Reuniendo en uno solo los prefacios de este tiempo de Pascua
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca
en este tiempo en que Cristo,
nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque Él es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo destruyó nuestra muerte
y resucitando restauró la vida.
Por Él, los hijos de la luz
nacen a la Vida eterna,
y se abren para los creyentes
las puertas del reino de los cielos,
porque en la muerte de Cristo
nuestra muerte ha sido vencida,
y en su resurrección
todos hemos resucitado a la Vida.
Él sigue ofreciéndose por nosotros
e intercede constantemente
en nuestro favor;
inmolado, ya no muere más,
muerto, vive para siempre.
Porque con la destrucción del pecado
son renovadas todas las cosas,
y queda restaurada en Cristo
la plenitud de nuestra vida.
Por la ofrenda de su Cuerpo
realizada en la cruz,
él llevó a su plenitud los sacrificios
de la antigua alianza
y al entregarse a ti, Padre,
para salvarnos, se hizo por nosotros
sacerdote, altar y víctima.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero desborda de alegría
y junto con los ángeles y los arcángeles
cantan un himno a tu gloria, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo,
Santo es el Señor, Dios del Universo,
llenos están el Cielo y la Tierra de su gloria,
Hosanna en el Cielo,
Bendito el que viene en el nombre del Señor,
Hosanna en el Cielo.
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