Cambio al sistema electoral, otra mala reforma
Mientras el gran problema de una parte importante de la ciudadanía era poder trasladarse hacia sus trabajos y luego hacia sus casas, el gobierno señalaba que el miércoles era histórico. Esto, porque después de 24 años de sistema binominal, finalmente se votó a favor en la cámara la opción de cambiar a un sistema proporcional. Sin embargo, este no es un proyecto que le haga bien a nuestro sistema democrático, por varias razones.
Primero, porque si aceptamos la premisa -avalada por una cada vez menor participación ciudadana en elecciones y una mayor desconfianza hacia los políticos- de que no es verdad que hoy nuestra ciudadanía esté más politizada, entonces no se justifica un aumento de diputados y senadores. En esa misma lógica, tampoco se explica la creación de mega distritos, pues la relación entre el parlamentario y su elector se volverá más lejana aún, cuestión que agudizará las críticas hacia los políticos.
Segundo, mirado desde una lógica operativa, esta reforma desconoce la relación indisoluble entre sistema electoral y sistema de gobierno, del momento que sesga el beneficio a los partidos políticos antes que a los bloques. Pues, si consideramos que nuestro país tiene un sistema presidencialista, el giro hacia la proporcionalidad que da este proyecto, junto con las menores exigencias para crear y mantener la existencia de un partido político, hará mucho más difícil para quien gobierne la posibilidad de generar acuerdos mayoritarios que permitan avanzar en los proyectos que un presidente se proponga. Dicho de otro modo, la principal consecuencia que se provocará será la fragmentación, y a mayor fragmentación, menos gobernabilidad, cuestión que atenta directamente contra el buen funcionamiento de la democracia.
Por otro lado, las parcialidades incomprensibles en la asignación de cupos atentan contra el discurso pro democrático que impulsaba el espíritu de esta reforma. Pues, si advertimos que hay varios distritos que con el nuevo mapa quedan con un número similar de electores, pero que eligen distinto número de parlamentarios, rápidamente se puede concluir que el objetivo principal de la reforma -cual es, mejorar la representación- claramente no se cumple por motivos que resultan a lo menos bastante cuestionables. Tal vez por esto mismo es que podemos señalar que lo menos malo de este proyecto sea que finalmente no se incluyó la idea de los subpactos, ya que el hecho que se pudiera arrastrar a candidatos que no han obtenido buena votación, habría sido otro golpe a la promesa de mejoramiento de la representación.
Finalmente es esperable que esta reforma ponga más todavía en tela de juicio a la clase política, que sin razón suficiente aumentará en miles de millones los costos del Congreso de un país que aún tiene graves problemas que solucionar.
Ante todos estos argumentos, es dable preguntarse, ¿por qué entonces se aprueba una reforma como esta? La respuesta es sencilla: porque con la mayoría requerida se dio como nunca antes la oportunidad de confeccionar un sistema electoral que permitiese a la izquierda solucionar sus problemas de cupos y fragmentación. Sólo así se entienden los cambios de último minuto y las celebraciones de un proyecto que no siendo bueno, ni transparente, ni urgente para el país, generase tanta celebración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS