La era digital
La mente es todavía un complejo mundo por descubrir. Parece evidente que quien sea capaz de descifrar los enigmas que esconde, tendrá en sus manos un arma muy poderosa. Por eso, no nos debería llamar la atención que Paul Allen, cofundador de Microsoft, haya invertido 300 millones de dólares para hacer un mapa del cerebro. Junto con el espacio y el fondo del mar, el cerebro es una de las grandes fronteras por descubrir.
Los seres humanos superamos los 70.000 pensamientos a lo largo del día. Una buena idea se nos tiene que ocurrir hoy…
Se dice que el cerebro humano ha reducido su tamaño en los últimos 30.000 años. Concretamente, las mediciones actuales revelan que el volumen medio del cerebro del Homo Sapiens ha disminuido un 10%, es decir, de 1.500 a 1.359 centímetros cúbicos (el equivalente de una pelota de tenis).
Tan pequeño, tan poderoso, tan desconocido.
Sin embargo, los estudios que se han atrevido a avanzar en esta línea no son nuevos. Por ejemplo, se sabe que el cerebro de Albert Einstein poseía las mismas dimensiones que el del común de los mortales, a excepción de la zona responsable de las matemáticas y de la percepción espacial, cuyo tamaño superaba en un 35% el promedio. Otro caso es el del músico de jazz, Keith Jarrett, quien a los tres años ya contaba con una afinación perfecta, que los científicos atribuyen a las especiales características de su lóbulo frontal derecho.
Con independencia de estos datos, el por qué de los comportamientos, el motivo para determinadas respuestas y actitudes o las claves que existen detrás de la forma de expresarse, nos pueden ofrecer pistas muy valiosas en muchos ámbitos de la vida, no sólo a nivel personal sino en el campo empresarial. Unas referencias que son trascendentales para algunas disciplinas como el branding. Más aún, si tenemos en cuenta que hoy, el diseño y la gestión de marca prioriza el aspecto sensorial y emocional en la relación con el cliente.
No obstante, la asociación entre emociones y mente poseía un fuerte arraigo en las culturas antiguas, como la griega. De hecho, Aristóteles creía que las funciones del celebro tenían lugar en el corazón. Algo que, si bien fisiológicamente estaba desencaminado, tiene un trasfondo que puede ser un claro reflejo de la realidad. Algunos estudios sugieren que la memoria a corto plazo es resultado de la química y los impulsos eléctricos en el cerebro, mientras que otro tipo de influencias y cambios estructurales se asocian con la memoria a largo plazo.
Por este motivo, profundizar en los mecanismos que rigen nuestro cerebro y nuestra forma de aprehender los estímulos que recibimos, se convierte en el mejor de los aliados antes de poner en marcha cualquier estrategia de comunicación. El cerebro humano es capaz de adaptarse a lo inesperado, gracias a que cuenta con una red de neuronas que hace predicciones sobre el mundo que nos rodea y además, monitoriza cómo de acertadas resultan esas predicciones.
Como primera premisa, tenemos que saber que nuestra mente recibe miles de estímulos. Abrimos y cerramos los ojos una media de 20.000 veces al día y gracias al trabajo que realiza nuestro cerebro, estos impactos pueden convertirse en una imagen casi continua. Además, millones de pensamientos se ciernen sobre el hombre como un enjambre de mensajes en el que apenas puede distinguir unos de otros.
Se dice que el cerebro humano ha reducido su tamaño en los últimos 30.000 años. Concretamente, las mediciones actuales revelan que el volumen medio del cerebro del Homo Sapiens ha disminuido un 10%, es decir, de 1.500 a 1.359 centímetros cúbicos (el equivalente de una pelota de tenis).
Tan pequeño, tan poderoso, tan desconocido.
Sin embargo, los estudios que se han atrevido a avanzar en esta línea no son nuevos. Por ejemplo, se sabe que el cerebro de Albert Einstein poseía las mismas dimensiones que el del común de los mortales, a excepción de la zona responsable de las matemáticas y de la percepción espacial, cuyo tamaño superaba en un 35% el promedio. Otro caso es el del músico de jazz, Keith Jarrett, quien a los tres años ya contaba con una afinación perfecta, que los científicos atribuyen a las especiales características de su lóbulo frontal derecho.
Con independencia de estos datos, el por qué de los comportamientos, el motivo para determinadas respuestas y actitudes o las claves que existen detrás de la forma de expresarse, nos pueden ofrecer pistas muy valiosas en muchos ámbitos de la vida, no sólo a nivel personal sino en el campo empresarial. Unas referencias que son trascendentales para algunas disciplinas como el branding. Más aún, si tenemos en cuenta que hoy, el diseño y la gestión de marca prioriza el aspecto sensorial y emocional en la relación con el cliente.
No obstante, la asociación entre emociones y mente poseía un fuerte arraigo en las culturas antiguas, como la griega. De hecho, Aristóteles creía que las funciones del celebro tenían lugar en el corazón. Algo que, si bien fisiológicamente estaba desencaminado, tiene un trasfondo que puede ser un claro reflejo de la realidad. Algunos estudios sugieren que la memoria a corto plazo es resultado de la química y los impulsos eléctricos en el cerebro, mientras que otro tipo de influencias y cambios estructurales se asocian con la memoria a largo plazo.
Por este motivo, profundizar en los mecanismos que rigen nuestro cerebro y nuestra forma de aprehender los estímulos que recibimos, se convierte en el mejor de los aliados antes de poner en marcha cualquier estrategia de comunicación. El cerebro humano es capaz de adaptarse a lo inesperado, gracias a que cuenta con una red de neuronas que hace predicciones sobre el mundo que nos rodea y además, monitoriza cómo de acertadas resultan esas predicciones.
Como primera premisa, tenemos que saber que nuestra mente recibe miles de estímulos. Abrimos y cerramos los ojos una media de 20.000 veces al día y gracias al trabajo que realiza nuestro cerebro, estos impactos pueden convertirse en una imagen casi continua. Además, millones de pensamientos se ciernen sobre el hombre como un enjambre de mensajes en el que apenas puede distinguir unos de otros.
No cabe duda, que el objetivo de cualquier marca tiene que ser sobresalir. Y para sobresalir nada mejor que eludir el aburrimiento. Está demostrado que los seres humanos tenemos una curiosidad innata pero ante la falta de estímulos, podemos caer en la inercia. De ahí que el factor sorpresa juegue un papel clave en una buena gestión de la marca. Aunque es bastante fácil irrumpir con fuerza, se corre el riesgo de caer luego en la apatía y la inacción.
Resulta trascendental romper con la monotonía pero sin poner un punto y aparte con lo anterior. Las conexiones creadas entre mensajes son muy útiles. De hecho, la memoria se potencia a través de las asociaciones.
¿Queremos que nuestra identidad sea memorable? Tengamos presente el pasado para abrir la puerta hacia el futuro.
El diseño es concebido como un plan mental. Por eso, pierde significado si no se toma en cuenta la mente.
Y la mente… ¿cómo se ve influenciada por el diseño? Aquí se abre un capítulo que dará mucho que hablar en el futuro.
Resulta trascendental romper con la monotonía pero sin poner un punto y aparte con lo anterior. Las conexiones creadas entre mensajes son muy útiles. De hecho, la memoria se potencia a través de las asociaciones.
¿Queremos que nuestra identidad sea memorable? Tengamos presente el pasado para abrir la puerta hacia el futuro.
El diseño es concebido como un plan mental. Por eso, pierde significado si no se toma en cuenta la mente.
Y la mente… ¿cómo se ve influenciada por el diseño? Aquí se abre un capítulo que dará mucho que hablar en el futuro.
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