Hernán Corral T.
Profesor de Derecho Civil Universidad de los Andes
Diario El Mercurio, Viernes 24 de Agosto de 2012
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/08/24/bello-encapuchado-1.asp
La estatua de Andrés Bello sedente en el frontis de la Casa Central de la Universidad de Chile ha aparecido, una vez más, embozada con un pañuelo negro, cual símbolo mudo y triste de que el espíritu republicano, de respeto a las leyes y a la soberanía popular representada en el Congreso Nacional, es minusvalorado por las formas de protesta que están utilizando las organizaciones de los estudiantes secundarios y universitarios. No parece ser casualidad que una de sus más destacadas dirigentes haya declarado públicamente que el Parlamento debe ser calificado de "inservible".
El desprecio por las leyes y por el derecho ajeno se observa particularmente en las llamadas "tomas" de establecimientos educacionales. La toma no es más que una usurpación de un inmueble que no sólo violenta el derecho de propiedad, pública o privada, sino que, al impedir el funcionamiento de la institución, priva al resto de los alumnos de su derecho a recibir educación y a los profesores de su libertad para enseñar.
Por legítimas que sean las reivindicaciones de las organizaciones que se movilizan, ellas no justifican el empleo de medios ilegales y violatorios de los derechos fundamentales. Se arguye que se trataría de "tomas pacíficas", pero esto no resiste análisis: aunque los alumnos hayan entrado sin forzar las puertas del establecimiento, al impedir el ingreso a sus legítimos propietarios y usuarios incurren en violencia. El mismo Andrés Bello dejó escrito en nuestro Código Civil que "el que en ausencia del dueño se apodera de la cosa, y volviendo le repele, es también poseedor violento" (artículo 711).
Tampoco pueden justificarse por el hecho de que hayan sido sometidas a una votación. Sabido es que estas votaciones no son para nada regulares, realizadas en medio de asambleas a las que no concurre ni puede concurrir la totalidad de los interesados. Más aún, aunque fuera una votación de todo el universo del alumnado, la mayoría no puede cercenar el derecho de la minoría a recibir sus clases. Los que quieran protestar pueden no ir a clases, pero no impedir que sus compañeros, que no comparten esa decisión, ejerzan su derecho a la educación que les está garantizado por la Constitución.
Si las tomas son medidas de fuerza, contrarias a derecho y además perjudiciales para los mismos estudiantes y para la educación pública cuyo fortalecimiento se reclama, entonces no sólo es una facultad de las autoridades, sino también un deber, ordenar que se proceda a desalojar a los ocupantes ilegales e impedir su reingreso para asegurar el normal desarrollo del año académico. Calificar el desalojo como "violencia" contra los estudiantes es de nuevo subvertir el orden jurídico.
Hizo bien, en su momento, el ex Presidente Lagos cuando invocó la Ley de Seguridad Interior del Estado para evitar que un paro de micreros impidiera el derecho de tránsito de los ciudadanos. La misma energía y sentido del deber de asegurar el orden público y el respeto de los derechos de los ciudadanos debiera esperarse de las autoridades actuales, sean éstas gubernamentales, municipales o educacionales.
Tanto los dirigentes estudiantiles como las autoridades harían bien en recordar el pensamiento de Andrés Bello, cuya estatua se veja ante la mirada inerme de quienes lo han sucedido en el gobierno de la Universidad que él fundara.
Bello, uno de los constructores de nuestro Estado de Derecho, ponía en el respeto a las leyes la base fundamental de toda convivencia republicana: "es...nuestra patria -decía en 1836- esa regla de conducta que señala los derechos, las obligaciones, los oficios que tenemos y nos debemos mutuamente: es esa regla que establece el orden público y privado; que estrecha, afianza y da todo su vigor a las relaciones que nos unen, forman ese cuerpo de asociación de seres racionales en que encontramos los únicos bienes, las únicas dulzuras de la patria: es pues esa regla la patria verdadera..."; tras lo cual concluía diciendo "esa regla es la ley sin la cual todo desaparece".
Bello encapuchado nos sigue enseñando. ¿Seremos capaces de escucharlo?
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