Nos percatamos del aire cuando está contaminado
o por como dispersa la luz de un cielo azulado
o de un atardecer rosa anaranjado.
Nos olvidamos de él, porque pasa de colado,
hasta que agarra vuelo con viento huracanado
o se hace el indignado irrumpiendo como tornado.
El polvo del desierto es trasladado por el viento
fertiliza los océanos con sus nutrientes
como el del Sahara que envía
nitrógeno, hierro, fósforo a las profundidades abiselas.
La inmensa mayoría de los animales vuelan
(hay más de un millón de especies de insectos)
e incluso entre los animales de sangre caliente
más de la mitad vuelan (las aves duplican
a los mamíferos, y la cuarta parte de estos
últimos son murciélagos).
Mientras más pequeño,
más difícil mantenerse en el suelo.
He visto documentales
en los que el llamado plancton eólico,
animalitos que fueron elevados
a miles de metros con viento fresco,
se trasladan hasta miles de kilómetros
del lugar de su despegue sin aviso.
Hay algunos que colonizan
lugares arrasados por erupciones.
A este respecto es oportuno
traer a colación al eminente
biólogo, naturalista y escritor Edward O. Wilson
quien en su libro La Diversidad de la Vida
relata lo siguiente:
«En las semanas que siguieron a la devastadora erupción del volcán Krakatau, últimos días de agosto de 1883 en Indonesia, el estrecho de Sonda volvió a la normalidad exterior, pero con una geografía alterada.
El centro de Krakatau había sido sustituido por un cráter submarino de 7 kilómetros de longitud y 270 metros de profundidad. Sólo un resto en en extremo meridional emergía todavía del mar. Estaba cubierto de una capa de pumita orlada de obsidiana de 40 metros o más de espesor, y calentada entre 300 y 850˚C, suficiente en el rango superior para fundir el plomo. Desde luego, toda traza de vida se había extinguido.
Rakata, la montaña cubierta de cenizas de la antigua Krakatau, sobrevivió como una isla estéril. Pero la vida la volvió a envolver rápidamente. En un cierto sentido, la bobina en movimiento de la historia biológica se detuvo e invirtió su sentido de giro, como una película que se hace correr hacia atrás, a medida que los organismos vivos empezaban a retornar a Rataka. Los biólogos pronto comprendieron la oportunidad única que Rakata les ofrecía: observar el montaje de un ecosistema tropical desde el mismo principio. ¿Serían los organismos distintos de los que habían existido antes? ¿Volvería una pluviselva a cubrir eventualmente la isla?
La primera búsqueda de vida en Rakata la realizó una expedición francesa en mayo de 1884, nueve meses después de las explosiones. El acantilado principal se estaba erosionado rápidamente, y por sus laderas todavía caían rocas de forma incesante, levantando nubes de polvo y emitiendo un ruido continuo «como de matraqueo de distantes descargas de fusilaría». Algunas de las piedras remolinaban en el aire, rebotando por las paredes de los barrancos y se hundían en el mar. Lo que a la distancia parecía niebla resultó ser de cerca nubes de polvo producidas por los restos que caían. La tripulación y los miembros de la expedición terminaron por encontrar un lugar seguro para bajar a tierra y se dispersaron para averiguar lo que pudieran. Después de buscar especialmente organismos, el naturalista del barco escribió que «a pesar de todas mis pesquisas, fui incapaz de observar síntoma alguno de vida animal. Sólo descubrí una araña microscópica: sólo una; este estraño pionero de la renovación, estaba atareado hilando su telaraña».
¿Una cría de araña? ¿Cómo pudo una minúscula criatura sin alas alcanzar tan rápidamente la isla vacía? Los aracnólogos saben que una mayoría de especies «van en globo» en algún momento del ciclo biológico. La araña se sitúa en el borde de una hoja o de algún otro punto expuesto y suelta una hebra de seda desde las hileras del extremo posterior de su abdomen. A medida que la hebra crece capta una corriente de aire y se extiende a favor del viento, como la cola de un volantín. La araña teje más y más seda hasta que la hebra ejerce un fuerte empuje sobre su cuerpo. Entonces debe aferrarse a la superficie y se remonta. No sólo las crías de araña del tamaño de una cabeza de alfiler pueden alcanzar ocasionalmente miles de metros de altitud y viajar miles de kilómetros antes de instalarse en el suelo para comenzar una nueva vida. O esto, o caer al mar y morir. Los viajeros no tienen control sobre su propio descenso.
Las arañas que viajan en globo son miembros de lo que los ecólogos, con la felicidad accidental que a veces surge de las fuentes griegas o latinas, han llamado deliciosamente plancton eólico. En la jerga ordinaria, el plancton es el enorme enjambre de algas y pequeños animales que son transportados pasivamente por las corrientes de agua; eólico se refiere al viento. Los organismos que componen el plancton eólico se dedican casi exclusivamente a la dispersión a gran distancia. Se puede ver una parte de este plancton formándose sobre los céspedes y arbustos en una tranquila tarde estival, cuando los áfidos emplean sus débiles alas para elevarse sólo lo suficiente para tomar viento y ser transportados lejos.
Una lluvia de organismos platónicos: bacterias, esporas de hongos, pequeñas semillas, insectos, arañas y otros pequeños animales cae continuamente en la mayor parte de la superficie terrestre del planeta. Es dispersa y difícil de detectar en cada momento, pero supone grandes cantidades a lo largo de un período de semanas y meses.
Así es como la mayoría de las especies colonizaron el resto cauterizado y sofocado de Krakatau.
El potencial de la invasión platónica ha sido documentada por Ian Thorton y un equipo de biólogos australianos e indonesios que visitaron la zona de Krakatau en la década de 1980. Mientras estudiaban Rakata también visitaron Anak Krakatau («Hijo de Krakatau«), una pequeña isla que emergió en 1930 como consecuencia de la actividad volcánica a lo largo del borde septentrional sumergido de la caldera de la vieja Krakatau. En sus coladas de lava cubiertas de ceniza colocaron trampas hechas mediante contenedores de plástico blanco lleno de agua de mar.
Esta parte de la superficie de Anak Krakatau databa de actividad volcánica localizada entre 1960 y 1981 y era casi estéril, con lo que se parecía a la situación de Rakata poco después de la violenta formación de la isla mayor. Durante diez días las trampas capturaron una variedad sorprendente de artrópodos transportados por el aire. Los ejemplares recolectados, separados e identificados incluían un total de 72 especies de arañas, colémbolos, grillos, tijeretas, piojos de las cortezas, chinches hemípteras, polillas, moscas, escarabajos y avispas…».
--
Y si de aire se trata, están sus múltiples propiedades.
No se trata aquí de hacer una especie de anatomía
de la atmósfera, ni extendernos en asuntos meteorológicos,
estéticos, del clima, de los torbellinos, de lo que
se encuentra en el aire, benéfico o tóxico, polvo en
suspensión, como nosotros que lo necesitamos
para respirar y no duramos casi nada sin él
(Un cachalote puede sumergirse a una profundidad
de unos mil metros y permanecer unos 50 minutos
sin tener que volver a la superficie a capturar
una bocanada de aire fresco).
Concluyamos aquí con un poema
del poeta chileno nacido en Neuquén,
José María Memet:
LA MISIÓN DE UN HOMBRE
Un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira.
No importa que le hayan
quitado las piernas
para que no camine.
No importa que le hayan
quitado los brazos
para que no trabaje.
No importa que le hayan
quitado el corazón
para que no cante.
Nada de eso importa,
por cuanto,
un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira
y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.
(del libro: Bajo Amenaza, 1979)
________
Air: The Restless Shaper of the World
o por como dispersa la luz de un cielo azulado
o de un atardecer rosa anaranjado.
Nos olvidamos de él, porque pasa de colado,
hasta que agarra vuelo con viento huracanado
o se hace el indignado irrumpiendo como tornado.
El polvo del desierto es trasladado por el viento
fertiliza los océanos con sus nutrientes
como el del Sahara que envía
nitrógeno, hierro, fósforo a las profundidades abiselas.
La inmensa mayoría de los animales vuelan
(hay más de un millón de especies de insectos)
e incluso entre los animales de sangre caliente
más de la mitad vuelan (las aves duplican
a los mamíferos, y la cuarta parte de estos
últimos son murciélagos).
Mientras más pequeño,
más difícil mantenerse en el suelo.
He visto documentales
en los que el llamado plancton eólico,
animalitos que fueron elevados
a miles de metros con viento fresco,
se trasladan hasta miles de kilómetros
del lugar de su despegue sin aviso.
Hay algunos que colonizan
lugares arrasados por erupciones.
A este respecto es oportuno
traer a colación al eminente
biólogo, naturalista y escritor Edward O. Wilson
quien en su libro La Diversidad de la Vida
relata lo siguiente:
«En las semanas que siguieron a la devastadora erupción del volcán Krakatau, últimos días de agosto de 1883 en Indonesia, el estrecho de Sonda volvió a la normalidad exterior, pero con una geografía alterada.
El centro de Krakatau había sido sustituido por un cráter submarino de 7 kilómetros de longitud y 270 metros de profundidad. Sólo un resto en en extremo meridional emergía todavía del mar. Estaba cubierto de una capa de pumita orlada de obsidiana de 40 metros o más de espesor, y calentada entre 300 y 850˚C, suficiente en el rango superior para fundir el plomo. Desde luego, toda traza de vida se había extinguido.
Rakata, la montaña cubierta de cenizas de la antigua Krakatau, sobrevivió como una isla estéril. Pero la vida la volvió a envolver rápidamente. En un cierto sentido, la bobina en movimiento de la historia biológica se detuvo e invirtió su sentido de giro, como una película que se hace correr hacia atrás, a medida que los organismos vivos empezaban a retornar a Rataka. Los biólogos pronto comprendieron la oportunidad única que Rakata les ofrecía: observar el montaje de un ecosistema tropical desde el mismo principio. ¿Serían los organismos distintos de los que habían existido antes? ¿Volvería una pluviselva a cubrir eventualmente la isla?
La primera búsqueda de vida en Rakata la realizó una expedición francesa en mayo de 1884, nueve meses después de las explosiones. El acantilado principal se estaba erosionado rápidamente, y por sus laderas todavía caían rocas de forma incesante, levantando nubes de polvo y emitiendo un ruido continuo «como de matraqueo de distantes descargas de fusilaría». Algunas de las piedras remolinaban en el aire, rebotando por las paredes de los barrancos y se hundían en el mar. Lo que a la distancia parecía niebla resultó ser de cerca nubes de polvo producidas por los restos que caían. La tripulación y los miembros de la expedición terminaron por encontrar un lugar seguro para bajar a tierra y se dispersaron para averiguar lo que pudieran. Después de buscar especialmente organismos, el naturalista del barco escribió que «a pesar de todas mis pesquisas, fui incapaz de observar síntoma alguno de vida animal. Sólo descubrí una araña microscópica: sólo una; este estraño pionero de la renovación, estaba atareado hilando su telaraña».
¿Una cría de araña? ¿Cómo pudo una minúscula criatura sin alas alcanzar tan rápidamente la isla vacía? Los aracnólogos saben que una mayoría de especies «van en globo» en algún momento del ciclo biológico. La araña se sitúa en el borde de una hoja o de algún otro punto expuesto y suelta una hebra de seda desde las hileras del extremo posterior de su abdomen. A medida que la hebra crece capta una corriente de aire y se extiende a favor del viento, como la cola de un volantín. La araña teje más y más seda hasta que la hebra ejerce un fuerte empuje sobre su cuerpo. Entonces debe aferrarse a la superficie y se remonta. No sólo las crías de araña del tamaño de una cabeza de alfiler pueden alcanzar ocasionalmente miles de metros de altitud y viajar miles de kilómetros antes de instalarse en el suelo para comenzar una nueva vida. O esto, o caer al mar y morir. Los viajeros no tienen control sobre su propio descenso.
Las arañas que viajan en globo son miembros de lo que los ecólogos, con la felicidad accidental que a veces surge de las fuentes griegas o latinas, han llamado deliciosamente plancton eólico. En la jerga ordinaria, el plancton es el enorme enjambre de algas y pequeños animales que son transportados pasivamente por las corrientes de agua; eólico se refiere al viento. Los organismos que componen el plancton eólico se dedican casi exclusivamente a la dispersión a gran distancia. Se puede ver una parte de este plancton formándose sobre los céspedes y arbustos en una tranquila tarde estival, cuando los áfidos emplean sus débiles alas para elevarse sólo lo suficiente para tomar viento y ser transportados lejos.
Una lluvia de organismos platónicos: bacterias, esporas de hongos, pequeñas semillas, insectos, arañas y otros pequeños animales cae continuamente en la mayor parte de la superficie terrestre del planeta. Es dispersa y difícil de detectar en cada momento, pero supone grandes cantidades a lo largo de un período de semanas y meses.
Así es como la mayoría de las especies colonizaron el resto cauterizado y sofocado de Krakatau.
El potencial de la invasión platónica ha sido documentada por Ian Thorton y un equipo de biólogos australianos e indonesios que visitaron la zona de Krakatau en la década de 1980. Mientras estudiaban Rakata también visitaron Anak Krakatau («Hijo de Krakatau«), una pequeña isla que emergió en 1930 como consecuencia de la actividad volcánica a lo largo del borde septentrional sumergido de la caldera de la vieja Krakatau. En sus coladas de lava cubiertas de ceniza colocaron trampas hechas mediante contenedores de plástico blanco lleno de agua de mar.
Esta parte de la superficie de Anak Krakatau databa de actividad volcánica localizada entre 1960 y 1981 y era casi estéril, con lo que se parecía a la situación de Rakata poco después de la violenta formación de la isla mayor. Durante diez días las trampas capturaron una variedad sorprendente de artrópodos transportados por el aire. Los ejemplares recolectados, separados e identificados incluían un total de 72 especies de arañas, colémbolos, grillos, tijeretas, piojos de las cortezas, chinches hemípteras, polillas, moscas, escarabajos y avispas…».
--
Y si de aire se trata, están sus múltiples propiedades.
No se trata aquí de hacer una especie de anatomía
de la atmósfera, ni extendernos en asuntos meteorológicos,
estéticos, del clima, de los torbellinos, de lo que
se encuentra en el aire, benéfico o tóxico, polvo en
suspensión, como nosotros que lo necesitamos
para respirar y no duramos casi nada sin él
(Un cachalote puede sumergirse a una profundidad
de unos mil metros y permanecer unos 50 minutos
sin tener que volver a la superficie a capturar
una bocanada de aire fresco).
Concluyamos aquí con un poema
del poeta chileno nacido en Neuquén,
José María Memet:
LA MISIÓN DE UN HOMBRE
Un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira.
No importa que le hayan
quitado las piernas
para que no camine.
No importa que le hayan
quitado los brazos
para que no trabaje.
No importa que le hayan
quitado el corazón
para que no cante.
Nada de eso importa,
por cuanto,
un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira
y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.
(del libro: Bajo Amenaza, 1979)
________
Air: The Restless Shaper of the World
Un hombre es un hombre
ResponderEliminaren cualquier parte del universo
si todavía respira.
No importa que le hayan
quitado las piernas
para que no camine.
No importa que le hayan
quitado los brazos
para que no trabaje.
No importa que le hayan
quitado el corazón
para que no cante.
Nada de eso importa,
por cuanto,
un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira
y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.
(del libro: Bajo Amenaza, 1979)
Un hombre es un hombre
ResponderEliminaren cualquier parte del universo
si todavía respira.
No importa que le hayan
quitado las piernas
para que no camine.
No importa que le hayan
quitado los brazos
para que no trabaje.
No importa que le hayan
quitado el corazón
para que no cante.
Nada de eso importa,
por cuanto,
un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira
y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.
(del libro: Bajo Amenaza, 1979)
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ResponderEliminary si todavía respira
ResponderEliminardebe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.