Los discípulos iban a Emaús
tristes, desesperanzados,
probablemente atemorizados
mientras se alejaban de Jerusalén.
Cuando el Señor se les une,
no lo reconocen:
sus ojos estaban retenidos
lo que les impedía reconocer
al que los había redimido.
El camino de la frustración,
una vez explicada las Escrituras
va a cambiar completamente su destino.
Al partir el Señor
el pan de la Eucaristía
se les abrirán los ojos
y se les abrirá también
un nuevo camino:
el de la alegría de la Resurrección.
Cristo vivo hoy y por siempre;
el que nos hace arder el corazón,
el que nos llena de esperanza
y nos alimenta en la fe
para caminar la senda
del Amor, de la Vida y de la Paz.
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