Los Multiversos Fantásticos de Matta‏

Todos los que conocieron
a Roberto Matta de cerca
(del que el próximo 11/11/11
se celebran los cien años de su natalicio)
lo describen como un incensante torbellino
de entusiasmo, erotismo y humor.
 
Son rasgos de la sana euforia
que es propia del adolescente
que siempre fue.
 
Sin embargo,
este muchacho genial
poseía también un raro talento:
el don de plasmar,
con medios plásticos deslumbrantes,
visiones enteramente fantásticas
pero perturbadoramente familiares,
en las que se funden en un solo continuo
la profundidad vertiginosa del cosmos
y la íntima astronomía del inconsciente,
tachonada de sueños, deseos y terrores.
 
Por ello, Matta fue el surrealista por excelencia.
 
Otros cultores del movimiento
que encabezó el insufrible André Breton,
podían desplegar imaginación
aunque carecían por completo
de verdadero sentido de la fantasía.
 
Pintar un caballo galopando
sobre un tomate es imaginación.
 
Crear un mundo inédito
pero misteriosamente plausible,
es fantasía.
 
Salvador Dalí (...) poseía
una imaginación meramente efectista,
realzada por una especial destreza para el dibujo.
 
Magritte era peor dibujante,
pero su poética imaginación
de paradojas y contrastes lo redimía.
 
Otros surrealistas como Ernst o Tanguy,
hicieron gala de mayor fantasía,
aunque ninguno se acercó a Matta
en su capacidad de abrazar,
en una sola oleada de sueño,
los confines de todos los universos posibles
y la subjetividad más recóndita...
 
Ese fue el gran logro artístico de Roberto Matta
y así lo reconoce la crítica internacional más objetiva y sagaz.
Por ello será recordado, pese al ninguneo de sus detractores,
encabezados por Clement Greenberg, santo patrono de la crítica petulante.
 
Sin embargo, hay que admitir también
que Matta nunca superó
sus magníficos logros de los años 40,
período que constituye
la cima de su producción artística.
 
En sus mejores cuadros de esa época
se desplegaban, a través de múltiples planos,
perspectivas e hilos conductores,
universos oníricos impregnados de poesía,
energía primordial y resonancia metafísica...
 
José Zalaquett, Revista Capital, N˚ 98, 6-19/12/2002