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El narrador cercano Ricardo Piglia

Piglia: la heterogeneidad, el cambio de registro, los distintos estilos son para mí un primer dato que identifica el carácter personal de esta antología y no su contenido o valor‏

JUAN MANUEL VIAL, ricardo



Dice que “la heterogeneidad, el cambio de registro, los distintos estilos son para mí un primer dato que identifica el carácter personal de esta antología y no su contenido o valor”. Y luego agrega que ha elegido estos textos porque le parecen cercanos “aunque han sido escritos a lo largo de varias décadas”. Algunas de las piezas aquí incluidas fueron publicadas con anterioridad, lo que en ningún caso las disminuye, ya que el valor es de conjunto, y el tiempo que transcurrió entre la más antigua, de 1968, y la más nueva, de 2014, es en consecuencia bastante extenso como para conformar una visión panorámica.
Tal vez uno de los mayores méritos de esta magnífica recopilación de escritos es que puede cautivar a varios tipos de lectores, tema, el de las diferentes clases de lectores, que le ha resultado atractivo a Piglia a lo largo de su carrera como escritor. La antología se compone de cuentos -todos muy notables-, de clases magistrales, de ensayos que abordan temas literarios y de notas en un diario. El registro es amplio y la recompensa es suculenta: en un mismo libro, está el Piglia que piensa en la literatura desde su laboratorio de escritor; un poco más adelante, el Piglia que divaga acerca de la obra del gran Manuel Puig; luego, el Piglia que le rinde un tributo al género policial con Croce, aquel memorable comisario que hizo del escepticismo un modo de vida.
La primera parte del libro, llamada Cuentos morales, incluye cinco relatos que dejan ver con claridad la maestría con que Piglia, reconocido también por sus novelas, se desenvuelve en el género breve. El primer cuento habla de un gaucho al que sus compañeros de trabajo parecen no ver; luego viene la hermosa y perturbadora historia de una niña que “imagina que todo lo que sucede a su alrededor es una proyección de su personalidad”; en El Laucha Benítez, el narrador se centra en el recuento de parte de la vida del Vikingo, un gigantón ex boxeador aporreado por la vida que desarrolla una intensa amistad con el llamado “Laucha”, “un peso mosca de diecisiete que prometía mucho pero que no se decidía entre su innato talento para el box y sus ganas de ser cantor de boleros”.
El cuento que sigue, Un pez en el hielo, trata sobre un argentino que está en Italia para estudiar la obra de Cesare Pavese y, al mismo tiempo, olvidar a una mujer que ama. La reconstrucción del mítico suicidio del poeta italiano es parte del conmovedor entramado de la historia. Finalmente, con El joyero, Piglia echa un vistazo elocuente a un mundo que le resulta atractivo, el del hampa. La segunda parte del libro, titulada El laboratorio del escritor, consiste en cinco ensayos que abordan temas literarios. Luego vienen Los casos de Croce, los tres estupendos relatos protagonizados por aquel comisario que fue uno de los personajes principales de la novela Blanco nocturno. Aquí también hay una excelente noticia para quienes tengan debilidad por este género imprescindible: Piglia está escribiendo más acerca de Croce.
La cuarta parte, llamada La forma inicial, contiene dos cuentos, la transcripción del discurso que dio Piglia cuando recibió el premio literario José Donoso de la Universidad de Talca (2005), las ya mencionadas notas en un diario (1987) y un ensayo sobre el Che Guevara en cuanto a lector.
Antología personal permite la posibilidad de husmear un poco en la intimidad mental de Ricardo Piglia. Hay algunos temas que se repiten, cierto gusto por épocas pasadas, tal vez una pista de orden sentimental. Y ese es otro mérito de este libro híbrido, generoso y fundamental: la de empezar a reconocer como un cercano a uno de los grandes narradores de nuestra lengua.

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