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Cine Balada triste de trompeta



por Ascanio Cavallo. 
Diario El Mercurio, Revista El Sábado, 21 de abril de 2012
Ya se sabe: el cine de Álex de la Iglesia es salvaje, atrevido, destemplado, incontinente, postmoderno y gótico siempre que estas palabras puedan reunirse con una visión de la cultura y la historia de España. Como todos los artistas españoles, De la Iglesia abreva del gusto por lo monstruoso que va de Goya al franquismo, del Lazarillo a Buñuel, de Gaudí a Raphael, y trata de llevar a todos ellos un paso más allá, hasta los días presentes.
Balada triste de trompeta -cuyo título nace de una canción que Raphael interpretó vestido de payaso en Sin un adiós (1970)- es una insolente interpretación de la historia reciente de España, como antes lo fue Muertos de risa (1999), con la que comparte varios de sus principios operativos.
Parte en 1937, cuando la Guerra Civil está desatada. Una función de circo es interrumpida por un oficial republicano que viene a reclutar hombres. Uno de ellos, el Payaso Tonto (Santiago Segura), se distingue por su ferocidad en el combate y termina prisionero de los franquistas, construyendo con trabajo forzado el Valle de los Caídos, ese lúgubre monumento cavado en los roqueríos de la sierra de Guadarrama.
Su hijo Javier (Carlos Areces), testigo y víctima de las penurias de la derrota, tendrá que ser el Payaso Triste, incapaz de hacer reír y contrapunto necesario del Payaso Feliz, que para 1973 -casi 40 años después- es Sergio (Antonio de la Torre), centro de la troupe donde encuentra trabajo. El detalle es que Sergio, tan preocupado de los niños, es un sujeto violento y abusador, que maltrata de modo salvaje a su mujer, Natalia (Carolina Bang), y que no duda en confesar: "Porque si no fuera payaso, sería un asesino". Ella oscila entre la posesión autoritaria de Sergio y la contenida pasividad de Javier, y con ello los conduce a un enfrentamiento inevitable y paradójico: el brutal Payaso Feliz contra la violencia oculta del Payaso Triste.
La idea de que Natalia es una metáfora de España no es arbitraria. Para sugerirla, De la Iglesia riega su historia con señas históricas: las modas de los 70, Franco en jornada de caza, Raphael, el asesinato de Carrero Blanco y esa frase de hiel que Javier dirige a unos policías: "Y vosotros, ¿de qué circo sois?". En el proceso, el abusador y el resistente se desfiguran, devienen monstruos, mientras la codiciada España, perdón, Natalia, coquetea y se asquea con uno y otro.
Siguiendo a Hitchcock, De la Iglesia juega con los monumentos nacionales. En la base de su interminable y casi metafísica guerra civil está el Valle de los Caídos, como estuvo la Puerta de Europa en El día de la bestia. Más política, desmadrada y difícil de descifrar que casi todas sus películas anteriores, Balada triste de trompeta pone de regreso al Álex de la Iglesia más insolente, que parecía haberse extraviado en el horror convencional (La habitación del hijo, Los crímenes de Oxford), sabiendo que lo suyo es la contumacia y el esperpento. O sea, la España de siempre, la entrañable, la admirable, la mediterránea.
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Balada triste de trompeta
Dirección: Álex de la Iglesia. 
Con: Carlos Areces, Antonio de la Torre, 
Carolina Bang, Sancho Gracia, Santiago Segura. 
107 minutos. 

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