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MJVG: La voz de los liminales, la fundadora una suerte de nicho de una literatura ambigua y melancólica‏

Se podría decir que María José Viera-Gallo mira más que escribe; que observa y anota y almacena más que narra y grita. Cosas que nunca te dije,  su primer libro de cuentos, está lejos de ser perfecto y a veces comete errores y tropiezos que enrabian porque los temas, momentos y personajes en que se fija se merecen narraciones menos “de taller” o “experimentales”, pero da lo mismo porque el libro no tiene cálculo y sus pretensiones son tan inmensas como ingenuas: MJVG no sólo quiere escribir de ella sino de su generación o de “su gente”: hermosos perdedores errantes y melancólicos. Por eso cuando trata de narrar sus historias intentando dejar de ser ella, la arquitectura daña la casa.

Pero una artista tiene derecho a experimentar y a tropezar.  En Cosas que nunca te dije, MJVG dice mucho, cuenta cosas, crea atmósferas y sigue siendo ella: todo es fugaz y vaya que es romántico. El libro posee un par de cuentos notables (“Zúrich”, “El reino”), pero incluso cuando toma decisiones no tan fortuitas sus cuentos palpitan, son sinceros y todos -todos- tienen momentos inolvidables, como las migajas de pain au chocolat que una hija exiliada envía a su anciana madre a la nublada La Serena.

Este libro trata de fusionar la juventud y el pop y los que se criaron en los 90 con la política y sus huellas. ¿Es posible mezclarlo? Es un desafío, pero da la impresión que la política no es lo suyo. “Los hijos de exiliados supimos convertir el desarraigo en libertad”, escribe en “Zúrich”, un cuento acerca de una familia que se pasa cruzando el Atlántico. Acá hay más desarraigo, pero no tanta libertad, siento. MJVG al final se siente más cercana (o es capaz de escribir con más autoridad) a las víctimas del abandono que a las de la política. Ahí está su nervio. El intentar cumplir con ciertos temas es loable, pero claramente se siente más cercana escudriñando en las mentes y penas de los personajes que han sido relegados o exiliados por sus propias falencias o miedos, que en aquellos que vivieron el holocausto de la intolerancia.

Lo suyo es apostar por esos breves y fugaces momentos casi epifánicos que te destrozan y remecen después que ya pasaron y es muy tarde. En ese sentido, todas las citas pop y esos epígrafes de The Smiths hacen sentido. Esta curiosa narradora huye de las temáticas feministas y quizás -poco a poco- se está transformando en la voz de los liminales, fundando una suerte de nicho de una literatura ambigua y melancólica. Le fascinan los hombres y lo masculino, da lo misma la edad, profesión, orientación o vínculo (hijos, padres, novios, amigos, amantes fugaces, padrinos), y lo cierto es que cuando escribe sobre hombres (más que cuando intenta escribir como hombre) sus páginas ganan intensidad. MJVG empatiza con aquellos que ya no son tan jóvenes y no cumplieron con sus propias promesas y están profundamente solos o a la deriva. Más que las familias, al parecer cree que son ciertas fiestas, ciertos discos, ciertos amores los que nos forman y formatean. Y capaz que tenga razón.
“Cosas que nunca te dije”, de María José Viera-Gallo.

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