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Desafíos para la soberanía y el turismo en Tierra del Fuego

La travesía de Álvaro Fischer por los parajes australes, en primera persona:
Desafíos para la soberanía y el turismo en Tierra del Fuego
por Álvaro Fischer
Diario El Mercurio, domingo 17 de abril de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/04/17/reportajes/reportajes/noticias/129E42EC-0498-4BA4-932B-42F86C2127AA.htm?id={129E42EC-0498-4BA4-932B-42F86C2127AA}
 
El conocido ingeniero matemático que defiende la Teoría de Darwin,
viajó junto a la Red de Alta Dirección de la Universidad del
Desarrollo a Tierra del Fuego, donde visitó el Parque Karukinka. Aquí
relata los atractivos de la zona y hace hincapié en la dificultad que
existe para llegar al lugar, lo que podría retrasar el despegue
turístico del territorio.
 
 
Si sólo juzgáramos a Tierra del Fuego por el nombre de la gran bahía
que se introduce en la Isla desde el estrecho de Magallanes hacia el
oriente, en el sector en que el estrecho corre de norte a sur a la
altura de la Isla Dawson, nos equivocaríamos rotundamente. En efecto,
esa bahía se llama Bahía Inútil, nombre que le dieron los marinos
ingleses cuando la avistaron por primera vez, porque a pesar de su
vastedad, no presentaba buenas condiciones para el refugio de las
naves, por lo expuesta a los vientos y bajo calado. Sin embargo, no es
la inutilidad lo que caracteriza a Tierra del Fuego, particularmente
si la examinamos a la luz del creciente interés que muestran las
personas por conocer los más remotos rincones del planeta. En efecto,
si uno recorre Tierra del Fuego y toda la inmensa red de islas,
archipiélagos y canales que la rodean, y a eso le agrega la Patagonia
chilena continental, se da cuenta de que está frente a un territorio
capaz de generar una demanda turística inimaginable hasta hace muy
poco.
 
Condiciones únicas
 
Son muchas las razones que le confieren a esa zona atractivos
especiales. Por de pronto, lo remoto de su localización geográfica. En
un mundo caracterizado por una creciente globalización, las personas
que gustan de viajar comienzan a agotar los destinos más
tradicionales, y buscan otros que les parezcan más exóticos. Desde los
tiempos en que Magallanes navegó por primera vez el estrecho que lleva
su nombre, hace casi 500 años, el territorio al sur de él representaba
el confín del mundo. Sus habitantes debían utilizar el fuego con mucha
intensidad, a juzgar por las gruesas columnas de humo que la
tripulación del marino portugués avistó en su recorrido hacia el
Pacífico, y que los hizo bautizarla como Tierra del Fuego. La
imaginación de navegantes intrépidos de otros siglos se reproduce en
modernos turistas con pasión por la aventura, al ver en la caprichosa
geografía de esa región -la más austral de la parte habitada del
planeta- un lugar donde sentir ese "fin de mundo", inalcanzable para
la mayoría hasta hace pocas décadas.
Pero además de remota, esa zona es bella. Conocidas mundialmente son
las postales de los "Cuernos del Paine", desde el lago Pehoé, que
asombran a turistas de todas partes del mundo por su magnificencia y
belleza. Del mismo modo, las estepas de las estancias ovejeras de
Tierra del Fuego, los bosques de lenga del Parque Karukinka, los
picachos de la cordillera Darwin, los glaciares del fiordo Brooks, en
el seno del Almirantazgo, la vastedad del Lago Fagnano, que
compartimos con Argentina, o la magnificencia de lagos más pequeños,
como el Deseado y el Despreciado, constituyen sublimes representantes
de una belleza que asombra a quien quiera aventurarse a visitarlos.
 
Adicionalmente a su lejanía y belleza, esa región tiene significado
para las personas ilustradas, especialmente para aquellos turistas del
hemisferio norte, pues es emblemática para la historia de la
navegación y de la ciencia. El cabo de Hornos, el estrecho de
Magallanes, el canal del Beagle, son mudos testigos de proezas
increíbles de avezados navegantes, y sus desafiantes aguas inspiraron
innumerables hazañas que hoy reconocemos como hitos de la historia.
Pero, además, la ciencia quedó indeleblemente ligada a Tierra del
Fuego a través de Darwin y Fitz Roy. Cuando Darwin recibió la carta de
su amigo, el botánico Joseph Hooker, ofreciéndole el cupo de
naturalista a bordo de la Beagle, el destino indicado era Tierra del
Fuego. En efecto, la tarea principal que debía cumplir su capitán Fitz
Roy era completar la cartografía naval de toda aquella zona, que les
daría más seguridad a las líneas de navegación de la flota comercial y
naval de la potencia dominante de la época. Y por esa razón, muchos de
sus hitos geográficos llevan el nombre de personajes ligados a esa
travesía: el canal del Beagle, el estrecho Murray, el monte Fitz Roy,
la cordillera Darwin, el seno de Ottway, el seno de Skyring y el monte
Stokes, entre otros.
Las etnias extinguidas
Pero hay otra arista que, lastimosamente, atrae el interés de los
turistas y de los investigadores. Se trata de la trágica historia de
las cuatro etnias que habitaron esa zona: los nómades y cazadores
selknam y hausch de Tierra del Fuego, y los yámanas y kaweshkar,
canoeros que habitaron todo el complejo de islas y archipiélagos que
rodean a la Isla Grande en su margen occidental y sur. La incapacidad
de los pioneros que llegaron a desarrollar la zona para comprender la
cosmovisión que los nativos tenían para utilizar su territorio, así
como una serie de otras trágicas circunstancias, no necesariamente
atribuibles a una intención premeditada por parte de los primeros,
hizo desaparecer paulatinamente la población indígena hasta su
extinción actual. Esa penosa historia, paradójicamente, es una fuente
de atracción adicional para el turismo moderno, que desea conocer las
circunstancias en que ello ocurrió y el rico legado antropológico que
dejaron, recogido en el siglo XX por Martín Gusinde y Anne Chapman,
entre otros.
Industria turística
 
Las oportunidades que ofrece el turismo en esa zona, sin embargo,
requieren de cuidadosos términos de referencia que los inversionistas
privados deberán seguir, para minimizar el impacto sobre el entorno, y
así preservar la belleza y unicidad de esa lejana geografía. Los
caminos que se abran, las concesiones que se entreguen, los
reglamentos que se impongan en sus parques, la supervisión y sanción a
quienes los transgredan, serán vitales para desarrollar, en ese rincón
del mundo, un "turismo del siglo XXI", no invasivo y amigable con el
medio ambiente. Tanto los hikers que suben los montes o recorren los
senderos a pie, como los sofisticados turistas que deseen bajar
esquiando un glaciar luego de acceder a él en helicóptero, deberían
enfrentar las mismas reglas, que apunten a conservar el aspecto
remoto, bello y con significado que hoy esa zona encarna. Lo mismo
debe ocurrir con las inversiones en infraestructura hotelera o la
llegada de cruceros. La oportunidad turística que toda la zona ofrece
debe ser aprovechada aplicando altos estándares modernos.
 
Soberanía
 
No resulta fácil ejercer soberanía en territorios tan alejados y de
tan difícil acceso. La navegación aérea ofrece muy pocos aeródromos
donde aterrizar con instrumentos. Las carreteras son escasas y las
distancias son largas. El camino que cruza Tierra del Fuego, desde
Porvenir a Yendegaia en el canal del Beagle, aún no se completa. El
Cuerpo Militar del trabajo, a pesar de su esfuerzo, no ha podido
avanzar al ritmo que se requiere. El puente sobre el río Azopardo, que
desagua al Fagnano y que permite conectar con la bifurcación entre la
sección del camino que se dirige a Yendegaia, al sur, con la que va a
Caleta María, al oeste, está esperando años que se complete. Chile se
enfrenta a una urgente disyuntiva. O asigna fondos que permitan
completar ese tramo, probablemente mediante una licitación pública a
empresas especializadas, que también incluya la salida desde el lago
Fagnano al seno del Almirantazgo, en Caleta María, con facilidades de
embarque y desembarque en ella, o continúa su actual letargo,
posponiendo por otra década la posibilidad del despegue turístico de
esa zona. La conexión definitiva del país con su punto más austral de
Tierra del Fuego depende de ello.
 
La infraestructura atrae al turismo, y el turismo ayuda a establecer
soberanía. Ambas son partes de una misma ecuación, y se potencian
mutuamente. El grado de desarrollo que ha alcanzado Chile, con un
presupuesto del gobierno central que alcanza los 55 mil millones de
dólares, permite mirar esos problemas con perspectivas de más largo
plazo. Hay algunas decisiones cuyo retorno social no puede calcularse
con precisión, por las incertidumbres que hay respecto de su futuro.
Sin embargo, saltarse el rigor de la evaluación social de proyectos
puede costar muy caro. Pero hay ocasiones en que vale la pena hacerlo,
apostando por los escenarios más optimistas, aunque no haya certeza de
que se den en el corto plazo. Ésta parece ser una de ellas. Ésa fue la
firme impresión que me quedó hace unos días, luego de visitar, con la
Red de Alta Dirección de la Universidad del Desarrollo, que dirige
Claudia Bobadilla, Tierra del Fuego, el Parque Karukinka, y todo su
extraordinario entorno.
 
 Álvaro Fischer
 
Es ingeniero matemático de la Universidad de Chile. En 2010 fue
nombrado presidente de la Fundación Chile.
Es miembro de la New York Academy of Science, de la Human Behavior and
Evolution Society, ex presidente del Instituto de Ingenieros de Chile
y ex rector de la Universidad Tecnológica de Chile.
Su fascinación por la teoría de Charles Darwin comenzó hace unos años,
mientras leía un artículo en "The Economist" sobre psicología
evolucionaria. Desde ese momento empezó a investigar sobre el tema y
hoy se ha convertido en uno de los conocedores -y defensores- de la
teoría de Darwin en Chile. Tanto así que para la celebración del
Bicentenario del naturalista inglés en el país, él fue la cara más
visible en los eventosen que se le recordó.

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