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"Another fucking glorious day!",

Caracho al sol
por Roberto Merino
Diario Las Últimas Noticias,
Lunes 31 de enero de 2011
www.lun.cl
 
Yo no sé por qué uno arrasta a través de los años
un lastre de infelicidad que le impide disfrutar
de la vida en sus manifestaciones más directas.
 
Nos hacemos viejos a velocidad progresiva,
adquirimos experiencia y dominio sobre las circunstancias,
logramos entender en qué parte de la madeja sentimental
están los nudos apelmazados, aprendemos, en fin,
a vivir de un modo más adecuado que en la juventud,
y sin embargo la nube alquitranada de la acritud sigue ahí,
enturbiándonos la mirada y por lo tanto la realidad.
 
Es posible que se trate de histeria:
la sensación de que aunque la plenitud no existe
nuestro deber sea apelar a ella todo el tiempo.
 
Caminamos por boulevares, vamos al cine,
nos juntamos en la noche con amigos,
nos viramos al campo, echamos el bofe
bajo la iluminación artificial de una oficina,
nos sumergimos en piscinas
como un acto primordial y siempre
concluimos tácitamente en lo mismo: falta algo.
 
El paso que viene es la ansiedad
y la siguiente la angustia.
 
Cuando uno se da cuenta con urgencia
de que el tiempo es exiguo y fugaz
siente una rebeldía feroz
contra sus propios condicionamientos.
 
Pero los demás prefieren vernos
a través de nuestras "grietas",
subrayan en nosotros la catadura
de individuos densos y enrollados.
 
Esto les permite reírse,
porque un neurótico está siempre
al borde de la ridiculez
y muchas veces pasa ese límite.
 
Pagarían por vernos
en la terraza de nuestro departamento
reclamando a gritos contra el vecino
que a esa hora se le ocurre
calibrar el motor de su Harley&Davidson,
o contra los retrasados que al caminar
por las calles nocturnas consideran
necesario aullar como gibones.
 
Yo quisiera sacarles el jugo
a estos días de sol y de ventanas abiertas
-de hecho, me suben significativamente el ánimo-,
pero siento también el mandato interno:
no se puede, no se puede, no se puede.
 
Quisiera igualmente exprimir
las noches de verano
en alegre irresponsabilidad alcohólica,
pero en los descuidos se filtra
otra vez esa voz: la vida es dura,
se reanuda mañana en la mañana
y deberás enfrentarla.
 
"Another fucking glorious day!",
se decía John Malkovich
al asomarse a una terraza marroquí
en 'El cielo protector',
esa película un poco irritante
que tantas frases buenas nos legó.
 
Cuando joven yo hubiera suscrito
la exasperación del personaje,
pero ya no me queda.
 
Un día de sol bien puede recibirse
como un regalo de sanidad y distensión.
 
Hay una hora en que coinciden el viento,
el esplendor de las hojas,
el pavimento vaporoso como marisma,
el impulso animal, la sequedad extrema.
 
Y por un motivo indeterminado
dan ganas de lanzarse a las calles
y experimentar el renacimiento,
previa aplicación de filtro
factor 30 o más, de cara al sol.
 
La mente humana es rara y primitiva.
 
Por algo Stanley Kubrik decía
sobre 'La rama dorada' de Frazer,
ese extraordinario reporte
de conductas aborígenes:
"¡Está hablando sobre tu vida!"
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
en 'El cielo protector'
al asomarse a una terraza marroquí

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