Columnistas
Diario El Mercurio, Miércoles 10 de abril de 2013
"Si se prefiere la diversidad de proyectos educativos que reflejen el pluralismo, no cabe más opción que la que marca el censo: respete mi libertad..."
A los socialistas, siempre encandilados por las encuestas, el último censo no los favorece en absoluto. Ellos, que alardean tanto de la diversidad, tendrán que aceptar ahora que en cuanto a las creencias, los chilenos sí que somos diversos.
Católicos, evangélicos, agnósticos y ateos, testigos de Jehová, mormones, judíos, indigenistas, budistas y ortodoxos, musulmanes y bahaís, todos expresamos convicciones sin pedirle autorización alguna al Estado todopoderoso, aquel con el que sueñan Bachelet y Enríquez-Ominami, Teillier, Gómez y Andrade.
Pero no solo exigimos nuestra libertad de creer o no creer, sino también la de educar de acuerdo con nuestras convicciones. Desde 1865, cada cosmovisión pudo fundar escuelas para impartir su enseñanza, pero fue durante el gobierno del Presidente Pinochet que, además, cada particular pudo ofrecer un proyecto educativo a los restantes conciudadanos. Eso es lo que a los socialistas les repugna: que dos personas, dos voluntades, puedan ponerse de acuerdo entre ellas y sin mediar la intervención del Estado.
Hoy, un millón 300 mil niños y jóvenes estudian en la educación particular subvencionada, integrada por 3.500 colegios; otros cientos de miles lo hacen en la educación particular pagada, y ocho de cada diez estudiantes de la educación superior cursan estudios en centros no estatales, a los que esos jóvenes acceden libremente, por propia voluntad.
Los socialistas, Bachelet en concreto, quieren terminar con este sistema de libertades y de diversidad. Quieren eliminar el "yo creo, yo voto, yo compro, yo pago", que expresa el más elemental arco de las libertades personales.
No es extraño. Hace justo 40 años, ellos mismos impulsaron la ENU, con el declarado objetivo de combatir, decían, "un sistema educacional diseñado para reproducir la sociedad de clases y su consiguiente sistema de dominación de las mayorías por las minorías y de explotación del hombre por el hombre". Hoy no usan la terminología de la lucha de clases, pero hablan de un sistema diseñado para "reproducir las desigualdades de la cuna". Creen exactamente en lo mismo.
Por cierto, su proyecto de 1973 implicaba que "la educación particular reconocida por el Estado... deberá adoptar los contenidos y estructura curricular de la ENU". ¿Puede alguien pensar que la nueva ENU, la del 2014, respetaría la libertad de enseñanza, conociendo la malévola concepción que tienen los socialistas sobre las libertades?
Por eso, si se prefiere la diversidad de proyectos educativos que reflejen el pluralismo de la sociedad; si se valora la libertad de esos millones de padres que escogen colegios y universidades de propiedad privada para sus hijos; si se estima que cientos de miles de emprendedores servirán a la educación en áreas tan variadas como la alimentación, el vestuario, los útiles escolares, los textos de estudio, las construcciones escolares, los campeonatos deportivos, etc.; si se valora a las decenas de miles de jóvenes que quieren ser educadores en un régimen de libertad, y que jamás aceptarían serlo bajo la férula de un modelo de socialismo compulsivo, no cabe más opción que la que marca el censo: respete mi libertad.
Margaret Thatcher nos ha dejado esta semana. Pero sus palabras, las de una mujer verdaderamente estadista, señalan un rumbo imperecedero: "A toda persona debe permitírsele desarrollar las habilidades que él (ella) sabe tiene dentro de sí, en la forma que escoja. La libertad de elegir es algo que damos por sentado, hasta que está en peligro de ser arrebatada. Los gobiernos socialistas tratan siempre de restringir el área de elección".
Thatcher dixit .
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