por Francisco Mouat
Diario El Mercurio, Sábado 25 de Agosto de 2012
Diario El Mercurio, Sábado 25 de Agosto de 2012
Ennio querido, me puse a revisar la correspondencia que alcanzamos a enviarnos entre Viña y Santiago. En sobre, a la antigua. La primera vez que me escribiste, tu mensaje cupo en el reverso de una vieja tarjeta de visita que no creo hayas usado demasiado cuando trabajabas en la Universidad de Valparaíso: "Quedo reconocido por su generosa referencia a la poesía en su artículo del 1 de enero de 2010". Qué modestia, Ennio. Yo hablaba de tu poesía, y tú no hacías sino detenerte en la poesía. Habías dado una entrevista a The Clinic que atesoro hasta hoy: en ella decías que a los libros hay que dejarlos en paz, que los lectores llegarán solos si es que en verdad tienen que hacerlo. Una frase tuya me atrapó para siempre: "Protégeme, Dios mío, del sentido pedagógico y deja que cada día me sorprenda viendo pasar -sin estilo- el viento por la esquina". Me conmovió tu ruego. Quise hacerlo mío. En esa misma edición venía entrevistado Zurita, y hablaba de ti -ahora lo sé muy bien- con justicia y propiedad: "Moltedo es uno de los poetas más finos, grandes, curiosos y buenos de Chile. Si no es más conocido es porque la poesía excede con creces los tiempos de nuestras vidas humanas". Me entusiasmó, Ennio, ir leyendo uno a uno tus libros. Empecé con Día a día, seguí con Concreto azul, y luego encontré tu Obra poética completa hasta 2005. Te escribí a Viña, para que nos encontráramos en tu ciudad, de donde te costaba demasiado salir. Ansiaba conocerte, estrecharte la mano, pedirte por favor si había posibilidad de ir reeditando algunos de tus libros. Me esperaste puntual en los escalones del Teatro Municipal de Viña y me llevaste a almorzar al casino de un supermercado, para que gastásemos poco dinero. Tu generosidad y confianza testimoniadas ese día me acompañarán a donde vaya. Empezaríamos publicando Concreto Azul. ¿Te acuerdas cuando te llamé por teléfono para preguntarte qué significaba Concreto azul en tu poesía? Hiciste una pausa, un silencio, y luego fuiste articulando improvisadamente el texto que es la contraportada del libro: "La poesía nace con la niñez. En esos primeros años, en ese mundo incierto en que todo te maravilla o te impresiona, causándote temores, está uno observando y preparando la poesía. No hay poeta que no haya sido poeta-niño. Ya de mayor, son los recuerdos del arcón confrontados con el día actual. Pero la poesía estuvo antes. Concreto azul me ha parecido el inicio, la razón de todo lo que hice después. Ahí están los muelles de Viña que ya no existen. Cada vez que paso por ahí, los vuelvo a construir". Cuando subimos el miércoles 15 de agosto de 2012 con el cortejo a dejarte al Cementerio 1 de Valparaíso, y los autos serpenteaban las calles del cerro, pensé en que no sólo volvías a construir tu ciudad cada vez que pasabas por ella, sino también a sus pasajeros, a nosotros, a los amigos tristes que te acompañamos y agradecimos la magnífica sencillez con que fuiste despedido, respetándote, inclinándonos, reverenciando tu enorme humanidad, Ennio. El sábado 19 de noviembre de 2011, un puñado de santiaguinos arrendó un bus y viajó a Viña para acompañar la presentación de esta nueva edición de tu Concreto azul. Estabas contento. Gente a la que recién conocías ese mediodía te pedía que les firmaras sus ejemplares, ellos querían tus palabras. Fuimos a Valparaíso a almorzar, y de regreso, a eso de las cinco o seis de la tarde, te dejamos en la plaza de Viña y tú, antes de bajar del bus, nos dijiste que ese día había sido uno de los más felices de tu vida. ¿Cómo vas a ser invisible, Ennio, si tus gestos y tus palabras nos atraviesan como flechas? Una vez escribí que no podías imaginar lo bien que le hacía a mi vida tu literatura. Me quedé corto. Es tu literatura y tu ejemplo de vida. Tu poesía y tu manera de vivir. Tu ética y tu estética, reunidas, convocadas en un solo gesto. En el próximo verano íbamos a sentarnos a conversar contigo y con Agustín Squella, pensando en un volumen que registrara esas conversaciones. Me habías dicho que bueno: "Podemos hablar de ideas y proyectos, a pesar de ser yo un viejo que vive solo y extraviado entre libros". Moltedo & Squella se iba a llamar y se llamará el libro. No faltarás a la cita. Lo sé. Cuando los sepultureros forcejeaban con cuerdas la urna en donde descansaban tus restos mortales y hacían equilibrio para ingresarla al mausoleo, se rompió una de las manillas de tu urna, y un trozo dorado y pequeño quedó ahí, sobre el pasto. Fue tu última y desesperada manera de permanecer entre nosotros.
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