WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Todavía no estamos tratando a un bando u otro de traidores; quizás por nuestra tradición minera preferimos hablar de pasar aplanadoras o retro-excavadoras.‏



ROBERT FUNK, DIARIO LA TERCERA, MARTES 8 DE ABRIL DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/04/08/ROBERT-FUNK/OPOSICION-COMO-UN-ACTO-DE-TRAICION/

Oposición como un acto de traición


ste una tendencia, cada vez más común entre algunos líderes mundiales, de considerar a cualquier oposición como traición. En países como Venezuela, Turquía o Rusia, el discurso oficial está repleto de referencias a traidores. Es así que el profesor Andrei Zubov fue despedido del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú acusado de haber cometido ‘actos inmorales’, en su caso, la publicación de una columna criticando la anexión de Crimea por el gobierno ruso. En Turquía, el Presidente Erdogan promete eliminar a los traidores del Poder Judicial, que lleva meses investigando casos de corrupción en el Poder Ejecutivo. Casos abundan, pero el fenómeno no es simplemente uno de discurso político, o de un repentino aumento en la cantidad de traidores en el mundo. Si no hay una epidemia de traición, entonces ¿qué pasa?
Un fenómeno observable es que la democracia representativa se encuentra a la defensiva. Los movimientos sociales que agarraron vuelo en todo el mundo el 2011, no compartían ni contextos ni causas, pero sí compartían una premisa: que la representación estaba fallando. Los ciudadanos, desde la Plaza de Tahrir, pasando por la Plaza de la Constitución, hasta más recientemente la Plaza de Maidan, no se sentían representados por aquellas personas elegidas para hacer precisamente eso.
Un segundo fenómeno es que muchos de estos países tienen democracias emergentes, o no consolidadas, cuyas instituciones políticas -partidos políticos, Poder Judicial, etc. – carecen de fortaleza o legitimidad. Es relativamente fácil que algún presidente o primer ministro abuse de esta debilidad con el fin de reforzar su propio poder.  Las instituciones débiles y la frustración con la representación, terminan por entregarles a esos líderes atributos cuasi monárquicos. Los líderes en las democracias delegativas terminan encarnando la virtud y el espíritu de la nación. De ahí, no es difícil presentar a aquellos que no están de acuerdo -la oposición- como traidores. Se establece un círculo vicioso en que los bajos niveles de institucionalidad le otorgan más poder al presidente, y el poder del Ejecutivo debilita las otras instituciones del Estado. Cualquiera que se oponga al líder, se posiciona contrario al gran proyecto nacional y se transforma en un traidor.
Como reconoce O’Donnell, quien trabajó el concepto, no hay duda en cuanto a si la democracia delegativa es o no democrática. Lo es, pero de una forma mayoritaria y poco liberal. Al reducir la importancia de la representación, se reducen también las posibilidades de incorporar las minorías en el juego político -aquellas minorías, sean políticas, raciales, étnicas, sexuales, religiosas, etc.- que en democracias sanas son protegidas por las instituciones. Al otorgarle tanto poder a una sola persona, el sistema se aleja de la visión de equilibrio de poderes que las democracias liberales han valorado desde Montesquieu en adelante, convirtiéndose en algo bastante más individualista. Los votantes no necesitan ni partidos, ni representantes, ni otras formas de asociatividad, sino que su relación política con el líder es directa e individual.
Es preocupante observar cómo Turquía o Rusia han caído en formas de democracia delegativa, pero debe preocuparnos más las señales de que algo parecido podría ocurrir en Chile. Si bien O’Donnell confiaba que la larga tradición democrática en Chile nos ayudó a basar una transición democrática en instituciones fuertes, sabemos que esas instituciones hoy son cuestionadas. Vemos cómo la democracia representativa ha sido incapaz de responder a las demandas sociales y observamos cómo surgen ideas de organización política que favorecen el asambleísmo, abandonando nociones de intermediación, protección de minorías o contrapesos institucionales.
Hasta el momento no ha surgido ningún líder que se haya otorgado ese rol de salvador de la nación. En Chile existe escasa tradición de ese tipo de discurso,  sin embargo las señales no son alentadores. Desde los discursos exagerados (la reacción de la derecha a la reforma tributaria) hasta la poca disposición a considerar reformas serias (sistema binominal), pasando por los llamados a tirar toda la institucionalidad por la ventana, se comienzan a sembrar condiciones no muy distintas a otras democracias delegativas. Todavía no estamos tratando a un bando u otro de traidores; quizás por nuestra tradición minera preferimos hablar de pasar aplanadoras o retro-excavadoras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS