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Nunca dejes que la realidad arruine un buen titular (parentesco entre periodismo y política: ppp)‏

ASCANIO CAVALLO, DIARIO LA TERCERA, DOMINGO 3 DE AGOSTO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/08/03/ASCANIO-CAVALLO/EL-CARTILLAZO-2/

El “cartillazo 2″


Resfriada y con el itinerario listo para su viaje a la reunión del Mercosur en Caracas, el lunes por la tarde la Presidenta Michelle Bachelet se convenció de cancelar sus planes y convocar a una reunión del comité político ampliado. El propósito sería, según la explicación de La Moneda, ordenar las prioridades legislativas del gobierno para el segundo semestre. Aunque sería más justo decir que se trataba de ordenar en general.
Esto no se hace si no se tiene la percepción de que la falta de orden está perjudicando al gobierno. La Presidenta llegó a esa conclusión durante el fin de semana previo y decidió intervenir para detener un fenómeno desatado por una combinación entre exceso de prisa, ausencia de tino y planes personales.
Julio fue un mal mes para el gobierno. Comenzó con las contramarchas de la reforma tributaria y las dificultades del ministro Alberto Arenas para explicar que 1) las modificaciones introducidas por el acuerdo con la oposición no eran correcciones y 2) el acuerdo era necesario para no agregar otro factor de tensión en una economía que se desacelera como efecto de una persistente caída en la inversión.
Y terminó con las expresiones de “pensamiento hablado” del ministro Nicolás Eyzaguirre acerca de la reforma educacional, que multiplicaron la ya copiosa incertidumbre acerca de las formas concretas con que el gobierno buscará obtener los objetivos que ha anunciado. La Moneda venía percibiendo hace semanas la confusión imperante y estaba multiplicando sus esfuerzos comunicativos para explicar el mapa de ruta de los proyectos de la reforma.
Culminación de ese análisis: suspensión de viaje, cita al comité político ampliado y debate a puertas cerradas.
En el oficialismo se habla -con cierta sorna- del “cartillazo 2”. En junio del 2006, tres meses después de asumir su primer mandato, Bachelet convocó a sus ministros para ordenar sus líneas de trabajo y, sorpresivamente, les entregó lo que más tarde llamó “un decálogo del nuevo estilo de gobierno”. Un mes después perdía su cargo el ministro del Interior, Andrés Zaldívar, y no pocos interpretaron ese golpe dramático como un esfuerzo por afirmar la autoridad de la Presidenta cuando había algunas dudas sobre ella.
Las cosas son enteramente distintas hoy. El martes no hubo “decálogo”, los ministros fueron instados a plantear problemas y posibilidades y nadie duda sobre la autoridad de la Presidenta. Al revés, ella es por ahora la única autoridad real, porque es la única garantía de confianza popular y, por tanto, el único factor de unidad del oficialismo.
Pero también existe alguna semejanza y no es necesario desdeñarla. En el 2006, el “cartillazo” fue un llamado a que todo el gobierno se alinease tras un “estilo”. En el 2014, lo que se ha exigido es la ortodoxia respecto de un programa: quien esté con él, podrá seguir adelante; quien dude o se desvíe, verá la ancha puerta de la salida.
La calidad de los ministros se mide en función de la adhesión a ese programa, aun cuando la parte de este último que le corresponda haya podido consistir sólo en unas pocas generalidades. Nadie parece querer en el gobierno el imperio de las “visiones críticas”.
Esta fidelidad es muy complicada en sectores -la educación, nada menos- donde es preciso poner tanta atención a las ideas como a la realidad, no sólo por razones de vulgar pragmatismo, sino sobre todo de gobernabilidad (lo que ha hecho el ministro Arenas, y que lo expuso a algún maltrato por parte del integrismo programático). Exigir lo contrario es una forma de parafrasear esa vieja broma del periodismo: “Nunca dejes que la realidad arruine un buen titular”.
La otra semejanza es que el “cartillazo 2” se produzca de nuevo en la fase inicial del gobierno, antes de sus primeros cinco meses, una curiosidad que hace pensar en dos posibilidades: 1) un rasgo de estilo de la Presidenta, que avanza desde las ideas generales hacia las precisiones progresivas, o 2) una selección de colaboradores a los que les cuesta entender lo que la Presidenta exactamente espera.
Pero no hay que perderse. Se trata, en cualquiera de los casos, de Michelle Bachelet luchando, como lo ha hecho siempre, por fijar sus convicciones dentro del proceloso y movedizo mar de la política. Y tratando de que la realidad no las arruine.

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