, de rostro desencajado,
mandíbula tensa, mirada perdida,
que claramente pedalea en medio 
del sufrimiento muscular y anímico,
aterrizando a trastabillones 
en un poste o en una esquina.

Son seres que de manera manifiesta
pretenden compensar aquel sufrimiento real
por la idea de un goce futuro,
planificado con anterioridad.

Ir en bici puede ser bonito, sano, alegre,
difícil, áspero, peligroso, desagradable, depende.

Ese moralismo ciclista nos quiere 
transmitir -sin duda- algunos valores.

La vida no puede ser estar gordo,
ir en auto, tomar trago, comer chocolates,
disfrutar de unas longanizas,
cabecear una siesta, fumar un cigarro.

No: la vida es estar sanos, 
hacer ejercicio, no contaminar,
esforzarse, sobre todo esforzarse.

Esforzarse, piensa uno,
mientras ve que la ciudad
se puebla de ciudadanos
que en verdad 
no son ciudadanos
en el sentido socrático
o pericleico del término,
sino deportistas 
domando su cuerpo.

La idea de 
deporte + mascota + naturaleza
es muy anglosajona, 
sobre todo
si se practica full equipo,
con casco y zapatillas de marca
y control cardiovascular.

Los anglosajones 
llegaron tarde a la civilización,
que comenzó por el Éufrates,
siguió en Grecia y Roma,
se consolidó 
alrededor del Mediterráneo
y sólo hace algunos siglos,
de la mano de la tecnología
y algunas guerras, los incorporó.

Ahora estos rubios 
nos tienen convencidos
de que es preciso trotar
y comer verduras,
hacernos exámenes médicos
todo el rato para medir
cada jugo de nuestro cuerpo,
y pedalear hasta caer extenuados.

Tal como recomiendan 
trabajar duro
para conseguir cosas que, 
cuando al fin las conseguimos,
estamos ya en tratos 
con los seguros o de vejez
y al poco tiempo reventamos
y nos vamos de este mundo
sin que se nos llore demasiado.

¿Para qué, entonces, esforzarse tanto?

Fumar ayudaba a los que
con un cigarrito se relajaban,
pero ahora es tanto el terror al cigarrillo
que ese efecto ha cesado,
subsistiendo el lado cancerígeno.

El vino, que por algo lleva 
miles de años embotellándose, 
casi no se puede beber
porque después hay que manejar,
o poner un twitter y a ver qué sale.

La demolición del placer
por parte de los anglosajones
es fruto de un trabajo duro.

Los latino-mapuches
andamos medio perdidos
con las nuevas regulaciones
y obligaciones, muy severas.

En todo caso lo cool
es comprarse una bicicleta liviana,
casco, ropa de compresión y pedalear.

Eso no será para todos la felicidad,
pero sí es esfuerzo, y el esfuerzo
mata la culpa y disciplina la carne.

Pedalear, amigos, amigas, hasta que duela.

Pedalear hasta morir.

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