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Hunting Again for Salinger Within the Silences and Secrets - A Biography From David Shields and Shane Salerno‏



Nueva biografía El autor de "El guardián entre el centeno"
De nuevo a la caza de Salinger

Salerno y Shields desnudan el mundo privado que con tanto celo guardó en vida este autor tan venerado como enigmático.  

Michiko Kakutani The New York Times 

Diario El Mercurio, Revista de Libros
Traducción: Patricio Tapia
Domingo 5 de mayo de 2014

En el relato "Zooey", de J. D. Salinger, la madre del personaje que le da título dice de él y de su hermano: "Ni tú ni Buddy saben cómo hablar con la gente que no les gusta", agregando: "No se puede vivir en el mundo con esos grandes gustos y disgustos". Esto también fue verdad para el célebremente huraño Salinger, quien se retiró a Cornish, New Hampshire, el pequeño pueblo donde vivió recluido por más de medio siglo. Su alienación del mundo y su manía por la privacidad se convirtió en parte del mito Salinger, un mito que David Shields y Shane Salerno intentan penetrar en su revelador, pero a menudo descuidado, libro, Salinger .
Salinger dejó de publicar hace décadas (su último cuento, salió en junio de 1965 en la revista "The New Yorker"), pero, según algunos testimonios, él siguió escribiendo casi todos los días.
En Salinger , Salerno y Shields afirman que Salinger, quien murió en enero de 2010 a los 91 años, dejó instrucciones "autorizando un calendario específico" (que comienza entre 2015 y 2020) para el lanzamiento de obras no publicadas, incluyendo cinco nuevos cuentos de la familia Glass; una novela basada en su relación con su primera esposa, Sylvia Welter, una alemana con quien se casó poco después de la Segunda Guerra Mundial; una nouvelle en forma de entradas del diario de un oficial de contrainteligencia durante la guerra; un "manual" sobre la filosofía religiosa Vedanta; y relatos nuevos o modificados sobre la historia de Holden Caulfield, conocido por generaciones de lectores desde El guardián entre el centeno , la novela que hizo famoso a su creador en 1951 como la voz de la angustia adolescente. Los autores deSalinger atribuyen estos planes a dos fuentes anónimas "independientes y separadas".
Los efectos de la guerra
El afilado retrato de Salinger que Shields y Salerno dibujan es el de un escritor cuya "vida fue una misión suicida en cámara lenta" -un hombre que nunca se recuperó de los horrores del combate durante la guerra y la visión estremecedora de un campo de exterminio nazi lleno de cadáveres quemados y humeantes. Salinger, sostienen, trató de lidiar con su trastorno por estrés postraumático primero con el arte y luego con la religión: "La Segunda Guerra Mundial destruyó al hombre pero lo convirtió en un gran artista. La religión le proporcionó la paz que necesitaba como hombre pero mató su arte".
Este diagnóstico reduccionista de la "condición" de Salinger se acompaña por páginas y páginas de testimonios sobre cómo su arrogancia juvenil y el desafecto por el mundo burgués calcificado de sus padres devino, después de la guerra, en una profunda antipatía, incluso repugnancia por las cosas e ideas mundanas. Eventualmente, ese desprecio infectó muchas de sus relaciones más próximas. Un joven observador y parecido a Holden evoluciona a lo largo de los años en un cascarrabias condescendiente y estrecho de miras, quien suele ser culpable del mismo tipo de falsedad o hipocresía que sus personajes tanto deploraban.
La familia de Salinger, dicen los autores, tuvo que competir por su atención con los personajes de ficción que había creado. Un estudioso dice que cuando Salinger se fue a su búnker para escribir, dio "órdenes estrictas de que no se le molestara por nada a menos que la casa se estuviera quemando". A medida que él se retiraba del mundo, su obra se hacía cada vez más solipsista y hermética, su maestría de lo vernáculo daba paso a un lenguaje cada vez más abstracto.
"Relato tras relato", observan Salerno y Shields, "la obra de Salinger se mueve de la religión como un factor o incluso un apoyo en la vida de sus personajes, a la religión como la única cosa que importa en sus vidas".
Salinger no es una biografía convencional, sino una especie de volumen que acompaña al documental del mismo nombre de Salerno. El libro toma una forma de montaje: extractos de entrevistas, fragmentos de libros y artículos de periódicos, cartas, fotos y fotocopias de documentos han sido reunidos junto con los comentarios de los autores, en un desparramado collage .
El volumen está en deuda con las anteriores biografías de Salinger de Paul Alexander y de Kenneth Slawenski, y también se basa en gran medida en las memorias de la hija de Salinger, Margaret, y su ex amante Joyce Maynard, quien tenía 18 años cuando él comenzó a cortejarla. Entre las otras voces que aparecen en el libro están amigos, amantes, colegas, conocidos y aficionados de Salinger, así como periodistas, críticos y fotógrafos.
Retrato coral
Aunque Salerno ha hecho una energética labor de búsqueda de fuentes y de persuadirlos a hablar -dice que entrevistó a más de 200 personas en nueve años-, numerosas entradas en el volumen se han tomado no de nuevas entrevistas, sino de libros y artículos anteriores, a veces con y a veces sin un verdadero contexto. Esta metodología le da al lector un retrato coral de Salinger, pero también lo convierte en una narración muy laxa, con una responsabilidad autoral disminuida. En lugar de tamizar los hechos de la conjetura y tratar de resolver las discrepancias, Salerno y Shields a menudo se conforman con simplemente dejar que las fuentes hablen.
Esto puede entregar erudición descuidada con un conjunto de ambigüedades como "probablemente pensó", "habría entendido" y "podría haber sido", así como pura y simple especulación, a veces de los mismos autores. Shields y Salerno sugieren que El guardián entre el centeno de alguna manera jugó un papel en los asesinatos de John Lennon y de la actriz Rebecca Schaeffer, y en el intento de asesinato de Ronald Reagan.
Los autores sostienen que Salinger "nació con un solo testículo", y argumentan que esto le causó una enorme vergüenza -"seguramente una de las muchas razones por las que permanecía lejos de las luces de los medios", "reducir la probabilidad de que esta información emergiera", y que aumentaba su necesidad psicológica de "crear un arte sin fallas". Esta afirmación, sin embargo, se basa en fuentes anónimas: dos mujeres, que "independientemente confirmaron" el rumor de que Salinger sufría esta anomalía.
En otro capítulo, discuten la externalización de su investigación. Contrataron "al estudioso literario, experto en Salinger y nativo alemán, Eberhard Alsen, para que viajase a Alemania y condujese una extensa investigación sobre el año de Salinger en el Teatro Europeo y su experiencia de posguerra en Alemania". Alsen entonces procede a decir que "utilizando sus habilidades de contrainteligencia, Salinger falsificó documentos de identidad franceses para Sylvia y eludir así la ley de no fraternizar" y sugiere, sin pruebas convincentes, que Sylvia "podría haber sido informante de la Gestapo".
Intentando identificar patrones en la vida y el arte de Salinger, Salerno y Shields citan fuentes que destacan su compulsión por intentar controlar la vida de las personas más cercanas a él y su apreciación de la ficción como una forma de orquestar sus fantasías. La inocencia y la nostalgia, nos recuerdan, fueron temas recurrentes en su obra, y sugieren que estas preocupaciones -no muy distintas a su afición por la televisión pasada de moda como "The Lawrence Welk Show"- representan un deseo de dar marcha atrás al reloj, de retirarse al pasado (antes de la guerra, antes de su hospitalización por "fatiga de batalla", antes de que su psique se llenara de horribles cicatrices).
También sostienen que este anhelo de inocencia -unido a su devastación, cuando joven, porque la adolescente Oona O'Neill lo dejó por Charlie Chaplin en 1943- tenía algo que ver con su necesidad de buscar mujeres jóvenes: su necesidad de idolatrarlas, seducirlas y luego abandonarlas.
Con Jean Miller -una niña de 14 años a quien conoció en un resort en la playa de Florida en 1949 y que parece haber inspirado a la heroína de "Para Esmé, con amor y sordidez"- él alimentó una relación de cinco años, solo para congelarla el día después de haber tenido relaciones sexuales por primera vez.
Hay algo espeluznante en el uso de Salinger de su distintiva voz "holdenesca" para tratar de fascinar a sus posibles conquistas -en una carta de 1972 a Joyce Maynard, el autor de 53 años, se describe a sí mismo como "quizás el último mosquetero activo al este de la Casa Blanca"- y su impulso sentencioso y "glassiano" por dividir el mundo entre nosotros y ellos, invitando a estos venerables y jóvenes objetos de interés amorosos a unirse a su pequeño club elitista, solo para expulsarlas después con un brusco despido porque son solamente normales o convencionales, no lo suficientemente especiales para él. "El problema contigo, Joyce", recuerda Maynard que le dijo, "es que amas el mundo".

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