Hace un par de décadas,
a comienzos de los años noventa,
Claudio Bunster dio una charla
titulada: «La ciencia y el alma de Chile».
Resulta un ejercicio urgente,
revisitar esta exposición
que apunta a la alegría,
a la sinceridad, a la pasión
por la búsqueda,
a la esencia de lo que somos,
para ver si hemos aprendido
algo en estos veinte años
y si hemos tomado en cuenta
algunas de las observaciones
que Claudio puso de relieve
para efectos que revisemos
el rumbo y sobre todo
para examinarnos a ver
si nos mueve esa ansia
incontenible de búsqueda,
o hemos claudicado
y nos hemos vendido
por un plato de lentejas,
justificando la vida
por la retribución económica
y nada más.
Creemos que el problema
de la educación es el lucro.
El problema de la educación
no es el lucro, es peor que eso.
Es pretender que el propósito
de educarse es aspirar solamente
a mejores rentas.
Ni siquiera en el largo plazo
se justificaría como mera subsistencia.
Todos ricos y pobres necesitamos
de un sentido a nuestras vidas.
Y hasta en la lucha por la subsistencia
al final del día, agotados,
nos preguntamos para qué.
La calculadora la utilizamos para todo.
Cuánto voy a ganar cuando salga.
La vida programada. La muerte en vida.
La vida es lo que ocurre mientras
hacemos planes, nos recordaba John Lennon.
La ganancia económica
debe ser una consecuencia
que viene por añadidura
de un trabajo bien hecho.
Pero lo que llena el alma
es lo que nos mueve,
la belleza como criterio de búsqueda
No será que el problema
de nuestra educación,
como ya lo sabía Edwards Bello
es que es la antítesis
de la exploración,
de la navegación y de la invención.
No deja un resquicio al niño
para que imagine por su cuenta
ni escoja un oficio con alegría.
Como dijo María Teres Ruiz:
tenemos una educación que no prepara
para los fracasos ni las caídas.
Cuando las personas
se equivocan
es cuando más se aprende.
-Si uno le acierta al primer intento,
sólo está corroborando lo que uno pensaba.
Pero cuando no encuentra
o no resulta lo que se esperaba,
te hace pensar por qué no resultó,
te hace buscar nuevos caminos,
y ahí sí realmente estás aprendiendo.
Es por ello que tiene razón Parra
cuando dice que la universidad
está para perder el tiempo;
claro que de la manera
más provechosa posible.
Y la poesía sirve para nada,
sirve, pero no de un modo
utilitario y cínico
del quien conoce el precio de todo
y no reconoce el valor a nada.
Una nada que como el universo
mismo es casi todo…
Por lo demás, ninguna poesía
ha calmado el hambre
o ha remediado una injusticia social,
pero su belleza puede ayudar
a sobrevivir contra todas las miserias.
Pero volvamos a Claudio
y escuchémoslo:
Antes que nada necesito
explicar la naturaleza de mi trabajo.
Para eso quiero usar la palabra
de un gran colega:
"En los viejos tiempos
los cuadros se completaban por etapas,
cada día se incorporaba algo nuevo.
Un cuadro se consideraba
como una suma de adiciones.
En mi caso un cuadro es una
suma de destrucciones.
Hago un cuadro
-y luego lo destruyo-
al final, sin embargo,
nada se pierde…
sería muy interesante
registrar fotográficamente
no las etapas sino
la metamorfosis de un cuadro.
Posiblemente uno podría entonces
descubrir el camino seguido
por el cerebro al materializar un sueño,
pero hay una cosa extraña
-uno se da cuenta de que
básicamente un cuadro no cambia,
que la primera "visión" permanece
casi intacta a pesar de las apariencias".
Esto es de Picasso (ver archivo adjunto)
Nunca me había quedado
tan absolutamente claro,
más allá de cualquier duda,
que la ciencia es lo mismo que el arte,
que cuando vi por primera vez
los toros de Picasso.
Véanlo ustedes.
Antes de Einstein
el espacio y el tiempo
simplemente contenían la materia.
Después el espacio y el tiempo
pudieron interactuar
con la materia y después…
¿Qué hicimos?
¡Considerar la dinámica
del espacio y del tiempo sin materia!
¿y qué quisiéramos de verdad hacer?
Obtener el espacio y el tiempo
a partir de otra cosa aún más simple.
Todavía tengo viva la impresión
que sentí al darme cuenta
que al demostrar un teorema
o al intentar reducir el universo
a su esencia, hacemos exactamente
lo mismo que hacen los artistas,
lo mismo que hizo Picasso
con estos toros y -quiero sostener-
lo mismo que debemos hacer
en la construcción de nuestro país.
En el resto de esta exposición
quiero usar estos toros
no como una ilustración simpática,
sino como un hilo conductor literal y preciso.
Pasemos ahora a la orden del día
e intentemos llegar
a la simplicidad del último toro.
En primer lugar es necesario entender
la verdadera naturaleza de la actividad científica
para poder incorporarla de manera inédita
en la construcción del país.
El motor que guía a los científicos
no es el ansia de ser útiles
ni ninguna cosa de tipo altruista.
Les mueve simplemente
el ansia incontenible de búsqueda,
ni siquiera la búsqueda de respuestas
sino pura y simplemente la búsqueda.
Los científicos buscan su universo
así como Picasso buscaba su toro.
El corazón, el espíritu de la actividad científica
es el mismo que el del arte y es el mismo
que el de la genuina actividad empresarial.
Es la búsqueda, es la invención,
es el ansia de hacer cosas,
es el ir dejando una huella, no la meta.
Nada puede haber más tristemente falso
que el desafortunado slogan Ciencia y Tecnología
que se repite desde los años sesenta
y que ha sido utilizado como el título de esta sesión.
Es como si se unieran indisolublemente
cosas tan dispares como Literatura e Información.
Quiero enfatizar que aquí no hay un juicio de valor,
sino que se trata simplemente de asumir la verdad
que viene de la naturaleza humana
y que no se ciñe a los reglamentos y deseos
de las agencias y las comisiones.
Este slogan ya anacrónico de Ciencia y Tecnología
es corruptor porque, como decía el otro día
un distinguido colega, "nos obligan a mentir
para conseguir financiamiento".
Esta adulteración tiene el precio inevitable
de todas las adulteraciones, suena a hueco
y los que menos se lo creen son los jóvenes
que ven a sus pretendidos maestros
aferrándose a tenues y fríos argumentos
para sobrevivir en vez de decir la simple verdad
con su atractivo inexplicable.
Así pues yo me niego a escudarme en la tecnología.
Ni siquiera necesito escudarme en la tecnología
para darle a mi labor una "utilidad social"
en caso de que que esto me pareciera necesario.
En efecto en la tarea de la construcción de este país
con características tan particulares, con una gran identidad,
la utilidad fundamental de la actividad científica
está llamada a ser, a mi juicio,
no la aplicación tecnológica directa
sino que la contribución a la dignidad
y a la autoestima colectivas de sus habitantes.
Un país no es el mismo si uno sabe
que tiene compatriotas que tratan de entender
de dónde salió el universo, el tiempo, o qué es la vida.
O compatriotas que hacen esculturas
que parecen milenarias
con piedras ya pulidas por el tiempo
o compatriotas con la capacidad maravillosa
de imaginar una nueva empresa antes de que exista.
La definición de Cultura que nuestro país
debe manejar es la de una Cultura
con tres componentes simétricos:
Ciencia, Arte y Empresa.
De acuerdo a esta definición
el ser humano busca ser culto guiado
por un motor misterioso e incontrobable.
Es de gran importancia
el admitir como punto central
la existencia de este motor
y convertirlo en el eje de nuestra acción.
Más aún, es una gran suerte
que este motor exista.
En este momento crucial
de la historia de nuestro país,
la actividad política
no puede ser apasionante
excepto para unos pocos iniciados.
Así pues, esta Cultura de tres patas:
Ciencia, Arte y Empresa adquiere
una responsabilidad histórica
que nunca antes tuvo,
la de convertirse en el alma,
en la fuente de alegría de un país.
La unidad de Chile
en torno a la creación
puede lograrse
por las características específicas
de este país en el tiempo y en el espacio.
En el tiempo porque,
como acabo de decir,
existe en este momento
y en el futuro predecible
un vacío enorme que llenar
en cuanto a motivación digna.
En el espacio,
porque este es un país
pequeño en población
y con una gran identidad
dada por la geografía.
¿Cómo hacerlo?
La clave para poder vibrar al unísono
es que podamos genuinamente comprender
y, más que comprender, sentir la pasión
que mueve a los creadores que trabajan
en ámbitos diferentes al de uno mismo.
También, por supuesto, debemos ser capaces
de hacer sentir a los demás nuestra propia pasión.
En esto los científicos tenemos
un pecado histórico enorme.
Hemos cultivado con arrogancia
el concepto empolvado del "Templo del Saber".
Nuestra actitud ha sido la de una secta
autodenominada superior
que debe ser financiada,
primero que nada por el gobierno
y en seguida, en un esfuerzo penoso
por estar a tono con los tiempos,
por el sector privado.
El enfoque hacia el sector privado,
ha sido digámoslo francamente,
el de "ordeñar", para cubrir un poco
las apariencias se ha echado mano
del slogan de "Ciencia y Tecnología".
Esto debe y puede terminarse.
El "Templo del Saber" no sólo
es una ficción anacrónica
sino que es sobre todo aburrida.
Es mucho más apasionante
el mundo que gravita afuera,
con el cual uno tiene el lazo natural
de la pasión creadora y no de de la
aplicación inmediata, a menudo forzada.
Es necesario pues, crear instancias
de "comunicación horizontal".
Una verdad
no es una verdad completa
sino es una verdad dicha.
No solamente nuestros
mal entendidos "interlocutores naturales",
sino que muy especialmente nuestros
mal entendidos "compatriotas remotos".
Las chances de que, si se establece
una resonancia, ella tenga un impacto nacional
son mucho mayores si se produce entre
dos ámbitos que eran considerados lejanos.
Después de todo un gran descubrimiento
no es más que el darse cuenta de que
dos cosas que uno pensaba que no
guardaban relación, están relacionadas.
En este punto quiero volver a lo de la tecnología.
Mucha gente que ha estado inmersa
en estos problemas en el mundo
estaría dispuesta a apostar conmigo que,
por esa misteriosa armonía
de la actividad humana,
las mejores e inesperadas aplicaciones
vendrán por añadidura y no se distorsionan
convirtiéndolas en propósito.
[Hace poco estuvo en el país
el astrofísico Brian Schmidt
- uno de los laureados
con el Premio Nobel de Física de 2011
por encabezar uno de los grupos
que descubrieron que la expansión
del universo se está acelerando-
en el marco de dicha visita
el flamante Nobel contó
que en Australia en los años 70,
uno de sus colegas estaba buscando
agujeros negros en evaporación,
objetos predichos por Stephen Hawking
al incorporar la mecánica cuántica
al estudio de los agujeros negros.
El astrónomo australiano
nunca los pudo detectar.
Utilizaba radiotelescopios y uno
de los problemas con que se encontró
fue que las ondas radiales que viajan
entre las galaxias se refractan
y se obtienen múltiples señales
que deben ser combinadas.
Unos años más tarde,
estaba en un laboratorio
junto a un grupo de tipos
trabajando en internet inalámbrica.
El problema que se les presentaba
era que todas estas señales radiales rebotaban.
No sabían qué hacer.
Entonces el amigo de Schmidt dijo:
“¡Pero si esto lo resolvimos
en astronomía hace muchísimo tiempo!”.
Y así lograron inventar el sistema Wi-Fi.
Ese invento se convirtió en la patente
más valiosa de la historia de Australia.
-Se podrían mencionar otros ejemplos,
como la propia internet que salió
del CERN que se dedica a explorar
el mundo subatómico por medio
de una compleja tecnología
de colisionadores, detectores
y la más compleja red informática
para el tratamiento de datos.)
Aquí vuelven a la mente los toros.
A Picasso le fue posible
capturar lo esencial no sólo
por la voluntad de hacerlo
sino porque se disponía
de un instrumento técnico adecuado.
Sobre la piedra litográfica,
a diferencia del metal, es posible
hacer correcciones con facilidad.
Nuestra piedra litográfica
ha sido una pequeña empresa de la Cultura,
el Centro de Estudios Científicos.
Y ha hemos trabajado juntos
con empresas chilenas o radicadas
en Chile sin aparentar lo que no somos.
¡Qué gran alegría que la sinceridad funcione!
Nos es difícil imaginar como científicos
un reconocimiento más significativo
y un honor más alto de parte de nuestro país
que el que las empresas que han confiado
en nosotros nos ha conferido.
En esto de la "comunicación horizontal"
hay dos ámbitos extremos
que son los más interesantes.
Uno, es la tarea de derribar muros
y establecer lazos de simpatía
entre líderes activos
de distintos ámbitos de la Cultura.
Ese es uno de los proyectos
en que estamos empeñados.
La información a nivel masivo
sobre las cosas fascinantes
que se están haciendo en Chile.
La tarea de redefinir la Cultura
como Arte, Ciencia y Empresa
y proceder a derribar muros es urgente.
Para hacer su urgencia más explícita
quisiera terminar relatando un episodio
que ocurrió en la guerra de Corea.
Una cañonera norteamericana
había encallado en la costa de China
en medio de la niebla, a muy poca
distancia de la artillería china.
La niebla los protegía
puesto que de ser detectados
serían barridos de la superficie
en pocos minutos.
Los tripulantes esperaban
en el más absoluto silencio
que subiera la marea
para poder evadirse
al amparo de la niebla.
Sin embargo,
ocurrió una complicación:
se acercaba una mina,
llevada inexorablemente
por la corriente hacia el buque.
La práctica habitual para esa situación
es hacer estallar la mina con un disparo
antes de que esté demasiado cerca,
sin embargo eso no se podía hacer
porque el disparo habría alertado al enemigo.
Ante esa situación desesperada
el capitán hizo formar a toda la tripulación
de su pequeño navío en cubierta
y les dijo: "Ustedes ven lo que pasa,
no se me ocurre qué hacer.
Le pido a cada uno que piense
rápidamente y dé una idea,
pro absurda que parezca,
lo único que les puedo prometer
es que nadie se reirá".
Al cabo de unos instantes
un marinero levantó la mano
y dijo: "¿Qué pasa si todos soplamos?".
Bueno, era más o menos obvio
que eso no iba a resultar,
la mina era muy pesada.
Pero un momento después
otro tripulante levantó el brazo
e indicando, dijo:
"¿Y qué pasa si en vez de soplar
le lanzamos agua a la mina
con las mangueras de alta presión del buque?.
Así se hizo y la historia tuvo un final feliz.
Eso necesitamos hacer en Chile,
las ideas encerradas en nuestra gente
son nuestro capital más precioso.
Para que este capital se revele
debemos redefinir nuestra Cultura
como constituida por tres elementos
igualmente importantes:
que tienen un alma idéntica:
la Empresa, la Ciencia y el Arte.
Sobre esa base se debe desarrollar la acción.
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