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Un país moderado


por David Gallagher 
Revista Qué Pasa, Viernes 24 de Agosto de 2012 


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La noticia más llamativa de la encuesta del CEP es la gigantesca ventaja que tiene Michelle Bachelet como candidata presidencial.Cuenta con una altísima tasa de adhesión, y una mínima de rechazo: sólo el 18 por ciento está "decidido a no votar por ella". Los otros candidatos de la Concertación apenas figuran. Todo esto hace pensar que ella ya no puede no ser candidata, por lo que la incógnita ya no es si regresa, sino lo que pase cuando llegue. ¿Podrá ordenar a la Concertación en torno a un conjunto coherente de ideas? Y, dado que el factor ordenador va a ser su propio capital político, ¿cuáles son las ideas con que ella misma quisiera gobernar? Por otro lado, ¿qué efecto va a tener su aterrizaje en su popularidad?
Para la Alianza es cuesta arriba competir con una Concertación revitalizada por ella. Es cierto que sólo el 14 por ciento de los encuestados aprueba la labor de la Concertación, contra un 21 por ciento de la Alianza. Pero, paradójicamente, la Concertación, con 18 por ciento, supera a una Alianza con sólo 12 por ciento, en cuanto a la "identificación y simpatía" de la gente. Por lo visto, el corazón de muchos encuestados está con la Concertación, aun cuando la cabeza les diga que la Alianza lo hace mejor, hipótesis que es reforzada por el hecho de que el 13 por ciento "se inclina a votar" por candidatos de la Concertación en las municipales, frente a sólo ocho por ciento de la Alianza.
En esta difícil situación, el candidato de la Alianza con más potencial es sin duda Golborne. Aquí es importante la tasa de rechazo. Un no despreciable 40 por ciento está "decidido a no votar por él", pero la cifra equivalente para Allamand es de 56 por ciento. A la Alianza le conviene que siga habiendo más de un candidato, para diversificar su apuesta. Para eso puede ser recomendable que los ministros presidenciables salgan del gabinete pronto.
La aprobación del Presidente sigue baja, pero mejora. En estas cosas parece darse un ciclo, que ya se dio, en forma menos pronunciada, en tiempos de Bachelet. Al comienzo hay una luna de miel, en que las expectativas de la gente son altas, lo que se refleja en la tasa de aprobación presidencial. Después, esta tasa baja fuertemente, porque la gente mide el desempeño real con las expectativas que tenía, y se decepciona. Finalmente sube, porque la decepción era exagerada, y porque ahora el desempeño real es comparado con expectativas bajas. Por eso mismo, la aprobación de Piñera debería seguir subiendo.
El Chile que se trasluce de la encuesta es un país sano y moderado. La gente quiere más igualdad, pero acepta que algunos, por su mérito y esfuerzo, sean premiados más que otros. Cree que para surgir en la vida, lo más importante es una buena educación, el trabajo duro y la ambición. Un contundente 78 por ciento cree que el Estado debería apoyar a los pobres no con bonos, sino "mejorando sus capacidades". Una mayoría aprueba el financiamiento compartido en los colegios, y ha caído la popularidad del movimiento estudiantil, mientras sube la de los carabineros.
Más que nada se confirma que en Chile la gente piensa por sí misma. Se resiste a las categorías de las élites: contestan "Ninguno" cuando tratan de encasillarlos en alguna coalición, o en el eje derecha-izquierda. También la gente es apolítica, como en los países más desarrollados, pero más aún que en ellos, tiene una impresión de los políticos que es realmente pésima. Quizás sea porque los ve tan ideologizados y conflictivos. Pero la gente valora la democracia, y un porcentaje razonable dice que va a votar en las municipales y las presidenciales. Lo que es seguro es que cuando los chilenos finalmente voten, lo harán con moderación y con la mente abierta. En un país así, no hay carreras corridas.

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