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Long and Winding Road...‏


HÉCTOR SOTO, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 7 DE DICIEMBRE DE 2013

La necesidad de salir y las ganas de entrar

Un muro infranqueable parece haberse levantado entre la política y el ex ministro y candidato presidencial. Eso ya se sospechaba, pero el anuncio de esta semana lo hace algo más definitivo. No es mucho lo que cambia, en todo caso, porque la puja por los liderazgos de la derecha ya está lanzada. Compulsivamente y antes de tiempo, por supuesto. Nada nuevo: el sector nunca ha sido muy circunspecto.
Aunque la prudencia recomiende no tomar muy literalmente el anuncio de Pablo Longueira sobre su retiro definitivo de la política, es evidente que para él todo cambió tras el cuadro depresivo que lo sacó en julio pasado de la carrera presidencial.
En principio, al menos, sería casi imposible que Longueira pudiera retomar el protagonismo que tuvo en el pasado.No obstante eso, un anuncio tan dramático como el que hizo a mediados de esta semana exigía un marco de formalidad mayor. Estas cosas no se dicen a la pasada. Más todavía cuando quien las dice ejerció un liderazgo muy importante en su partido y en el sector, y cuando él mismo, no pocas veces en su larga trayectoria pública, dijo sentirse incómodo o “de prestado” circunstancialmente a la política, no obstante que era la política la actividad a la cual había dedicado todos y cada uno de los minutos de su vida.
La desdramatización también es atendible porque, en relación con las últimas semanas, tampoco es tanto lo que ha cambiado. Es cierto que Longueira ya no estará en el Senado, del que se fue el 18 de julio del 2011 para asumir la cartera de Economía en el gobierno del Presidente Piñera. Todo indica, sin embargo, que no es el Parlamento donde se articulan o templan los grandes liderazgos de la política chilena. No es casualidad que tres de las figuras de mayor convocatoria de la Alianza -los senadores Longueira, Allamand y Matthei- hayan tenido que pasar por el gabinete, por la experiencia de ser ministros, para armarse y visibilizarse ante la opinión pública. Eso no es casualidad, y tampoco lo es que desde hace ya mucho tiempo la escuela de los presidentes chilenos haya dejado de ser el Parlamento.
El proyecto y las dudas
En términos de fuerza y carisma, Pablo Longueira puede haber sido, por lejos, el político de mayor intensidad y capacidad para conectar con distintas audiencias que haya tenido la derecha en las últimas décadas. También es el que más rechazo generaba y este factor -tal como en el caso de Evelyn Matthei- le imponía un gravamen fatal a sus eventuales proyecciones presidenciales.
Pablo Longueira, en cualquier caso, dedicó buena parte de su trayectoria a la construcción de la UDI popular. Fue el momento de mayor gloria de la colectividad y es sintomático que su involuntario retiro de la política coincida con el momento en que ese proyecto esté comenzando a perder aceite, por así decirlo. Va quedando poco de la UDI en las poblaciones. El llamado centro social, acuñado por Lavín con ocasión de la campaña para la primaria presidencial, demostró ser muy poco más que un simple volador de luces a la hora del recuento de los votos. Si Longueira triunfó sobre Allamand no fue por las comunas populares sino, más bien, por Las Condes y La Dehesa, que califican mejor como centro económico que social.
No está claro si sigue existiendo en la sociedad chilena piso para un proyecto como el de Longueira, que consistía en un partido de masas asentado en el voto católico, moderado, femenino y popular. La emergencia de una clase media-baja, que es frágil pero, sin embargo, vigorosa cuando mantiene sus fuentes de trabajo, ha modificado mucho el mapa político de ese sector. La gente ya es más autónoma y mucho menos dependiente del asistencialismo de los municipios, de los bonos del gobierno, de las redes centrales y locales, y esto mismo ha vuelto a este electorado bastante más díscolo y voluble.
Hay otro factor que también trancó la máquina de la UDI popular: la fragilidad política e ideológica del partido para confrontarse en la batalla de las ideas. Es una ironía que el mismo partido, y el mismo sector del partido más crítico al actual gobierno, al que le imputa no haber gobernado con ideas de derecha, haya estado tan mal preparado para debatir episodios como los 40 años del Golpe o para desarmar los nuevos fetiches de la educación gratis y de la asamblea constituyente, que son los que están campeando sobre el actual escenario político. Eso tiene, básicamente, dos causas: o falta de convicción en las ideas propias o gran incapacidad para transmitirlas, compartirlas y entregar a ese plano un testimonio convincente de autenticidad.  
Dentro y fuera del Parlamento
El retiro de Longueira no cambia sustancialmente el horizonte en el cual se van a medir los liderazgos de la derecha en los próximos años. Puesto que la política chilena se ha ideologizado mucho, y todo hace pensar que se mantendrá en ese eje por un buen tiempo, se diría que el “cosismo” de la derecha que inventó Joaquín Lavín se tendrá que ir para la casa. De eso en el sector hay pocas dudas. Más incierto es lo que pueda pasar con el “gestionismo” de Piñera. Hoy por hoy, al Presidente los vientos de la política lo están favoreciendo, como lo puso de relieve la encuesta Adimark divulgada esta semana. Por lejos, Piñera va a ser la figura política más prominente y mejor evaluada del sector. Pero, ¿será su liderazgo el que la derecha va a necesitar para el futuro, particularmente cuando su manera de entender la política como pura gestión y logro de metas cuantificables demostró tener muy serias limitaciones?
Por otro lado, es cierto que el Senado ha adquirido para la derecha una relevancia inédita. Se convirtió en el único espacio donde el sector todavía puede respirar como minoría y como llave de un bloque con el que el próximo gobierno podría negociar algunas iniciativas. Esto de por sí no les asegura ni el protagonismo ni la gloria a los senadores de la Alianza. Pero les va a abrir un filón toda vez que las ansiedades personales no conviertan esa bancada en una banda de cuatreros.
Sea como sea, también hay vida fuera del Parlamento. Haym que tenerlo en cuenta para rebajar un poco la alarma de esas conversaciones de sobremesa que rasgan vestiduras porque,¡horror de horrores!, ¡ni Novoa, ni Chadwick, ni Longueira ni Matthei van a estar en la próxima legislatura! Sí, no van a estar. Pero si quieren seguir interviniendo en el debate público, está en ellos que se las ingenien para hacerlo.
La tendencia, por último, a proyectar liderazgos de hoy a escenarios de mañana, como si la política y la sociedad chilena pudieran meterse estáticas en un congelador, es una muy antigua trampa para las ambiciones políticas de corto plazo. Los políticos son sus ganas, pero también sus circunstancias. Y las circunstancias en este Chile posmoderno son extremadamente líquidas, de suerte que el riesgo de que quien se acueste como papabile de la derecha y amanezca como cura de pueblo, en el mejor de los casos, es muy alto. La tómbola seguirá girando, y si hay un boleto que no se puede comprar por anticipado es el de quién encabezará al sector en cuatro años más. Siendo así, antes de estar pensando en el premio, mejor sería que los interesados se pusieran de cabeza a hacer mérito para merecerlo

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