Señor Director:
Mi discrepancia con Patricio Zapata respecto del proyecto de reforma electoral es que considero injustificado el fuerte aumento de 35 diputados. Dicho aumento no mejora la desproporcionalidad que el binominal y otras propuestas tienen a favor de las dos listas más grandes, del orden de un 9% en promedio de más escaños que votos al simularlas con las últimas siete elecciones.
Cierto que el aumento de número de diputados que eligen los nuevos distritos disminuye el umbral de votación requerido para salir elegido. En el mejor de los casos, en los cinco nuevos distritos de ocho diputados, el umbral se reduce al 11,11% de la votación. Pero ello no es suficiente para la realidad de la votación de las listas pequeñas. La mejor votación promedio de las listas chicas la obtuvo el PC con un 7,5% en 1997, ahora parte de la Nueva Mayoría. Las otras no han pasado del 5,5% de votación. El umbral sigue alto y la proporcionalidad no va a cambiar. Además, se pueden hacer distritos que elijan más diputados sin modificar el total de diputados.
El mismo mensaje presidencial señala que se trata de un "sistema proporcional moderado o atenuado", lo que significa en sencillo establecer umbrales altos, para evitar la proliferación de partidos, que lleguen al Parlamento con poca votación y que terminen de árbitros entre las dos coaliciones mayores.
El gran aumento no mejora sustancialmente la igualdad del voto, principio que se defiende en el mensaje. Ello porque los nuevos se asignan principalmente a regiones, por razones políticas, cuando la mayor desigualdad está en la Metropolitana. Incluso la propuesta DC-RN con un incremento de 14 diputados mejoraba más la igualdad del voto.
En esto se cometen arbitrariedades inaceptables, como otorgarle cinco diputados al distrito de la III Región con 221.606 electores, cuando al de la I Región se le asignan tres con más electores (222.024). Lo mismo sucede con los distritos de la VI Región Sur, VII Región Sur, IX Región Norte y X Región Sur, que con bastantes más electores que la III Región solo reciben cuatro diputados.
Andrés Tagle Domínguez
Mi discrepancia con Patricio Zapata respecto del proyecto de reforma electoral es que considero injustificado el fuerte aumento de 35 diputados. Dicho aumento no mejora la desproporcionalidad que el binominal y otras propuestas tienen a favor de las dos listas más grandes, del orden de un 9% en promedio de más escaños que votos al simularlas con las últimas siete elecciones.
Cierto que el aumento de número de diputados que eligen los nuevos distritos disminuye el umbral de votación requerido para salir elegido. En el mejor de los casos, en los cinco nuevos distritos de ocho diputados, el umbral se reduce al 11,11% de la votación. Pero ello no es suficiente para la realidad de la votación de las listas pequeñas. La mejor votación promedio de las listas chicas la obtuvo el PC con un 7,5% en 1997, ahora parte de la Nueva Mayoría. Las otras no han pasado del 5,5% de votación. El umbral sigue alto y la proporcionalidad no va a cambiar. Además, se pueden hacer distritos que elijan más diputados sin modificar el total de diputados.
El mismo mensaje presidencial señala que se trata de un "sistema proporcional moderado o atenuado", lo que significa en sencillo establecer umbrales altos, para evitar la proliferación de partidos, que lleguen al Parlamento con poca votación y que terminen de árbitros entre las dos coaliciones mayores.
El gran aumento no mejora sustancialmente la igualdad del voto, principio que se defiende en el mensaje. Ello porque los nuevos se asignan principalmente a regiones, por razones políticas, cuando la mayor desigualdad está en la Metropolitana. Incluso la propuesta DC-RN con un incremento de 14 diputados mejoraba más la igualdad del voto.
En esto se cometen arbitrariedades inaceptables, como otorgarle cinco diputados al distrito de la III Región con 221.606 electores, cuando al de la I Región se le asignan tres con más electores (222.024). Lo mismo sucede con los distritos de la VI Región Sur, VII Región Sur, IX Región Norte y X Región Sur, que con bastantes más electores que la III Región solo reciben cuatro diputados.
Andrés Tagle Domínguez
Cartas
Diario El Mercurio, Miércoles 30 de abril de 2014
Reforma electoral II
Señor Director:
Sorprende la confusión de Patricio Zapata respecto de las conclusiones que se derivan de un ejercicio de simulación publicado por "El Mercurio" de la propuesta de reforma electoral impulsada por el Ejecutivo, y de la cual el constitucionalista es autor.
Acerca de la simulación, es evidente, tal como señalara Duverger, que los sistemas electorales producen efectos a nivel de comportamiento y a nivel mecánico. Y como se explicita en el informe completo de LyD, el que al parecer Zapata desconoce, estas simulaciones poseen las limitaciones propias de cualquier ejercicio que aísla la dimensión comportamiento, porque evidentemente solo se pretende mostrar sus efectos mecánicos. Lo anterior no obsta a que sea plausible e interesante observar esta dinámica. Es más, a diferencia de lo planteado por Zapata, artículos académicos de ciencia política suelen plantear este tipo de simulaciones, haciendo la prevención anteriormente citada. Al respecto, sería bueno que Zapata complementara su expertise constitucional con los estudios electorales de algunos politólogos, tales como Peter Siavellis, Arturo Valenzuela, o cualquier estudio del Journal Electoral Studies, donde habitualmente se proponen estos ejercicios de simulación.
En la misma línea, también sería interesante que Zapata recordara que él fue miembro partícipe de la Comisión Boeninger durante la anterior administración de Michelle Bachelet, donde, dicho sea de paso, también se simuló cada una de las propuestas de reforma. ¿Rechazó aquellas simulaciones con el mismo entusiasmo?
Finalmente, sería preferible que el autor de la propuesta de reforma centrara sus esfuerzos en corregir algunos de los problemas que su propuesta electoral contiene. ¿Conocerá la evidencia de Carey y Hix de 2011 que señala que la reducción en desproporcionalidad es significativa hasta el aumento del quinto escaño? ¿Cómo explica que el distrito de Copiapó elija más representantes que el distrito de San Fernando y Santa Cruz con menos electores, siendo ambos de regiones?
Jorge Ramírez R.
Investigador Programa Sociedad y Política
Libertad y Desarrollo
Sorprende la confusión de Patricio Zapata respecto de las conclusiones que se derivan de un ejercicio de simulación publicado por "El Mercurio" de la propuesta de reforma electoral impulsada por el Ejecutivo, y de la cual el constitucionalista es autor.
Acerca de la simulación, es evidente, tal como señalara Duverger, que los sistemas electorales producen efectos a nivel de comportamiento y a nivel mecánico. Y como se explicita en el informe completo de LyD, el que al parecer Zapata desconoce, estas simulaciones poseen las limitaciones propias de cualquier ejercicio que aísla la dimensión comportamiento, porque evidentemente solo se pretende mostrar sus efectos mecánicos. Lo anterior no obsta a que sea plausible e interesante observar esta dinámica. Es más, a diferencia de lo planteado por Zapata, artículos académicos de ciencia política suelen plantear este tipo de simulaciones, haciendo la prevención anteriormente citada. Al respecto, sería bueno que Zapata complementara su expertise constitucional con los estudios electorales de algunos politólogos, tales como Peter Siavellis, Arturo Valenzuela, o cualquier estudio del Journal Electoral Studies, donde habitualmente se proponen estos ejercicios de simulación.
En la misma línea, también sería interesante que Zapata recordara que él fue miembro partícipe de la Comisión Boeninger durante la anterior administración de Michelle Bachelet, donde, dicho sea de paso, también se simuló cada una de las propuestas de reforma. ¿Rechazó aquellas simulaciones con el mismo entusiasmo?
Finalmente, sería preferible que el autor de la propuesta de reforma centrara sus esfuerzos en corregir algunos de los problemas que su propuesta electoral contiene. ¿Conocerá la evidencia de Carey y Hix de 2011 que señala que la reducción en desproporcionalidad es significativa hasta el aumento del quinto escaño? ¿Cómo explica que el distrito de Copiapó elija más representantes que el distrito de San Fernando y Santa Cruz con menos electores, siendo ambos de regiones?
Jorge Ramírez R.
Investigador Programa Sociedad y Política
Libertad y Desarrollo
Cartas
Diario El Mercurio, Miércoles 30 de abril de 2014
Número y forma
Señor Director:
En relación con la reforma del sistema electoral, un punto que genera controversia es el número de parlamentarios. Al respecto, cabe tener presente que si aplicáramos hoy la fórmula que para la Cámara establecía la Constitución de 1828, tendríamos 1.170 diputados; la Constitución de 1833, 878 diputados, y la Constitución de 1925, 585 diputados.
Probablemente hay un número más o menos adecuado de parlamentarios, tanto por razones de buen gobierno, como presupuestarias. Pero no hay que olvidar que los 120 diputados actuales configuran el número de representantes por habitante más bajo de nuestra historia. Por lo mismo, las propuestas que circulan para aumentarlos (a 154, por ejemplo) están perfectamente dentro del rango histórico. El problema no es este y no debería distraer la atención de lo principal: pensar la reforma a la luz de nuestra forma de gobierno.
El hecho de que tengamos presidencialismo (y no parlamentarismo) obliga a tener especial cuidado con la proporcionalidad. El sistema binominal actual tiene muy poca proporcionalidad. Pero, y a menos que nos vayamos hacia una forma más parlamentarista, su reforma para darle más debe conservar un componente mayoritario, a fin de asegurar la posibilidad de que los futuros gobiernos puedan gobernar.
A diferencia del parlamentarismo, en Chile el Gobierno y el Congreso tienen fuentes de legitimidad distintas, provenientes de elecciones distintas. Para reducir el permanente riesgo de que estas legitimidades entren en conflicto y parálisis, ellas deben compartir una cierta lógica mayoritaria.
Encontrar esa lógica es el desafío de la reforma electoral. Si esto implica aumentar en 30 o 40 los diputados y en otro poco los senadores, no importa mucho (Moya siempre paga). Antes que el número, la forma.
Lucas Sierra
CEP
En relación con la reforma del sistema electoral, un punto que genera controversia es el número de parlamentarios. Al respecto, cabe tener presente que si aplicáramos hoy la fórmula que para la Cámara establecía la Constitución de 1828, tendríamos 1.170 diputados; la Constitución de 1833, 878 diputados, y la Constitución de 1925, 585 diputados.
Probablemente hay un número más o menos adecuado de parlamentarios, tanto por razones de buen gobierno, como presupuestarias. Pero no hay que olvidar que los 120 diputados actuales configuran el número de representantes por habitante más bajo de nuestra historia. Por lo mismo, las propuestas que circulan para aumentarlos (a 154, por ejemplo) están perfectamente dentro del rango histórico. El problema no es este y no debería distraer la atención de lo principal: pensar la reforma a la luz de nuestra forma de gobierno.
El hecho de que tengamos presidencialismo (y no parlamentarismo) obliga a tener especial cuidado con la proporcionalidad. El sistema binominal actual tiene muy poca proporcionalidad. Pero, y a menos que nos vayamos hacia una forma más parlamentarista, su reforma para darle más debe conservar un componente mayoritario, a fin de asegurar la posibilidad de que los futuros gobiernos puedan gobernar.
A diferencia del parlamentarismo, en Chile el Gobierno y el Congreso tienen fuentes de legitimidad distintas, provenientes de elecciones distintas. Para reducir el permanente riesgo de que estas legitimidades entren en conflicto y parálisis, ellas deben compartir una cierta lógica mayoritaria.
Encontrar esa lógica es el desafío de la reforma electoral. Si esto implica aumentar en 30 o 40 los diputados y en otro poco los senadores, no importa mucho (Moya siempre paga). Antes que el número, la forma.
Lucas Sierra
CEP
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