por Klaus Schmidt-Hebbel
Presidente del Comité Asesor Financiero
de los Fondos de Responsabilidad Fiscal,
profesor titular, Universidad Católica de Chile.
Diario El Mercurio, martes 28 de agosto de 2012
El crecimiento económico
no es sinónimo de desarrollo integral,
ni de igualdad, ni de
sustentabilidad ambiental, ni de felicidad.
Pero la evidencia mundial muestra
que el PIB promedio por habitante
está muy correlacionado con las medidas anteriores.
Los países más ricos tienden a ser aquellos
donde la satisfacción de sus habitantes es mayor
y la proporción de los pobres es menor.
Además, un alto crecimiento del ingreso
es condición necesaria (aunque no suficiente)
para disminuir la desigualdad,
reducir la pobreza y mejorar
la calidad de vida.
Chile, con un PIB por habitante
de US$ 18 mil (medido a PPC),
está entre los países
de ingreso medio alto del mundo.
Considerando dicho nivel,
el grado de satisfacción
de los chilenos sería alta
y la pobreza absoluta sería moderada.
Aunque Chile ha crecido
más que el mundo
en el último cuarto de siglo,
su crecimiento ha ido de más a menos.
El país creció a una tasa asiática
del 7,1% promedio anual en 1990-1998,
y a una tasa latinoamericana
de 3,8% en 1999-2010.
¿Por qué cayó tanto?
Por la enorme caída en "inspiración",
vale decir, debido al colapso
en el aumento de la productividad
de la economía chilena,
desde 3,5% promedio anual
en 1990-1998 a 0,4% en 1999-2010.
Mientras que nuestra "transpiración"
(los esfuerzos por acumular capital
y emplear personas) siguen al ritmo
de los años noventa, las ganancias
en eficiencia productiva de Chile
son muy bajas en comparación
con otros países y con nuestra propia historia.
El crecimiento actual de 5,5% (2011-12)
es mayor al promedio 1999-2010,
en parte, por la recuperación cíclica y posterremoto,
y las (aún) buenas condiciones internacionales.
Esta cifra también es mayor
a la proyección del crecimiento
de tendencia de Chile,
estimado recientemente
en 5% por el Comité del PIB Tendencial.
A este 5% (equivalente
a un 4% de crecimiento
del PIB per cápita tendencial),
¿cuánto tardaría Chile en pasar
el umbral de los países desarrollados?
Si definimos dicho umbral
como el 70% del PIB per cápita de EE.UU.
(el nivel relativo de España en 2011),
y reconociendo que Chile alcanzó apenas
un 35% del PIB per cápita de EE.UU. en 2011,
nuestro país alcanzaría este umbral
en torno al año 2045 si el crecimiento
per cápita de Chile superare en 2% al de EE.UU.
Esto significaría un largo período
de más transpiración
y mucha más inspiración
que la que demostramos en 1999-2011.
Pues bien, ¿cuáles son los grandes retos
que debemos abordar para crecer más?
La experiencia mundial y chilena
señala que son principalmente tres:
(i) ahorrar e invertir más
y mejor en capital físico,
(ii) adoptar una cultura radical
en apoyo de la eficiencia y la innovación,
y (iii) realizar una revolución en educación.
Estas prioridades
no son fáciles de lograr
porque requieren
de muchas reformas
bien diseñadas e implementadas.
Para dar un salto significativo
en sus tasas de ahorro e inversión,
Chile requiere elevar el ahorro previsional,
reemplazar los impuestos a las personas
desde base ingreso a base gasto,
aumentar el ahorro público,
reducir la tributación
a la inversión extranjera no minera,
destrabar la inversión en proyectos energéticos
(a fin de reducir el costo de la energía en Chile a la mitad),
incrementar la inversión pública y las concesiones privadas,
y eliminar muchas trabas sectoriales.
Para generar una revolución económica y cultural
en apoyo de la innovación y el emprendimiento,
se debe partir reconociendo que el estancamiento
de la productividad en Chile se debe
a la triple conjunción de trabas regulatorias
a la competencia e innovación,
bajos incentivos para el gasto en I+D
(hoy alcanza sólo al 0,4% del PIB)
y una cultura imperante que niega
(desde la escuela hasta la burocracia estatal)
el valor de la innovación y del emprendimiento.
Por lo tanto, aquí la tarea
es revisar las trabas regulatorias
al emprendimiento y a la innovación
e implementar cambios curriculares
y culturales que los fomenten.
Finalmente, en Chile aún enfrentamos
un círculo vicioso entre una muy baja calidad
de la educación para la gran mayoría de los estudiantes,
la pobreza, la desigualdad y los bajos salarios.
La herramienta más efectiva
y políticamente consensuada
para cortar este nudo gordiano
es una revolución
en la calidad de la educación.
Requerimos con urgencia
de una reforma radical
para garantizar a todo chileno
-desde la cuna a la universidad-
el acceso a una educación
que eleve sustancialmente
la productividad laboral
y la iniciativa personal.
La educación, el trabajo responsable
y la iniciativa personal
son precisamente los tres factores principales
-por lejos- que identifican los chilenos
como claves para tener éxito económico.
Esto refleja una notable coincidencia
entre la opinión de los chilenos,
basada en su experiencia personal,
y la evidencia recogida
por los economistas
sobre el crecimiento
en el mundo y en Chile.
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