Hacia un Santiago de calidad mundial
El señor peatón, la plebe caminante...
por Miguel Laborde
El señor peatón, la plebe caminante...
por Miguel Laborde
Diario El Mercurio, sábado 28 de abril de 2012
La plebe caminante, los señores montados, las señoras en carruajes... Así fue como, por siglos, se clasificaba a los transeúntes, al grado de haberse vuelto sinónimos el ser caballero y ser educado. Se entendía, entonces, que el peatón no tenía educación o, a lo más, era un mal educado. Luego vino el transporte público, popular, mientras se perfeccionaba el diseño de carros y carruajes que habría de culminar en los automóviles.
Ya se sabe lo que siguió, esa "dictadura del motor" que, de ensanche en ensanche, arrasó con incontables hitos de la arquitectura, tal como en Santiago, donde por poco se salvaron la Iglesia de San Francisco, la Casa de los Diez y el Palacio Errázuriz.
A otras ciudades les fue peor.
Hay que recordar esos barrios de Estados Unidos -como el Bronx- a los que Robert Moses (conocido como "el constructor de Nueva York" en el siglo XX) hizo decaer en favor de los autos. Fue tan poderoso que se llevó la sede de las Naciones Unidas a Nueva York, cuando la mayoría prefería a Filadelfia: por sí solo cambió la forma de muchas ciudades de su país (y las de varios otros) con el modelo de suburbios apartados unidos por autopistas.
Se atribuye a él la decadencia del transporte público, y la casi muerte del peatón en diversos lugares estadounidenses. Incluso, la escasa altura de los pasos bajo nivel -dirá un colaborador- apuntaba a que no entraran los buses a "sus" suburbios.
Todo lo hacía en grande: autopistas, parques, enclaves recreativos... Con humor, se dijo que si la Unión Soviética se regía por planes quinquenales, Estados Unidos lo hacía por los de Moses. Consideraba que sólo en su automóvil podía el estadounidense, hombre libre, vivir a su manera...
No manejaba. Desde su asiento en el auto, era un observador. Dicen que eso fue bueno, porque sus highways y parkways (entre parques lineales y en curva) fueron un aporte al paisaje, pero a costa de destruir numerosos barrios históricos.
El poder de Moses creció, desde los años 30 a los 60, como un símbolo de Estados Unidos. Hasta un simple puente lo entusiasmaba; era otra oportunidad más de exhibir el poderío de su nación.
Con esa mentalidad, hizo cruzar el centro de Nueva York con 13 vías expresas, definiendo así imagen; sin embargo, se dirá, no conocía la escala humana. En Boston, Seattle y San Francisco, imitaron sus autopistas desde los suburbios al centro de las ciudades, tal como lo hicimos aquí con la Costanera Norte de Santiago. Arquitectos como Le Corbusier y Mies van der Rohe celebrarían el protagonismo que le dio al automóvil.
Cuando lo monumental quedó atrás como valor decisivo, y comenzó la preocupación por la escala, los vientos cambiaron en otra dirección: la peatonal. Hoy, con una sociedad altamente estresada, ha revivido el anhelo de tener todo a "cinco minutos caminando"; de nuevo se valora un barrio donde el comercio, la recreación, la educación estén dentro de ese radio. A lo más, en bicicleta o en un trayecto directo en bus.
La ciudad de Moses está en retirada. Aunque, irónicamente, los detractores tengan que reconocer que algunos de sus suburbios alejados están entre los barrios que, ahora plenamente abastecidos luego de medio siglo, tanto han subido de valor.
Caminando
En Santiago, el 10,3% de los viajes al trabajo se realizan a pie, según datos del Minvu 2010, versus el 22,8% que se hacen en auto De todas formas es la locomoción colectiva la que tiene el mayor porcentaje (42,5%).
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