Las personas que escriben regularmente
columnas de opinión en los medios escritos,
paulatinamente se va haciendo reconocibles
para sus habituales lectores, no sólo por su pensamiento,
sino por la manera particular en que exponen
sus ideas, el fraseo, u otras carcaterísticas
del peculiar estilo con que se los identifica.
El fragmento que viene a continuación,
extractado de una columna reciente,
con cuyo contenido el lector puede coincidir,
discrepar, o serle completamente indiferente,
tiene una particularidad extra.
No se coloca el nombre del autor
de la columna, ni el título, ni el medio
en que fue publicado, dejando este
pequeño enigma al eventual lector,
para ver si es capaz de reconocer
al autor de este artículo:
«Se piensa que los gobiernos y los parlamentos
deben solucionarle los problemas a la gente.
Aunque eso es erróneo,
porque su verdadera tarea
es crear las condiciones
para que cada uno busque con dignidad,
autonomía y sociabilidad sus propias soluciones,
la equivocación permite que se pueda descubrir
una especie muy curiosa y reiterada en el tiempo:
los gobiernos que buscan crearles problemas a las personas.
Cerca de tres millones y medio de ciudadanos
nos han puesto a los casi catorce millones restantes
—y se han colocado también a sí mismos—
en condiciones muy lamentables:
desde marzo habrá un gobierno y un Congreso
que se dedicarán a crearles problemas a los chilenos.
En nuestro país, los males reales son muchos,
pero hay una enorme posibilidad de inventarse otros problemas,
porque la sensibilidad para el drama está disponible.
¿Qué lleva a los políticos de izquierda
al escenario de la ficción creativa,
mientras olvidan o postergan los problemas reales?
Muchas razones avalan su proceder.
El nuevo gobierno
nos creará múltiples problemas
porque, por una parte, cree
que lo que hoy funciona bastante bien, está mal.
Por otra, porque necesita
que grupos importantes de personas
se hagan dependientes de su gestión,
ya que les ofrecerán aparentes soluciones.
En tercer lugar,
porque la diversidad de los partidos
que le darán su apoyo
hará que sea necesario
generar problemas solucionables
para unos y para otros,
aunque las fórmulas
resulten contradictorias entre sí.
Además, porque así se hace crecer
indefinidamente la burocracia estatal
supuestamente apta para buscar esas soluciones.
Se suma a lo anterior el que,
con esos problemas inventados,
se logrará desviar la atención de las crisis reales.
Y, finalmente, porque cuando se imagina un problema,
quizás ya se sabe de antemano la solución:
se gana en prestigio, por fatuo que sea ese apoyo.
El abanico de posibilidades
para generar problemas
es tan amplio como la vida misma
y casi todas esas opciones
están contempladas en el programa.
En lo institucional,
el empeño por derribar
todo lo que ha significado
equilibrio y estabilidad:
Constitución moderadora,
dos bloques en el Congreso,
Tribunal Constitucional independiente.
En lo educacional,
un febril empuje por convertir
un sistema mediocre en un sistema perverso:
no podrás enseñar ni elegir cómo educar a tus hijos,
no te empeñarás en alcanzar metas,
te enseñarán una verdad estatal.
En lo laboral, si creas riqueza,
serás sospechoso de abuso;
si eres asalariado,
se presumirá que te explotan:
la reedición de la lucha de clases,
sin diferenciar entre
las situaciones gravemente injustas
y tantos ámbitos claramente beneficiosos.
En lo familiar,
dale con disolver lo poco que queda,
sin el más mínimo sentido realista:
hacen falta dos, hombre y mujer,
para que los que nazcan
crezcan armónicamente,
pero se insistirá en que eso es fundamentalismo.
En los cultos,
cuando hoy cada uno cree
y reza como le parece,
o pasa por la vida
sin referencia alguna al Creador,
se sembrará la discordia
entre los creyentes muy mayoritarios
y los no creyentes, solo para contar
con el parecer favorable de estos últimos.
En la salud, aunque los especialistas
se tomen la cabeza a dos manos,
se propondrán despenalizaciones
de ciertas drogas.
Y así, de paso, se crearán
graves problemas de seguridad,
porque nunca han sido los narcos
gentes que se conformen
con nuevos espacios para sus negocios.
La máxima socialista es clara:
si los problemas de una sociedad
son abordables con sentido común
y buenos conocimientos, vamos mal.
Invente otros, cambie el escenario».
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